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El éxito íntimo
Se mezclan los sentimientos, los buenos y los malos, para dejar surgir un proceso de hidalguía en cada uno de nosotros.
Domingo, 3 de Julio de 2016

A veces una mirada enciende fuegos dormidos, o una palabra truena furiosa en la mansedumbre del corazón, o suena una canción en el interior, algo así como una sinfonía de primavera. Son las fases de la intimidad desplegando su halagadora y expresiva misión de inspirar. Es el tránsito hacia la dimensión del alma, plena de un sentido de emoción indescriptible: todo es un puente que conduce a la alegría de descubrir los fundamentos de la vida.

Se mezclan los sentimientos, los buenos y los malos, para dejar surgir un proceso de hidalguía en cada uno de nosotros, para exaltar el esplendor del mundo que vale la pena, el que está escondido detrás del telón de las apariencias, anhelante de ser hallado, expectante de ilusiones.

Contradictoriamente, en ocasiones, uno quiere ser feliz y no puede y, en otras, es feliz sin querer; es que el destino se sumó a la partida y trajo cosas y personas para forjar una dicha, o un pesar, para inflamar de esperanza o abatir de duelo y  extraer la enseñanza que se convertirá en el nuevo soporte del porvenir: es un ciclo por demás curioso, del que no podemos escapar pero, sí, hacerlo nuestro aliado.

Entonces entiende uno el significado de lo plural que es la vida, en esa convergencia de todo en un rincón del alma, apto para la reflexión, en ese decurso de la historia personal que avanza incontenible. 

El éxito íntimo está en anticipar los estados de alma y reconocer, intuir, la naturaleza de su amor, o de su duelo, o de aquellos signos de compromiso de su propia estabilidad: si sale airoso, con el espíritu puro, si bota los fardos de su basura, podrá mirar a lontananza y sonreír como las flores, o volar como los pájaros, o correr como las aguas, sin estorbo alguno, para depositarse en la paz interior.  

(Debo decir que desde mi timidez encontré la opción de la ternura y me hice vigente en los sueños y, con la ayuda del destino, ahora aprendí que lo que había hecho no tenía sentido, pero había sido necesario). 

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