En alguna columna anterior les compartía como a la ganadería – principalmente la bovina – se le endilgan toda suerte de inconvenientes, los cuales, precisaba allí, van desde comparar a las vacas con esas inmensas chimeneas emisoras de gases de efecto invernadero, pasando por la censura a quienes nos dedicamos a esa actividad al tildarnos de derrochadores de territorio al emplear millones de hectáreas para su alimentación, o llegando inclusive hasta a proscribir “caprichosamente” el consumo de dos de sus mas importantes derivados como son la carne y la leche.
No va y salgan también perjudicadas las famosas “tres puntá”, tan populares en la Costa Caribe y le tengan que remplazar el “cuero” por el ecológico “neolite”.
Hoy en cambio me referiré a la cruda realidad de “ellas” y de quienes nos dedicamos a su crianza. Me obliga comenzar comentándoles que en el departamento están registrados algo más de 19.000 predios con dedicación ganadera parcial o total y “ojo” con esto; el 70% de esas propiedades tienen menos de 50 animales. Poquitas, muy poquitas ganaderías con 500 o más cabezas de ganado.
El inventario bovino departamental que por la década de los 60s superó inclusive cifra “millonaria”, llegó recién comenzaba este siglo a descender de las 300.000 cabezas. Orden público y ausencia total del estado en el campo fueron sus principales causas.
Hoy, después de habernos recuperado a niveles del medio millón, lamentamos registrar tendencia a la baja con un registro actual de 430.000 cabezas. Aquí cabe precisar que aunque el orden publico tiende al deterioro, es la escasísima rentabilidad y la oferta de forraje en las pasturas, las razones del descenso.
Que la informalidad y el contrabando complejizan aun más la situación…cómo negarlo, en frontera es una constante desafortunadamente cada vez más arraigada y ni las “chafarotadas” de Maduro lo detienen.
No se nos puede olvidar que somos precisamente los ganaderos quienes sufrimos las consecuencias por el permanente riesgo de la entrada de la Fiebre Aftosa desde nuestro desvencijado país vecino. Aun esta zona del país soporta restricciones sanitarias de transito de semovientes al interior de Colombia.
Así como las reservas del acueducto de Cúcuta frente a una interrupción del suministro natural del líquido es de menos de un día [sic], la reserva de alimentos de que disponemos los ganaderos en nuestras fincas es igualmente débil.
Así lo planteará Coganor en las reuniones que la Gobernación viene adelantando en torno a la confección del Plan Departamental de Desarrollo.
Los esfuerzos deben dirigirse en función de alcanzar una ganadería mucho más amigable con el medio ambiente – modelos silvopastoriles -, conservando las aguas de nuestros nacientes, impulsando la asociatividad y proporcionando todos los mecanismos para que cada ganadero aprenda a proveerse de los forrajes que le serán cada vez más escasos en los inclementes veranos que desafortunadamente el ser humano con su torpe manejo de la naturaleza impuso.
Nota 1: Que del pugilato entre Juan Camilo Restrepo y José Félix Lafaurie no seamos los ganaderos de a pie los que salgamos perjudicados.
Nota 2: Los ganaderos celebramos el anuncio sobre el proyecto de reapertura de la plaza de ferias Mariano Ospina Pérez en el marco de un escenario multifuncional que permita toda suerte de exposiciones y apoyos al sector productivo regional.
(*) Presidente de Coganor