Viernes, 31 de Octubre de 2014
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Faltaban únicamente quince minutos para finalizar el clásico del oriente
colombiano, y el empate sin goles estaba dejando al Cúcuta Deportivo y
al Atlético Bucaramanga con posibilidades serias de avanzar a la
siguiente fase.~
jairo.navarro@laopinion.com.co

Faltaban únicamente quince minutos para finalizar el clásico del oriente colombiano, y el empate sin goles estaba dejando al Cúcuta Deportivo y al Atlético Bucaramanga con posibilidades serias de avanzar a la siguiente fase.
Los hinchas cucuteños rumoraban la débil presentación de su equipo, y algunos ya se preparaban para evacuar las tribunas del estadio General Santander que ese día lucía más lleno de lo habitual.
Dos sonidos secos provenientes de la calle llamaron la atención de los aficionados que estaban en la tribuna norte. Lo que siguió, marcó un antes y un después en la vida de David Emilio Barbosa, uno de los casi 12.000 fanáticos que llegaron a alentar al Cúcuta Deportivo.
“Cuando sonaron los disparos en la calle nos asomamos desde arriba a mirar qué ocurría. La Policía disparaba al suelo para apurar la salida de los hinchas del Bucaramanga. En ese momento casi hace el gol el Cúcuta y todos volteamos a mirar nuevamente a la cancha”, recuerda.
Y el otro pasaje de lo ocurrido cuando los agentes antidisturbios lanzaron perdigones es el siguiente: “Cuando volví la mirada hacia la calle, sentí que algo me golpeó en la cara. Me toqué el rostro y sentí una pelota. Creí que tenía el ojo en la mano”, relata desde la sala de su casa David Emilio, que ahora pasa prácticamente todo el día recostado en su cama sin posibilidad de hacer ninguna actividad.
Un auxiliar de la Policía lo cargó hasta la carpa de la Defensa Civil donde le lavaron el ojo para luego llevarlo al Hospital Universitario Erasmo Meoz. Todo el tiempo David Emilio tuvo en la mano el perdigón que lo golpeó, hasta que en el centro hospitalario se encontró con su hermana y se lo entregó.
El hincha, de 28 años, conducía un taxi y así mantenía a sus papás y a su hijo de tres años y medio. Ahora, notablemente afectado en su estado anímico, cuenta que recibe ayudas de sus excompañeros de la empresa de taxis donde laboraba, pero con esto difícilmente puede suplir lo que reunía para los gastos de la casa.
“La vida me cambió después de esto. No puedo trabajar y de mí dependen mis papás y mi hijo. No sé en qué momento se me dañó así la vida”, sostiene.
Johana Barbosa, hermana de David Emilio, está al frente de los trámites para buscar una respuesta a este hecho, que considera infame e irrepetible.
Después de lo ocurrido acudió a la Defensoría del Pueblo en busca de orientación para proceder, y allí le recomendaron entregarle el poder a un abogado para que agilizara las cosas.
Luego, estuvo en la Policía Metropolitana de Cúcuta (Mecuc) para tratar de hablar con el mayor Misael Ortiz, oficial que estuvo a cargo de los operativos la noche del 13 de octubre en el estadio, pero sus intentos fueron infructuosos.
“Me pidieron los datos y me dijeron que un comandante se iba a poner en contacto para conocer lo sucedido, pero han pasado dos semanas y no me han llamado”, enfatiza Johana.
A la espera de una llamada, la hermana de David Emilio recibió un escueto correo electrónico de la Policía donde le manifestó que el 10 de noviembre de este año recibiría una respuesta.
“Unos policías estuvieron en mi casa tomándonos unos datos, pero no quisieron seguir a ver el estado de mi hermano. Después de eso nadie ha venido a preguntar por él, no se han preocupado por su salud”.
David Emilio tiene cita el martes para programar la cirugía y de esta manera removerle el ojo derecho, pues la infección puede afectarle el izquierdo.


Faltaban únicamente quince minutos para finalizar el clásico del oriente colombiano, y el empate sin goles estaba dejando al Cúcuta Deportivo y al Atlético Bucaramanga con posibilidades serias de avanzar a la siguiente fase.
Los hinchas cucuteños rumoraban la débil presentación de su equipo, y algunos ya se preparaban para evacuar las tribunas del estadio General Santander que ese día lucía más lleno de lo habitual.
Dos sonidos secos provenientes de la calle llamaron la atención de los aficionados que estaban en la tribuna norte. Lo que siguió, marcó un antes y un después en la vida de David Emilio Barbosa, uno de los casi 12.000 fanáticos que llegaron a alentar al Cúcuta Deportivo.
“Creí que tenía el ojo en la mano”
“Cuando sonaron los disparos en la calle nos asomamos desde arriba a mirar qué ocurría. La Policía disparaba al suelo para apurar la salida de los hinchas del Bucaramanga. En ese momento casi hace el gol el Cúcuta y todos volteamos a mirar nuevamente a la cancha”, recuerda.
Y el otro pasaje de lo ocurrido cuando los agentes antidisturbios lanzaron perdigones es el siguiente: “Cuando volví la mirada hacia la calle, sentí que algo me golpeó en la cara. Me toqué el rostro y sentí una pelota. Creí que tenía el ojo en la mano”, relata desde la sala de su casa David Emilio, que ahora pasa prácticamente todo el día recostado en su cama sin posibilidad de hacer ninguna actividad.
Un auxiliar de la Policía lo cargó hasta la carpa de la Defensa Civil donde le lavaron el ojo para luego llevarlo al Hospital Universitario Erasmo Meoz. Todo el tiempo David Emilio tuvo en la mano el perdigón que lo golpeó, hasta que en el centro hospitalario se encontró con su hermana y se lo entregó.
El hincha, de 28 años, conducía un taxi y así mantenía a sus papás y a su hijo de tres años y medio. Ahora, notablemente afectado en su estado anímico, cuenta que recibe ayudas de sus excompañeros de la empresa de taxis donde laboraba, pero con esto difícilmente puede suplir lo que reunía para los gastos de la casa.
“La vida me cambió después de esto. No puedo trabajar y de mí dependen mis papás y mi hijo. No sé en qué momento se me dañó así la vida”, sostiene.
“No se han preocupado por él”
Johana Barbosa, hermana de David Emilio, está al frente de los trámites para buscar una respuesta a este hecho, que considera infame e irrepetible.
Después de lo ocurrido acudió a la Defensoría del Pueblo en busca de orientación para proceder, y allí le recomendaron entregarle el poder a un abogado para que agilizara las cosas.
Luego, estuvo en la Policía Metropolitana de Cúcuta (Mecuc) para tratar de hablar con el mayor Misael Ortiz, oficial que estuvo a cargo de los operativos la noche del 13 de octubre en el estadio, pero sus intentos fueron infructuosos.
“Me pidieron los datos y me dijeron que un comandante se iba a poner en contacto para conocer lo sucedido, pero han pasado dos semanas y no me han llamado”, enfatiza Johana.
A la espera de una llamada, la hermana de David Emilio recibió un escueto correo electrónico de la Policía donde le manifestó que el 10 de noviembre de este año recibiría una respuesta.
“Unos policías estuvieron en mi casa tomándonos unos datos, pero no quisieron seguir a ver el estado de mi hermano. Después de eso nadie ha venido a preguntar por él, no se han preocupado por su salud”.
David Emilio tiene cita el martes para programar la cirugía y de esta manera removerle el ojo derecho, pues la infección puede afectarle el izquierdo.