La historia de la vereda Agualinda se remonta a 1914, cuando las familias Hernández, Albarracín Camargo y Spiter Lingos se asentaron en lo que en ese entonces era la hacienda El Suspiro. De a poco se fue poblando el caserío con los descendientes de cada una de ellas.
“Su nombre proviene de una quebrada que bajaba cerca. Su cauce era normal, limpio, sin contaminación, era agua linda. Allí existían peces como los panches pequeños, sardinas y otros”, recordó Durley Molina, quien toda su vida ha estado asentada allí.
Sin embargo, debido a la contaminación y el cambio de clima, esa belleza de antaño desapareció, aunque en momentos de lluvias fuertes, suele recobrar el caudal.
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Ahora, así como ha sido desde hace años atrás, la principal actividad económica de los habitantes es la explotación de tierra caliza y la arcilla, pero desde que el servicio de energía llegó el 17 de abril de 1978, con el paso de los años se han instalado algunas empresas avícolas en la zona, que han brindado oportunidades laborales a los lugareños.