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Cúcuta
¿Por qué fue reemplazado el oficio de campanero en Cúcuta?
Sin tener un grado jerárquico en la Iglesia, los campaneros han tenido por siglos un rol importante.
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Eduardo Bautista
Eduardo Bautista
Lunes, 8 de Mayo de 2023

 

Los campaneros hasta hace muy poco existían en la mayoría de iglesias católicas, cumpliendo con su ministerio  ejercido por verdadera vocación, en muchos casos sin recibir  pago alguno.

Sin tener un grado jerárquico en la Iglesia, los campaneros han tenido por siglos un rol importante, porque son los encargados de tañer las campanas que llaman a los feligreses a escuchar la palabra de Dios.


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En un principio recibieron el nombre de maestros campaneros los fabricante de las campanas, que se hacían por encargo para esas grandes construcciones ligadas íntimamente al devenir de la cristiandad, con imponentes diseños arquitectónicos de abadías, catedrales góticas, basílicas, y más modestas como capillas, ermitas y pequeñas iglesias rurales. 
 
Luego les siguieron llamando campaneros a quienes asumieron la responsabilidad de subir a los altos campanarios -a riesgo de sus vidas-  para tocar, repicar y revisar el mantenimiento de las campanas, las cuerdas que atan los badajos (pieza metálica en forma de pera, que pende en el interior de las campanas y con la cual se las golpea para hacerlas sonar), la tensión de los distintos cables y cuerdas, así como la supervisión de los relojes de las iglesias, instalados como si fueran un símbolo sagrado en lo más alto de las torres de esas enigmáticas edificaciones. 
 

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El oficio de campanero pese a su importancia es uno de los que se han ido quedando rezagados porque en algunas ciudades está prohibido que el llamado diario a misa se haga con el repicar de campanas, por contaminación sónica, y en otros casos por las modernas construcciones de las iglesias, donde han adoptado sistemas automatizados para convocar a la feligresía y los adelantos tecnológicos que le permiten a un sacerdote mediante redes sociales y otros canales de comunicación llegar a muchas más personas.


Importancia de fe


El padre Carlos Fernando Duarte Ribero, párroco de la iglesia Santa Mónica de Prados del Este, en la parte oriental de Cúcuta, sostiene que el campanero tiene importancia por el significado de las campanas dentro de la vida de la iglesia y la vida de fe de los cristianos.


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Las campanas siempre han sido la manifestación de transmisión de mensajes a la comunidad, y que en el transcurso de los siglos la iglesia las ha utilizado para llamar a la celebración eucarística, valiéndose de diferentes formas de tocarlas para manifestar lo que se estaba celebrando, explica el sacerdote. 

La forma más usada era la de llamar a la eucaristía y se empezaba media hora antes, tocando cada10 minutos entre uno y otro repique, para informar que estaba cerca la hora de la misa.

Si el oficio, a manera de ejemplo, era a las 6 de la tarde, se hacía un toque que era el llamado de acólitos, y hacia las 5:30 se tocaba el primero, con una forma particular de hacerlo y al final se daba un campanazo fuerte; en el segundo se dan dos campanazos y en el tercero tres toques al final, significando que "faltan cinco minutos para empezar el oficio religioso, es hora de llegar", según Duarte Ribero.
 

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Las campanas tienen además entre sus usos el llamado a la misa de difuntos, que es un redoble más lento, y la gente, particularmente en los pueblos, por el sonido triste y espaciado de un toque al otro, sabe que hay una misa para difunto y que es tiempo de ir a despedir a quien partió a la eternidad y acompañar y darle el pésame a los deudos. 

En ese sentido el sonido de las campanas fue transmitiendo a las comunidades un sentido de fe y una vivencia de las celebraciones, porque era un llamado a vivirlas, según los estudiosos.

Otro momento en los que se tocan las campanas de manera especial es en la pascua, cuando en Semana Santa se canta Gloria, anunciando la resurrección de Jesucristo, con un toque muy alegre a rebato, para manifestar la alegría que ese momento significa para los cristianos. 

Así mismo, durante la celebración de media noche del 24 de diciembre que anuncia el nacimiento del Niño Jesús, entre otras celebraciones especiales como el Corpus Cristi, cuando se tocaban las campanas durante toda la procesión, al igual que en las fiestas patronales y se hacía con toques prolongados y alegres.

En algunos pueblos se llegaron a usar las campanas para toques determinados a fin de informar la llegada de alguna persona importante, en situaciones difíciles, calamidades o  desastres para enterar a la comunidad, porque se carecía de otros medios para hacerlo.

En épocas navideñas, particularmente en los Santanderes, se tocaban las campanas para llamar a la misa de gallo, como popularmente se conoce a la misa de aguinaldo, ícono de alegría y regocijo del mundo católico, que sirve de preparación para el nacimiento del niño Jesús, que inician el 16 de diciembre y terminan el 24 del mismo mes.


Un acto de entrega y vocación   


Carlos Eduardo Herrera tuvo la responsabilidad durante 16 años en su condición de sacristán de la iglesia Nuestra Señora del Rosario, de ser el campanero en ese templo considerado una joya arquitectónica de Villa del Rosario, la Cuna de la Gran Colombia.

En casi dos décadas subió y bajó a diario los 40 metros del campanario, donde están instaladas las cuatro campanas, la principal llamada Ramona, que es una de las más antiguas de Norte de Santander, cuyo eco se escucha en todo el municipio histórico.


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La campana se instaló en la torre de la parroquia del nuevo casco urbano, trasladada del templo de la Villa Antigua que se derrumbó el día del terremoto de Cúcuta, el 18 de mayo de 1875, la cual habría sido fundida en la herrería del barrio El Rastrojo, villorrio colonial en el que transcurrió la apacible vida de los rosarienses de la época, según los cronistas del municipio.

La iglesia de Nuestra Señora del Rosario, erigida bajo la administración del padre Marco Antonio Mora, empezó a ser edificada a finales del Siglo XIX y terminada en 1926. Allí reposa la imagen de la Virgen, que presenció la instalación del Congreso Constituyente de la Gran Colombia, el 6 de mayo de 1821. 

Carlos Herrera, quien ha sido maestro de nuevos sacristanes, señala que  este cargo en una parroquia  es de una gran responsabilidad y dignidad, porque es la persona que tiene el manejo de la iglesia, después del sacerdote, quien atiende lo relativo al mantenimiento, la limpieza, la conservación de las estatuas y cuadros de Jesucristo, la Virgen María y los santos, así como el arreglo de los ornamentos y de preparar las eucaristías, las ofrendas y los libros para las lecturas diarias que correspondan, según el ciclo eucarístico, y repicar las campanas, entre otras obligaciones.
 
En ese oficio Carlos pasó buena parte de su vida, en la principal iglesia de Villa del Rosario, en la que hay cuatro celebraciones eucarísticas los domingos y tres los días de la semana, sin contar con las misas de difuntos. 

Él aprendió cuando pertenecía al grupo juvenil de la parroquia, y el párroco de esa época lo animó a vincularse a las actividades de la iglesia porque tenía carisma para el canto y para leer los salmos, dejando el oficio de zapatero que desempeñó hasta ese momento.


 

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Todo un oficio


La literatura católica refiere que el campanero era una persona que se preparaba para ese menester, sobre todo en aquellas iglesias donde los campanarios eran lugares muy especiales. 

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Algunos campaneros se dedicaban a producir música mediante el toque de varias campanas (lo que se conoce como el arte del campaneo),  instaladas en elevadas torres de las iglesias con diferentes tonalidades, tamaños y aleaciones de metales como el bronce (22% de estaño y 78 % de cobre), llegando a recibir un pago por ese oficio que solía encargarse a personas de mucha confianza y prestigio entre la comunidad religiosa.

El Campanero que es un hermano en la fe y no necesita ser un santo para ejercer su oficio, tiene bien ganada la bendición de Dios, a decir de los místicos. 

No obstante, este personaje corre el riesgo de que algún día desaparezca de la vida eclesial, aunque las campanas sigan en los campanarios de las viejas iglesias sin que los años las destruyan, y por su parte los fieles puntuales en sus costumbres seguirán asistiendo a misa, olvidados de esos maravillosos repiques que la anunciaban como una gran fiesta de alabanza al creador. 

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