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Cultura
“Escribir es mi oficio, mi trabajo, mi diversión, mi tortura… mi vida”
Juan David Correa habló de su vida como escritor y de lo que espera leer de los jóvenes del departamento.
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Jhon Jairo Jácome Ramírez
Sábado, 5 de Agosto de 2017

A Juan David Correa, escritores como Andrés Caicedo, Albert Camus o J.D. Salinger, lo impulsaron a escribir, a buscar esa vida cargada de dolor y placer, alegría y tristeza, realidad y ficción, que solo la escritura puede ofrecer.  

Nacido en Bogotá hace 40 años, es autor de cinco libros, entre los que se encuentran las novelas ‘Todo pasa pronto’ (2007), y ‘Casi nunca es tarde’ (2013), así como la memoria literaria ‘El barro y el silencio’ (2010). Ha trabajado en varios medios del país, como periodista y editor, y durante tres años fue el director cultural de la FILBo, Feria Internacional del Libro de Bogotá. Actualmente es el director de la revista cultural Arcadia. 

A propósito del I Concurso Departamental de Crónica ‘Un Norte para contar’, organizado por la Gobernación de Norte de Santander, la editorial Planeta y el diario La Opinión, Juan David habló de su vida como escritor, del papel que cree que juega la literatura en la memoria y de lo que espera leer de los jóvenes del departamento que se animen a participar en el concurso, del que hará parte como jurado. 

¿Para qué escribir en un país que lee tan poco?

Es una pregunta que parte de una idea implícita y es la de la utilidad de la escritura, sea esta de ficción o de no ficción. El asunto, me parece, es más complejo. Quizás habría que preguntarse por qué no hay más lectores, y no hemos sido capaces, como sociedad, de producir estudiantes autocríticos, que duden, que sean capaces de ejercer sus derechos como ciudadanos. Escribo sin plantearme cuál es el destino cuantitativo de lo que hago: escribo porque en algún momento sentí la desesperada necesidad de prolongar el placer de lo leído; de imitar a las voces que me enseñaron un mundo exterior e interior que no hubiera conocido si no fuera por los libros.

Usted le encarga a la literatura la tarea de recuperar la memoria. ¿Cree que en Colombia hemos optado por olvidar para poder ‘seguir viviendo’ y por eso la novela histórica no es tan apetecida?

La memoria es el gran tema del presente, de nuestro presente. No creo que sea una responsabilidad de la literatura. De lo que sí estoy seguro es de que el pasado es mucho más rico gracias a ella. Es la literatura la que nos ha dado noticias de la intimidad de otras épocas que difícilmente podríamos conocer gracias a otras manifestaciones del conocimiento. Pero la responsabilidad de la memoria no es solo de la literatura, ni su vocación tiene por qué ser esa. Simplemente quienes leemos podemos encontrar e interpretar el pasado también gracias a ella.

¿Le interesaría escribir sobre el conflicto colombiano, más allá de lo relacionado con el narcotráfico en los años 80?

Creo que sí, pero no necesariamente para seguir repitiendo los lugares comunes de los ejércitos enfrentados, o las sangrías a las que hemos sido sometidos. El conflicto colombiano es parte de nuestro ADN, de lo que somos como seres humanos, es inherente a cada uno de nosotros como sujetos de este territorio llamado Colombia. Así que todo lo que escribo, creo, tiene relación con la conflictiva realidad que para bien o para mal me tocó en suerte. 

¿Cómo se hace un escritor, cómo se hace leer, cómo lo reconocen?

No sé cómo se hace un escritor. Siempre he dicho que me siento alguien que escribe, no un personaje llamado escritor, una autoridad, una especie de lugar social que se ocupa gracias a títulos autoimpuestos. Me reconozco como un lector; alguien que ha encontrado una vida, o cientos de ellas, mucho más rica, y dolorosa, triste, feliz, o tranquila, gracias a la lectura. La escritura es apenas una consecuencia natural.

¿Bogotá es la ciudad que quisiera preservar para la eternidad en alguno de sus libros o quiere contar la historia de una ciudad distinta?

La ambición de la eternidad me parece desmedida. Me interesa el lugar en el que nací. En donde vivo. En el que crecí. Cuando escribo invento una ciudad que no existe para nadie más que para mí; el pasado, creo, es una invención y en ese sentido, ser parte de una ciudad que no permanece, que cambia todo el tiempo, que se llena cada vez más de gente, me hace mirarla con curiosidad y querer escribirla, fijarla. 

Una vez se publica el primer libro, ¿se siente la necesidad de seguir escribiendo?

No necesariamente literatura. Escribo todos los días de mi vida como un destino: pero escribo diversos géneros, piezas, artículos, columnas, correos o posts. La escritura es una manera de habitar y llenar los días.

A la hora de escribir, ¿tiene alguna rutina?

Mi rutina es la de un periodista que se sienta todos los días frente a un computador a escribir. Es mi oficio, mi trabajo, mi diversión, mi tortura, mi vida.

Haciendo memoria, ¿ha descubierto el momento exacto en el que sintió por primera vez la necesidad de escribir?

Quizá cuando leí los primeros libros de Andrés Caicedo, Albert Camus, o J.D. Salinger: descubrí que había adolescentes a quienes admiraba por toda su desmesura, tristeza y dolor de existir. Y por su atrevimiento, locura y vida. 

¿Ha pensado en dejar de hacerlo? 

Nunca.

¿Qué libros está leyendo actualmente? 

Viaje al interior de una gota de sangre, de Daniel Ferreira; Stoner, de John Williams; Contra el odio, de Caroline Emcke.

¿Dónde ve su escritura en diez años?

Aquí mismo, en esta pantalla.

¿Con qué libro siente que perdió la batalla y dejó tirado a mitad de camino?

Con muchos. Con cientos de ellos. Soy capaz de salirme del cine y de dejar libros abandonados, no me interesa la literatura como deber. 

¿Autores colombianos que le gusten mucho?

Evelio Rosero, Tomás González.

¿Un autor nacional que siente que no ha sido valorado lo suficiente?

Fernando Molano.

¿Le gusta la crónica? ¿Por qué?

Soy un escritor de periodismo. La crónica es un género privilegiado para quienes creemos que contar la realidad puede ser tan ambicioso como inventarla. 

¿Qué elementos debe tener una buena crónica?

Datos, precisión en los detalles, estupenda escritura y una voz capaz de abrir un mundo para otros.

¿Qué espera encontrar en los textos que harán parte del concurso de crónica de Norte de Santander?

Sentir un territorio y un alma que conozco apenas de manera tímida. Una sola vez he estado en Cúcuta y conozco muy poco esa parte del país.

¿Qué decirle a los jóvenes del departamento para que se animen a escribir?

Que escriban pero que antes lean, que lean mucho, que se harten de palabras y de historias; todo está inventado y solo leyendo se aprende. Después la lucha es conseguir una voz poderosa que hable por uno.

Para ir terminando, como director de la revista Arcadia, cree que un proyecto literario de este estilo, ¿sigue teniendo cabida en el país? 

Tiene mucho sentido, y cabida. Arcadia es un medio en franco crecimiento, que da cuenta, de una manera única, de la realidad con los ojos de la cultura. Lo cual no es poco.

Finalmente, ¿vale la pena apostarle la vida a la escritura?

Claro que sí, con la conciencia de que son mucho más los fracasos que los aciertos. Con la única certeza de estar buscando preguntas, no respuestas.

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