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A espaldas de todos
Los  colombianos nos  acostumbramos a las evasivas institucionalizadas de nuestros gobernantes, empezando por los propios presidentes de la República, a la hora de  rendir  cuentas sobre hechos que afectan al  país.
Martes, 20 de Mayo de 2014
Los  colombianos nos  acostumbramos a las evasivas institucionalizadas de nuestros gobernantes, empezando por los propios presidentes de la República, a la hora de  rendir  cuentas sobre hechos que afectan al  país.

Los  fantasmas rondan  sobre los  responsables  de la nefasta  Ley 100,  la  que  convirtió el  servicio  de  la  salud en un  jugoso  negocio,  y  del  que  muy  pocas  familias se enriquecieron y  que  todavía  siguen  llenando  sus arcas  de  devaluados  pesos.

El  surgimiento de  paramilitarismo  se  lo  endilgan a  los  carteles  de  las drogas  ilícitas y las  altas  esferas  de los  poderes  ejecutivo  y  legislativo,  perdieron  la  memoria, políticos  y  gobernantes, se  convirtieron en  hábiles  gambeteadores para  eludir su  responsabilidad.

Las  chuzadas a los  magistrados de  la  Corte  Suprema  de  Justicia y  a  periodistas independientes,  además  de honestos  y  valientes, fueron realizadas quizás  `por extraterrestres, porque sus  ideólogos  se  hacen los locos y siguen campantes en  sus  menesteres  electoreros.

Los  gestores de  los  falsos  positivos,  una  de  las  facetas más  execrables en  la  historia  de  la  violencia  colombiana, no conformes con el  dolor que  le  propinaron a las  madres de  los infortunados jóvenes, están libres,  desarrollan una vida  externa  normal, y  dispuestos a  ordenar  el  silencio de  sus  llantos.

Todo lo ocurrido en nuestra  nación,  así  cause compasión,  repulsión y  hasta  genere solidaridad con los  familiares  de  las incontables  víctimas,  en el  plano internacional,  lo  sentimos  todos,  menos los  que de  una  manera  fría ,  calculada y clandestina, dieron  las  órdenes.

El calvario que padecemos los  colombianos, desde  hace  60 años, y derivado del  conflicto interno, que por  su  propio  desgaste y  degeneración,  clama  por  su  final, de  una  forma sintetizada lo soportamos en  esta  región del nororiente de Colombia.

Los miles  de  galones  de  gasolina venezolana  que  transitan  por  la  ciudad, desde Puerto  Santander,  con  destino al  sur  de  Cesar, al  parecer, los carros que  la  transportan,  se  movilizan a  espaldas de los comandantes  de  la  policía,  en  su  orden:  nacional,  departamental,  regional  y municipal.

El lamentable y  repudiable accidente ocurrido en el  municipio de  Fundación,  en  el  departamento de Magdalena, con la calcinación de  los  cuerpos de más  de  30  niños, obliga  a  prender  las  alarmas en  la  ciudad.

Gran parte  de los vehículos que se  utilizan para traer y  llevar el  combustible extranjero,  además  de  estar  en  pésimas  condiciones tecno  mecánicas,  también se  emplean para transportar pasajeros.

Las  estadísticas   señalan que  varios conductores han  perecido en  las   carreteras de los  departamentos  vecinos, al  explotar los obsoletos automotores.

La  pregunta que  muchos nos formulamos y  que  nunca  tiene  respuesta, ¿cómo  es  posible que  el “enjambre” de carros gasolineros, porque sus  conductores  nunca  viajan  solos,  sino  en “manada” , pasen  libremente al  frente de  las  estaciones de policía  de  Ábrego,  Ocaña,  Río  de  Oro, y  del  propio Batallón Santander?  

¿Será necesario que ocurra una  tragedia similar a la  de  Fundación  para que las  autoridades actúen,  como constitucionalmente les  corresponde? No olvidemos que en  el  barrio Santa  Clara y en  la  avenida  circunvalar han  ocurrido accidentes  que  pueden  ser  premonitorios.
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