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Viviana Araque Mendoza, nueva presidenta ejecutiva de Bancamía en Colombia
Tras dos años y medio como vicepresidenta para el Desarrollo Productivo de Clientes de la entidad, Viviana asume la presidencia ejecutiva.

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Viviana Araque Mendoza, nueva presidenta ejecutiva de Bancamía en Colombia
Tras dos años y medio como vicepresidenta para el Desarrollo Productivo de Clientes de la entidad, Viviana asume la presidencia ejecutiva.
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Miércoles, 16 de Noviembre de 2022

La Junta Directiva de Bancamía, entidad de la Fundación Microfinanzas BBVA, designó a Viviana Araque Mendoza como nueva Presidenta Ejecutiva del Banco. La nueva líder de la entidad, quien desempeñaba el cargo de vicepresidenta para el Desarrollo Productivo de Clientes desde marzo de 2020, es Administradora de Empresas, con posgrado en Gerencia Financiera de la Universidad Javeriana, y cuenta con un Programa de Desarrollo Directivo del INALDE Business School.

Con más de 20 años de experiencia en el sector financiero, Viviana tiene una amplia trayectoria en el desarrollo de estrategias comerciales, de equipos de ventas, mercadeo y canales de distribución, adquirida en los sectores bancario y asegurador, en diferentes entidades como el Banco de Bogotá y Seguros Falabella, que se complementa con los grandes aportes que ha realizado en los últimos años de su gestión en Bancamía, en los que ha mostrado su compromiso por los microempresarios del país, a través de avances estratégicos en torno a la digitalización, la presencia del banco en todos los departamentos de la geografía nacional, el fortalecimiento del portafolio de productos y servicios, junto a procesos clave de innovación para estar cada vez más cerca de los clientes.


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La nueva Presidenta recibe a Bancamía con más de 1,5 millones de clientes, y de los que tienen créditos, el 55% son mujeres, el 43% viven en zonas rurales, el 87% son vulnerables desde el punto de vista de sus ingresos y el 39% tienen educación primaria a lo sumo, realidades por las que el banco ha trabajado durante 14 años para romper barreras y generar desarrollo productivo a través de procesos de inclusión financiera, una oferta de valor creada para suplir las necesidades de las poblaciones de menores ingresos e iniciativas que van más allá de lo financiero, con estrategias que trabajan por la transformación digital, la innovación, la ruralidad y la equidad.

“Tenemos un gran propósito misional y un fuerte motor por el que debemos seguir avanzando en nuestro país: el desarrollo productivo de los microempresarios. Por ello, seguiremos trabajando muy fuerte en la inclusión de los más necesitados porque tenemos una apuesta decidida por el progreso de las microempresas, que va mucho más allá de lo financiero y se refiere a un acompañamiento que les permita desarrollar mejor sus habilidades para que hagan más sostenibles sus negocios, lo que les brindará calidad de vida a sus familias”, manifiesta Viviana Araque Mendoza, nueva presidenta ejecutiva de Bancamía.

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A medida que el dólar se fortalece, las importaciones se vuelven más caras, lo que obliga a las empresas a reducir sus inversiones o gastar más en importaciones cruciales.

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El dólar estadounidense está en una racha, fortaleciéndose en alrededor del 11 % desde el inicio del año y, por primera vez en dos décadas, alcanza la paridad con el euro.

De hecho, un número abrumador de las principales monedas se han depreciado frente al dólar, con grandes repercusiones para el mundo en desarrollo. Dada una serie de titulares, me gustaría describir algunas de las consecuencias clave que tiene un dólar fuerte en los mercados emergentes.

En primer lugar, ¿por qué se aprecia el dólar?

El dólar se está fortaleciendo principalmente porque existe una fuerte demanda de dólares. Las perspectivas económicas de la mayoría de las economías apuntan a una importante desaceleración. Mientras tanto, la guerra en Ucrania ha generado un enorme riesgo geopolítico y volatilidad en los mercados. Además de eso, una inflación histórica ha llevado a la Reserva Federal de Estados Unidos a aumentar las tasas de interés de forma agresiva.


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Estos factores, entre otros, están impulsando una huida en búsqueda de seguridad: los inversionistas abandonan Europa, los mercados emergentes y otros lugares para encontrar un refugio seguro en activos denominados en dólares estadounidenses, lo que obviamente exige tener dólares para comprarlos.

Esto no es un fenómeno nuevo. La invasión de Ucrania ha dado lugar a una apreciación inicial del dólar estadounidense frente a las monedas de los mercados emergentes, mayor a las apreciaciones relacionadas con la reacción a la reducción paulatina de liquidez de 2013 (i) y acontecimientos anteriores vinculados con conflictos en los que participaron exportadores de petróleo.

El mercado sigue esperando aumentos rápidos de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal. En situaciones similares de alzas rápidas de las tasas en el pasado, los mercados emergentes han enfrentado crisis. Este fue el caso de la “década perdida” en América Latina en los años ochenta, y la crisis del “tequila” ocurrida en la década de 1990 en México (que luego se extendió a Rusia y Asia oriental). 


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Preocupaciones por la deuda

Así que, partiendo de esa base, es de esperar que se produzcan más tensiones en el ámbito de la deuda soberana,  que ya es un problema.

Muchos países, especialmente los más pobres, no pueden contraer préstamos en su propia moneda por el monto o los vencimientos que desean. Los prestamistas no están dispuestos a asumir el riesgo de recibir el pago en las volátiles monedas de estos prestatarios. 

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En cambio, estos países suelen tomar préstamos en dólares, comprometiéndose a reembolsar sus deudas en dólares, independientemente del tipo de cambio. Por lo tanto, a medida que el dólar se vuelve más fuerte en relación con otras monedas, estos reembolsos se tornan mucho más caros en moneda nacional. Esto es lo que, en la jerga de la deuda pública, se llama el “pecado original”.

Entonces, ¿quién está en mejor situación? La proporción de la deuda denominada en dólares es relativamente baja entre los países de Asia oriental, y a Brasil le ha ido bastante bien en los últimos meses. 

Este último país se ha beneficiado de las grandes tenencias de dólares del Banco Central, del hecho de que el sector privado parece haberse aislado adecuadamente frente a las fluctuaciones cambiarias, y de que es un exportador neto de productos básicos.

Preocupaciones por el crecimiento

A medida que la Reserva Federal de Estados Unidos incrementa las tasas de interés, otros bancos centrales deben elevar sus propias tasas para seguir siendo competitivos y defender sus monedas. 


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En otras palabras, se debe dar a los inversionistas una razón (mayor rentabilidad) para invertir en un mercado emergente en lugar de trasladar su dinero a activos estadounidenses menos riesgosos .

Esto plantea un dilema. Por un lado, un banco central obviamente quiere proteger la inversión extranjera en la economía nacional. Pero, por otra parte, las alzas de las tasas aumentan el costo de los empréstitos internos y tienen también un efecto atenuador sobre el crecimiento.

Financial Times, citando datos del Instituto de Finanzas Internacionales, informó recientemente que “los inversionistas extranjeros han retirado fondos de los mercados emergentes durante cinco meses consecutivos en la racha más larga de retiros registrada [hasta la fecha]”. Se trata de un capital de inversión crucial que está saliendo de los mercados emergentes y trasladándose a “refugios” seguros.

Por último, una desaceleración interna afectará, con el tiempo, los ingresos públicos y, por lo tanto, podría exacerbar los problemas de la deuda antes mencionados.

Problemas del comercio

En el corto plazo, un dólar fuerte también puede ser un factor de peso en el comercio.  El dólar estadounidense predomina en las transacciones internacionales. Las empresas que operan en economías que no se basan en dólares lo utilizan para cotizar y liquidar operaciones. Solo basta mirar productos básicos clave como el petróleo, que se compran y se venden en dólares.


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Además, muchas economías en desarrollo no influyen en los precios (sus políticas y medidas no afectan a los mercados globales) y dependen en gran medida del comercio mundial; un dólar fuerte puede tener un impacto importante en ellas, a nivel interno, por ejemplo provocando un aumento de la inflación.

A medida que el dólar se fortalece, las importaciones se tornan más caras (en moneda nacional), lo que obliga a las empresas a reducir sus inversiones o gastar más en importaciones cruciales. 

Las perspectivas del comercio a largo plazo son más halagüeñas para algunos, pero en general el panorama es desigual. Sí, las importaciones son más costosas en medio de un dólar fuerte, pero las exportaciones son relativamente más baratas para los compradores extranjeros. 

Las economías basadas en las exportaciones pueden beneficiarse, ya que el aumento de las exportaciones impulsa el crecimiento del PIB y las reservas extranjeras, lo que ayuda a paliar muchos de los problemas que se detallan en este artículo.

Aliviar el dolor

Desafortunadamente, los países tienen pocas opciones para abordar estos problemas en el corto plazo. La mejor manera de enfrentar estas cuestiones es de manera preventiva en vez de reactiva.


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Para evitar la próxima crisis, los países deben actuar ahora para apoyar su posición fiscal y comprometerse con un endeudamiento sostenible.  Incluso en tiempos difíciles, los responsables de formular políticas pueden encontrar oportunidades para alentar la inversión y estimular el crecimiento económico y, al mismo tiempo, reducir las presiones fiscales. 

Por su parte, la comunidad internacional debe hacer más para acelerar la reestructuración de la deuda. De este modo, se contribuirá en gran medida a que los países retomen una vía fiscal más sostenible.

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