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Cúcuta
Las gitanas del Parque Santander dejaron la ‘suerte’ a un lado
Expertas en la práctica de la quiromancia era habitual verlas ataviadas de vaporosos trajes de mucho colorido, collares y pulseras que junto a un maquillaje acentuado le daban un aire de misterio y sensualidad.
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Eduardo Bautista
Eduardo Bautista
Domingo, 30 de Abril de 2023

 

El Parque Santander fue por décadas el espacio donde las gitanas ofrecían leer la suerte en las líneas de la mano a distraídos transeúntes camino a sus trabajos o diferentes diligencias en el corazón comercial de la muy noble ciudad de Cúcuta.

Expertas en la práctica de la quiromancia era habitual verlas ataviadas de vaporosos trajes de mucho colorido, collares y pulseras que junto a un maquillaje acentuado le daban un aire de misterio y sensualidad.


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Ese era el gancho para que las gitanas, algunas mayores y otras muy jóvenes y hermosas, atraparan la atención de sus clientes, hombres y mujeres que no resistían la tentación de conocer un poco lo que les depararía el futuro en asuntos de dinero y amor.

Las gitanas del parque estuvieron muy activas especialmente durante los años de la bonanza del bolívar, cuando los venezolanos venían a gastar a manos llenas, figurando entre sus principales clientes, a quienes además de leer las líneas del corazón, de la cabeza, de la vida, del destino y línea de marte, les vendían esencias para mejorar la suerte y atraer a la pareja deseada.

Gitanas del parque Santander de Cúcuta

 

Ellas hacían parte de los gitanos llegados a la frontera hace más de medio siglo, que un día decidieron cambiar las carpas donde pasaban sus días y noches de vida nómada, para asentarse, inicialmente en el barrio San Luis y cuando se empezó a poblar el occidente, en la primera etapa de Atalaya, estando entre los primeros habitantes de lo que en la actualidad es una pujante ciudadela de Cúcuta.

 Se organizaron como comunidad, descendientes como son de los romaníes, un pueblo al que los estudiosos del tema señalan como lugar de origen la zona noroccidental de la actual India, cuyo idioma está dentro de la familia del sánscrito, quienes en una primera oleada, hacia el Siglo IX, migraron por la invasión musulmana a India, y una segunda migración se produjo hacia el Siglo XIII, como resultado de las conquistas del pueblo mongol.


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Expertos indican que los gitanos o romaníes acosados por las hambrunas, las invasiones y las guerras, además del deseo de mejores oportunidades, llegaron a Europa a finales del Siglo XIV y de allí migraron a otros países, e inclusive a América por la persecución de las monarquías en el Viejo Continente.

Otros estudiosos consideran que los gitanos que llegaron a Europa no habrían salido de la India como un grupo uniforme, sino que hacían parte de distintas tribus que se casaron entre sí, después se mezclaron en Persia  y allí formaron un pueblo denominado Dom o Rom, y gran parte de ellos prosiguieron el desplazamiento hacia tierras europeas, un camino lleno de obstáculos al ser víctimas de rechazo, racismo, represión, esclavitud y ser asesinados en masa durante el holocausto nazi.
 
En la actualidad se dice que hay 12 millones de gitanos en el mundo en países de Europa, América y algunas partes de Asia y Oceanía. En Latinoamérica las comunidades de gitanos más conocidas están en Brasil, Argentina, México, Colombia y Chile.


 

Gitanas del parque Santander de Cúcuta
 
En la capital

En Colombia hay unos 6.000 gitanos aproximadamente, quienes se han desplazado por diferentes regiones del país vendiendo sus artesanías, negociando con caballos, instalando sus tiendas o carpas donde se lo permitían, algunos dejando paulatinamente la vida nómada de sus antepasados para instalarse y echar raíces en pueblos y ciudades por diferentes razones, entre ellas la violencia.
 
Viven en casas arrendadas, como en la primera etapa de Atalaya, porque “los gitanos no compramos casas”, dice Juan  Ernesto Gómez, uno de los patriarcas de esta comunidad Rrom, representante legal de la ‘cumpaña (comunidad) gitana de Cúcuta’, quien los lidera ante el Gobierno nacional en razón a tener Plan de Desarrollo propio y estar constituidos y reconocidos como grupo étnico desde 2011.


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Juan dice que según un censo, aplicado por el Ministerio del Interior, hay 297 personas, pero además se integran otros gitanos que llegan por la condición de frontera de Venezuela y se instalan en Cúcuta, Villa del Rosario y Los Patios, por lo que llegan a ser alrededor de 350 gitanos. 

“El trabajo de nosotros es el negocio informal, con ventas en la calle de artesanías, sombreros, bolsos, correas, y salimos a trabajar todos los días a buscar el sustento, viajando algunos a los pueblos y otras ciudades”.

Confiesa que sus antepasados eran errantes, “ya  no lo somos, hace algún tiempo dejamos de serlo y estamos establecidos en esta ciudad. Aquí llegaron hace más de 40 años unas personas gitanas, al barrio San Luis y Atalaya, prácticamente fundadores de esa primera etapa del barrio”.

El representante legal dice que se ha ido perdiendo parte de la cultura ancestral, como la lectura de la suerte, que tuvo arraigo en Cúcuta y que aún se hace en algunos lugares del país, y van quedando rezagados oficios como la fabricación de pailas y otros elementos de cobre, la compra y venta de caballos y mulas especialmente en zonas rurales, y se mantienen trabajos como calzado, marroquinería y algunas confecciones. 

Sin embargo, los gitanos tienen características que los distinguen como un dialecto propio, el apego al trabajo, vivir en comunidad como lo hacían cuando eran nómadas y dormían en carpas o bajo las estrellas, logrando integrarse a las demás comunidades sin ningún conflicto por ser personas de paz.

La difícil situación económica en Venezuela obligó a muchos gitanos a migrar hacia Colombia, desde ciudades como Valencia, Barquisimeto y la población tachirense de Rubio, donde algunos se dedicaban al negocio de los carros usados.


Tras el encierro  

 
La pandemia por la COVID-19 también los afectó “porque nosotros somos personas libres, que no estamos acostumbrados al encierro y al no poder salir a trabajar la situación económica nos dio muy duro y la ayuda del Gobierno fue muy poca”, dice Juan.

En la actualidad están interactuando con entidades de la Alcaldía de Cúcuta y la Gobernación de Norte de Santander, buscando la atención para la comunidad que se traduzca en una mejor oferta de salud, para una población con el mayor porcentaje de adultos que sobrepasan los 50 años, los más jóvenes que requieren oportunidad de trabajo y los niños que son la generación de relevo, por lo que reclaman mayor inclusión en educación y en la implementación de programas económicos que ayuden a la economía familiar de la comunidad  gitana.


Una celebración especial

Los gitanos de Cúcuta se suman cada año a la celebración, el 8 de abril, del Día Internacional del Pueblo Gitano, para mostrar el orgullo de su etnia y reivindicar el derecho al reconocimiento y a la igualdad.

Ese día se reúne la ‘cumpaña’, dando inicio a los actos protocolarios entonando el Himno Nacional Gitano y el Himno Nacional de la República de Colombia, palabras alusivas a la conmemoración y una fiesta que incluye comida y bailes autóctonos que recuerdan la grandeza del pueblo romaní.

Las familias comparten platos especiales de su gastronomía como cerdo al horno, una comida ancestral; la sopa de tomate que acompañan con carne de cerdo; el  sarmi que es un preparado con carne molida en pimentón o en repollo y azafrán.

De postre sirven el sabiaco que es un pan especial preparado por personas de la comunidad y que lleva queso, mantequilla, crema de leche, arequipe, uvas pasas, que hace la delicia de los niños, mientras los adultos se entregan al baile  flamenco, que ejecutan las mujeres usando sus atuendos típicos como vestidos largos y prendas doradas, todo en un ambiente de alegría y camaradería gitana.
 

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