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Cúcuta
Pedro Villamizar, el músico que enseña su oficio a invidentes en Cúcuta
Estos estudiantes que Pedro considera virtuosos, aprenden a ejecutar el piano o la organeta, flauta dulce, guitarra, cuatro, instrumentos de percusión elemental y a cantar.
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Eduardo Bautista
Eduardo Bautista
Lunes, 24 de Abril de 2023

 

Pedro Villamizar es un hombre menudo, con 74 años bien vividos según cuenta, 40 de ellos dedicados a la enseñanza de la música, a estudiantes excepcionales: niños y jóvenes con limitaciones visuales, auditivas, cognitivas, que han sido su razón de ser todo este tiempo.

Cucuteño, vecino de El Páramo, en la zona céntrica de Cúcuta, contrario a lo que se pudiera pensar, él y su familia han vivido de algunos trabajos que hacía cuando era más joven y en estos años tardíos reparando ventiladores, licuadoras, planchas y cualquier otro electrodoméstico que le lleven a su taller, porque las clases de música las ha impartido prácticamente gratis.


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Estos estudiantes que Pedro considera virtuosos, aprenden a ejecutar el piano o la organeta, flauta dulce, guitarra, cuatro, instrumentos de percusión elemental y a cantar, “en un proceso que viene de hace muchos años, luchando contra viento y marea porque las ayudas gubernamentales son  muy pocas”. 

Sin embargo y pese a las dificultades, este maestro de la música refiere que la finalidad del proyecto es ayudar a la gente en condición de discapacidad, para que en el futuro puedan vincularse plenamente a la sociedad teniendo la música como profesión. 
 

Pedro Villamizar, músico

 

Ese propósito lo llevó a conformar el grupo musical ‘Vida y Armonía’, que ya tiene 25 años, integrado por jóvenes que ya están devengando dinero, otros que ya se desvincularon del grupo y han hecho de la música su profesión, con los aprendizajes, vivencias y valores que Pedro les inculca, porque dice que la formación de un artista debe ser integral.


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Lo único que se les exige a los estudiantes es que sean cumplidos, porque es necesaria la puntualidad y la disciplina para que todo funcione bien, una buena dosis de inclinación artística y deseos de aprender, según las máximas que siempre ha puesto en práctica y le han dado resultado. 

“Yo enseño a niños y niñas con síndrome de Down, parálisis cerebral, autismo, limitados del  desarrollo del lenguaje, limitados visuales, adquiriendo aquí el sentido rítmico que llega a tener un  músico durante su proceso formativo”.

Pedro está integrado en este apostolado al proyecto cultural ‘La Calle que Habla’, que es una entidad sin ánimo de lucro dirigida por Marta Margarita Ramírez Calderón, para ayudar a las personas en condición de discapacidad, empezando con ellos una preparación rítmica, porque la música tiene tres fases, que son ritmo, melodía y armonía. 

El estudiante viene si es el caso con su instrumento, a recibir la instrucción a unas bonitas instalaciones que simulan un pequeño pueblo de Norte de Santander, pagando una pequeña mensualidad para los gastos de funcionamiento, pero cuando se logra que las entidades oficiales subvencionen algún proyecto, todo es gratuito.

Vida y Armonía tiene entre sus integrantes a María Fernanda Cotamo Sánchez, quien toca la organeta y es la que más tiempo lleva en el grupo, iniciando desde los seis años y es ya una artista formada;  Gina Mercedes Sepúlveda,  que ejecuta la flauta dulce y el venova, las dos invidentes; Diego que toca la batería, con limitación cognitiva; Lida Ferreira, flauta traversa; Yolenis Cala Flórez, venova; Aldair Co ntreras, guitarra; Sebastián Oña, y Miguel Delgado Contreras, tocan percusión y cantan, siendo los más jóvenes y recién llegados al grupo. 
 

Pedro Villamizar, músico

 

La calidad en la ejecución instrumental e interpretación les ha valido para actuar en varios escenarios de Cúcuta y otras ciudades del país como Cartagena, Zarzal (Valle), las más recientes con la electrificadora CENS, que los contrató nuevamente para tocar en los actos de celebración del Día de la Madre.


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Entre los escollos para recibir más estudiantes está la falta de recursos, que se requieren tanto para gastos de mantenimiento y servicios  como para comprar instrumentos y otros elementos necesarios para un óptimo rendimiento. “Siempre nos dicen vengan y toquen para conocerlos y ya van más de 25 años conociéndonos y todavía no llegan las ayudas oficiales”.

Pedro Villamizar se confiesa con mucho dinamismo, pese a su edad, porque se levanta a las 4:00 de la mañana como autodidacta que es, a estudiar inglés y otras materias, juega microfútbol con sus amigos de juventud cuando puede y reparte su tiempo entre el trabajo en el taller y las clases que dicta a sus estudiantes. 

Se inició a los cuatro años en el mundo de la música, carrera que llevó a la par de la primaria y el bachillerato, estudiando en la adolescencia piano con Carmen Soto Ramírez, hija de Elías Mauricio Soto Uribe (Cúcuta, 22 de septiembre de 1858-Cúcuta, 11 de octubre de 1944), quien fue músico y compositor, autor de las Brisas del Pamplonita.

Entre sus profesores de piano en el Instituto de Cultura y Bellas Artes, que funcionaba en la actual sede de la Universidad de Pamplona,  figura igualmente Ana  Francisca Meza, un músico alemán en su paso por Cúcuta, y el maestro Rafael Pineda quien dirigía la Orquesta de Cámara y lo vinculó al apreciar su capacidad musical, participando en varios conciertos tocando la flauta dulce.
 

Pedro Villamizar, músico

 

Estudió en la Universidad Pedagógica de Bogotá, formándose en terapia musical con la Misión Pedagógica Alemana, además de guitarra clásica, tiple, cuarteto de flauta dulce, perteneciendo en ese entonces a la Coral del Club de Comercio, “en resumen mi vida ha sido musical, porque además he enseñado en las instituciones educativas Carmen Teresiano, Gimnasio Domingo Savio, Los Almendros, Santa Teresa, La Presentación, entre otros colegios de Cúcuta”.

Argumenta que no se vinculó a una orquesta o sinfónica de tiempo completo porque “Dios le asigna a uno una misión y la mía es enseñar música y ayudar a quien no tiene; muchas veces saco de mi bolsillo para aportarle al menesteroso y no cobro para enseñar mi arte a los estudiantes, me sostengo con lo que gano en el taller de reparación de aparatos que tengo en la casa y nunca me falta trabajo”.


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María Fernanda Cotamo quien lleva vinculada al grupo Vida y Armonía desde su creación, dice que la música ha sido una parte fundamental en su formación artística y personal, aprendiendo a ejecutar de manera magistral, bajo la dirección de Pedro  Villamizar, teclado, cuatro, guitarra, flauta traversa, flauta dulce, tiple y percusión menor.

Así mismo, a relacionarse con las demás personas y crear vínculos de amistad y hermandad con sus compañeros y “sobretodo he aprendido a esforzarme por lo que quiero y a ser consciente que la discapacidad solo está en la mente, que soy una persona común y corriente”, atendiendo lo inculcado por su maestro.


 

Pedro Villamizar, músico

 

'La calle que habla'  


Marta Margarita Ramírez Calderón, es la directora de la Corporación Mudarte, que nació en el corregimiento Carmen de Tonchalá, para trabajar con niños en teatro, música y danza, gestionando en esa época la Casa de la Cultura para ese sector del municipio, siendo en la actualidad la única entidad de este género que tiene Cúcuta, según explica la docente.

Trasladados al barrio Guaimaral lograron un espacio para trabajo con personas con discapacidad y allí empezaron a fundamentar una idea y es “La calle que habla, el territorio de los artistas”, porque todas las actividades culturales las hacían en una calle ciega y al aire libre por falta de espacio.
 
Hace cuatro años se trasladaron a una nueva sede en la avenida 10 entre calles 12 y 13 de El Contento y “cuando llegamos acá nos dimos cuenta que la calle que habla era para este espacio, porque pudimos dimensionar todo y ver que la gente al llegar asume que ha llegado a la calle principal de un pueblo”. 

Esa es la sensación porque se trata de un amplio corredor, circundado de casas multicolores,  plantas y flores, que termina en un parque, que cuenta con una pequeña escuela para asesoría de tareas, salones de música, salón de vestuario, salón de plastilina, restaurante ‘El Chícaro’ y la tienda ‘El Cachicamo’, donde se venden las artesanías, pinturas, manillas y bisutería que elaboran los estudiantes, la sala de teatro San Chárbel y la sala de teatro infantil ‘Cúcuta soy yo’, que son espacios abiertos al público, viernes de ‘Titiritarde’ para los niños y los jueves para toda la familia, totalmente gratis a todas las actividades artísticas y culturales que ofrece “La Calle que habla”.

Se cuenta con diferentes áreas artísticas en talleres de música, danza, ballet, teatro, con una planta de nueve profesores, siendo el sábado el día más ajetreado con dos talleres de música, ballet, dibujo y pintura, bisutería, teatro, porque ese es el día que los niños no están estudiando en sus escuelas y colegios. 

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