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Cúcuta
Los juegos de niños que se han ido olvidando en Cúcuta
Los niños y las niñas solían correr por las calles, al aire libre y sin prevención alguna.
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Eduardo Bautista
Eduardo Bautista
Lunes, 10 de Abril de 2023

Los años corren y ni siquiera nos vamos dando cuenta, pero queda el consuelo de que ‘todo tiempo pasado fue mejor´, como decían los abuelos, y llegado el momento lo que más se recuerda con nostalgia es la niñez, cuando se era feliz y jugar la razón de ser.

Los niños y las niñas solían correr por las calles, al aire libre y sin prevención alguna, jugar en los solares de las casas al escondido, la lleva, al fusilado, jugar con muñecas, cantar, elevar cometas, hacer aviones o barcos de papel para echar a volar o navegar, jugar canicas con los amigos de la cuadra o la escuela y en fin divertirse de lo lindo.


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Juegos que se han ido perdiendo en los recovecos del tiempo, muchos que fueron inventados con esa gran imaginación y en ese ambiente de camaradería que caracteriza a los niños, con bajo costo porque se usaba lo que se tenía a mano como latas de leche para hacer zancos, un pedazo de madera era una espada,  un trozo de tela para vendar los ojos y jugar a la ‘gallinita ciega´, las carreras de encostalados, semillas y flores de los árboles que simulaban alimentos, y en eso no había límite. 
 

juegos de niños que se van olvidando

 

Las latas pequeñas y redonda donde venía el salmón servían para hacer cocas, con las latas grandes de sardinas se fabricaban camiones para transportar arena o piedra tirando con un pedazo de cabuya, en los meses de fuertes vientos se solía hacer las cometas, con caña brava  o veradas, hilo o pita, una bolsa plástica o papel periódico, mientras que para saltar un lazo era lo mejor, lo mismo que la semana o rayuela, con solo marcar los cuadros en el suelo con tiza o un pedazo de carbón. 

La pelota de trapo en ausencia de un balón servía para los grandes desafíos de fútbol, los que se hacían entre hermanos, los vecinos, con aquellos de la otra cuadra, muchas veces a pie descalzo en cualquier terreno destapado, bajo el inclemente sol e incluso cuando ya la noche había caído. 


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Divertido era igualmente correr bajo la lluvia, chapalear y gritar hasta quedar sin voz, a sabiendas que al llegar a casa el regaño de mamá o papá estaba asegurado y el riesgo de un buen resfriado, pero eso era soportable.

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Corretear con un aro era una experiencia única, así como el trompo, un instrumento maravilloso y muy popular en Cúcuta, que reunía a los amigos a jugar moma, que es un círculo que se traza en el suela hasta donde debe ‘arrearse’, desde un punto equidistante, el trompo del que pierda para darle ‘quines’ (agujero que hace el hierro de un trompo en la cabeza de otro trompo).


Lo tradicional 


El runcho (runrún o zumbador) era otro juego popular entre los niños cucuteños,  que se hacía con botones o tapas de gaseosa o cerveza, de una manera muy fácil: se aplanaba la tapa y con una puntilla se le hacían dos orificios a igual distancia de su centro, atravesando un cordel formando lazo alrededor de este, que se enrollaba con los dedos y se estiraba para hacerlo girar. Se podía competir enfrentando los runchos para intentar cortar la cuerda del oponente. 

El yoyo también estuvo de moda entre niños, jóvenes y adultos, donde lo divertido, además de enrollarlo y desenrollarlo, era hacer el mayor número de figuras con la cuerda, llegando a existir campeonatos y personas que viajaban por diferentes ciudades mostrando sus destrezas con este sin igual juguete. 
 

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Las niñas solían inclinarse por el juego de Jax, que consiste en tirar estas pequeñas piezas plásticas e irlas recogiendo mientras rebotan una pelota,  primero de a una, luego dos y así sucesivamente, aumentando el grado de dificultas y la variante del juego. 

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Los niños por su parte se inclinaban por las canicas (pipas o metras se le decía en Cúcuta) en una variedad de juegos en el suelo, generalmente de arena, como la culebrilla, el hoyo, el círculo y el triángulo, poniendo en estas dos últimas las que querían apostar, para lo cual los jugadores se paraban a cierta distancia, detrás de una línea demarcada y desde ahí lanzaban. El que quedaba más cerca de la figura con la que se estuviera jugando empezaba a sacar las canicas a ‘cucheple’ (pegar con el dedo índice, que se entrelaza con el pulgar) y ganaba el que más canicas lograba sacar.

Yermis fue un juego igual de tradicional en esta ciudad y el resto de Colombia, que consiste en derrumbar una torre conformada por alrededor de 10 tapas de gaseosa, que llevan a cabo dos equipos, uno defensivo que se encarga de intentar armas la torre, y otro ofensivo que debe derrumbar la torre e impedir que sea armada nuevamente.
 

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Los juegos de mesa ofrecían una buena alternativa para compartir en familia como la pirinola, que era toda una aventura ya que al hacerla girar se podía perder o ganar al mostrar cualquiera de sus seis caras: pon 1, pon 2, toma 1, toma 2, todos ponen o toma todo. El ganador del juego es aquel que ha obtiene el mayor número de monedas o lo que sea que se esté apostando. 

El parqués fue y sigue siendo uno de los juegos preferidos por los habitantes de la capital de Norte de Santander, indicado  para escapar del tedio y pasar unas horas divertidas, que se puede acompañar con una bebida refrescante y un buen tazón de palomitas de maíz.

El ajedrez, el cacho que se juega con dados, el dominó, las damas chinas, el bingo, la lotería, el póker, la baraja española, Monopoly, han tenido auge, pero eso fue antes de las consolas de videojuegos, los teléfonos ‘inteligentes’ y demás dispositivos electrónicos que irrumpieran  para quedarse en la cotidianidad familiar y social, con nuevas generaciones que incluso no conocen cómo se divertía la gente antes.  

 

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