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La enfermedad nacional
Uno de los pocos presidentes que mereció el tratamiento de Don.
Viernes, 23 de Diciembre de 2016

Don Marco Fidel Suárez fue presidente que, como está ocurriendo ahora, soportó la más agria oposición de un jefe de su propio partido, quien lo acusó de haber vendido el sueldo y finalmente logró lo que había buscado desde el primer momento: la renuncia del mandatario, quien se libró así de la persecución que había emprendido contra él un enemigo que varios años más tarde obtendría lo que mucho había buscado por todos los caminos, incluyendo la calumnia, la Presidencia de la República.

Don Marco Fidel, uno de los pocos presidentes que mereció el tratamiento de Don, que ahora se le otorga a cualquier patirrajado, era hijo natural de una lavandera, lo que en su época era peor que tener lepra. No tener padre legítimo aparecía hasta en la partida de bautizo, donde se colocaba la ofensiva palabra de ‘’hijo natural’’, título que muchos años después desapareció y fue reemplazado por el sencillo tratamiento de “hijo’’ de, con lo cual se acabó odiosa discriminación.

Muchos personajes, incluyendo el alcalde de una capital, se vieron obligados a acudir a los tribunales para lograr que se le reconociera la paternidad de un señor que se negaba a atender sus deberes y se hacía como se dice popularmente ‘’el de las gafas’’ para no cumplir. Muchísimas madres solteras han debido afrontar, a veces solas, el difícil compromiso de criar unos hijos sin ninguna ayuda y únicamente apoyadas en su capacidad laboral. Madres solteras se cuentan por miles y son ejemplo de dedicación, amor y compromiso. Sin ellas, muchos niños vagarían por las calles y no tendrían ni un pan para llevar a la boca. Pero gracias a las madres miles de colombianos tienen y han tenido un apoyo vital como el que tuvo don Marco Fidel, uno de los grandes cultores del idioma. .

¿Por qué razón recuerdo a don Marco Fidel? Por una muy importante y muy actual. El ilustre hombre público fue el autor, para quien no lo sepa, de la famosa frase de que ‘’los colombianos no  se mueren del corazón sino de la envidia’’, repetida varios años después por un famoso ciclista a quien se la atribuyen despistados periodistas deportivos, que no distinguen un balón de un balín.

¿A qué viene el recuerdo? Pues a algo muy actual. El presidente Juan Manuel Santos acaba de recibir uno de los más grandes premios a que puede aspirar un ser humano: el Nobel de Paz, que solo han recibido nueve latinoamericanos. Y que no volveremos a recibir nunca. ¿Y cuál ha sido la reacción? Pues una absurda oposición mediática y mezquina que se manifestó con la absurda afirmación de despistada niñita de que el premio había sido comprado. Es la primera vez que un animal, a quien no quiero llamar colega, sale con semejante chorro de babas, como si el Nobel fuera el reinado de la panela. Lógicamente, los suecos rechazaron la idiotez y le señalaron a la pobre ignorante, movida por la envidia de personaje que está enfermo de odio, que ese galardón no es comprable y que nadie en sus cinco sentidos puede hacer afirmación semejante.

A esta anécdota hay que agregar un detalle ‘’así de chiquitico’’. El papa se tomó el trabajo de reunir a Santos y a Uribe para buscar la paz. Pero es más fácil poner de acuerdo a dos tigres, sobre todo uno enfermo de envidia, que lograr la paz entre esos personajes. Entiendo la pobre actitud de Álvaro Uribe, a quien consideré como buen mandatario hasta el día en que se dedicó a dividirnos, olvidando sus obligaciones como exjefe de todo el país. Dicen en Francia que el papa quiere sacarle ahora el diablo a Uribe, pues está poseído. Pero la envidia mata, o sino que lo diga Caín. GPT

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