Las vidas musical y sentimental de Emilianito y Tomás Alfonso “Poncho”, los reconocidos Hermanos Zuleta Díaz, están muy ligadas a esta ciudad.
Los reconocidos artistas villanueveros, que son el centro de la versión 49 del Festival de la Leyenda Vallenata, que se desarrolla en Valledupar, empeñaron sus corazones a mujeres ocañeras a finales de la década del sesenta, cuando cursaban sus estudios superiores en la capital del departamento de Boyacá.
Como consecuencia de los amores juveniles, Poncho se casó con Cilia Vergel Prada, con quien tuvo un hijo, pero la unión conyugal fue muy efímera. Emilianito inmortalizó su romance con Landys Peñaranda, y de él quedó la canción que lleva el nombre de la musa de los años mozos, y que grabó el acordeonero, autor y cantante de música vallenata más importante de la época, el tri rey vallenato Alfredo Gutiérrez Vital.
Aunque los noviazgos fueron pasajeros, los Hermanos Zuleta Díaz nunca perdieron contacto con la ciudad, bien por los compromisos artísticos o por los amigos que también quedaron de la estadía en Tunja, como el ingeniero agrónomo Pedro Trigos y otros profesionales de apellido García.
Después de amenizar los bailes en casetas o clubes sociales, Poncho y Emilianito acudían a las casas de sus amigos a parrandear hasta que aclarara el nuevo día.
La estrecha relación de los músicos guajiros con esta región produjo una gran cantidad de seguidores del vallenato costumbrista que componen e interpretan, desde que ellos ingresaron al
mundo discográfico nacional.
Son incontables las veces que han llegado y que han deslumbrado a sus fanáticos con las canciones que han inspirado o que simplemente ejecutan con el inmenso talento que heredaron de su padre, el legendario juglar Emiliano, o el Viejo Mile.
De las parrandas que protagonizaron en diferentes lugares de la ciudad, hay guardadas muchas anécdotas, especialmente las que se derivaron de los versos que improvisaron, al calor del licor o de la cercanía de las mujeres bonitas que siempre les han abundado.
Cuando Emilianito estaba anonadado ante la belleza de Landys, para un diciembre del 68, cuando aún no habían incursionado en las grabaciones discrográficas, en casa de don Manuel Guerrero, el acordeonero y autor , para honrar el cumpleaños del anfitrión, lo colmó de versos elogiosos.
El sobrino del cumpleañero, Jorge Casadiego, conocido popularmente como “Canilla”, emocionado por los versos dedicados a su tío, y con varios aguardiente en el pecho, le regaló a Emilianito una chompa fina que recién había comprado en Bogotá, donde trabajaba.
El agradecido verseador, con notas finas arrancadas de su acordeón, le manifestó su gratitud al espontáneo benefactor, no solo mencionando su nombre sino el de sus pequeñas gemelas, las “canillitas”, y con la promesa que grabaría una canción, la que titularía “La chompa”, la que nunca fue incluida en un disco, y que casi cincuenta años después, es motivo de bromas y de mamadera de gallo para el hoy generoso pensionado .
No faltará quien se apresure a afirmar, que el desplante que le hizo el “gago” al exempleado bancario, se lo ha cobrado varias veces su hermano y compadre Poncho, con las tumbadas que le hace con la paga por los toques.