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Política y crisis de civilización
Vivimos en Colombia una situación políticamente desafiante.
Sábado, 19 de Junio de 2021

Creía ser catastrofista cuando hace ya unos diez o quince años pensaba que lo que se vivía en el mundo y obviamente en Colombia, no era una crisis más, aunque grave, sino una verdadera crisis de civilización. Lo pensaba entonces, pero me parecía excesivo.

Hoy no dudo que esa es la realidad que vivimos: la innegable y creciente crisis ambiental ante la cual hay una indolencia generalizada que no la confronta con la drasticidad requerida. Se abre un rayo de esperanza con Biden; en Colombia sembrar cien mil o un millón de árboles es una gota de agua para apagar el incendio ambiental desatado por el mar de coca, la minería depredadora, los cultivos y ganados que avanzan selva adentro de la mano de campesinos colonos en lucha por la supervivencia. Y no hablemos de los estragos en Brasil y Bolivia donde la destrucción de la selva amazónica avanza incontenible.

Y es la despiadada desigualdad económica mundial en medio de la abundancia, que empuja poblaciones, ya no para tumbar la selva y saquear a la naturaleza, sino para saltarse las fronteras nacionales que separan al mundo de la abundancia del de una necesidad sin respuesta y de sueños sin futuro. Son negros y árabes, empujados por la necesidad y las privaciones sufridas en sus países. O son centroamericanos y mejicanos que por razones iguales se arriesgan a penetrar la fortaleza norteamericana. Y en ambos casos hay mercaderes de la angustia humana que se enriquecen con la necesidad de los que huyen.

Y es la soberana crisis, igualmente mundial, de la política como la hemos conocido- en sus prácticas y actores, en la institucionalidad de los partidos -. Una política desconectada de los cambios que en los últimos cuarenta años se han dado en las sociedades. Con una economía globalizada donde disminuyó la pobreza pero se desbocó la concentración de la riqueza, nacional y globalmente. Donde los espacios de vida entre familiares y de vecinos, de convivencia y de proyectos compartidos, le cedieron el puesto a un individualismo cerril, humanamente empobrecedor; donde la comunicación directa y “conviviente” fue desplazada por la virtualidad y las redes manipuladas por unos verdaderos profesionales, “los influenciadores”; al borrar las barreras de tiempo y espacio, se redujo a una comunicación entre personas que poco o nada se conocen, empobreciéndola en términos humanos y transformándola en una de alcance universal y en tiempo real.

Hoy se vive, en medio de semejante crisis, el desencanto y la completa desvalorización, aunque mejor podríamos decir, la degradación de la política, de un sistema político que perdió la confianza de los ciudadanos, de los electores que hoy cuando votan lo hacen en general en contra de personas y no en favor de planteamientos que los movilicen, con los cuales se identifican porque interpretan sus necesidades, sus sueños.

Vivimos en Colombia una situación políticamente desafiante: la irrupción de movilizaciones sociales que podríamos calificar de postmodernas, incomprendidas por un sistema político que respondía a los principios de una modernidad superada por las dinámicas sociales en curso, de una juventud y unos sectores medios empobrecidos, rotos con lo existente pero que no encuentran la manera de concretar un espacio político nuevo que le permita a esa movilización precisar sus propósitos, sus objetivos necesarios para o actuar políticamente y alcanzarlos.

Están dadas las condiciones para ello pues existe la urgencia no de refaccionar las viejas y no tan viejas organizaciones políticas, sino de conformar una propuesta novedosa en la manera de entender su sentido, función y operación para adecuarse a la nueva sociedad con los reclamos de sus actores protagónicos, centrado más en términos de vivencias, sensibilidades y nuevos valores de vida y su dimensión natural. En la solidaridad con las minorías y los excluidos; respondiendo más al ámbito de la libertad y responsabilidad individual, y menos a los determinismos de clase. La tarea de su construcción urge y están dadas las condiciones objetivas para ello. Falta la chispa de la decisión personal.

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