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La “chompa” que nunca sonó
Las vidas de los Hermanos Zuleta Díaz están muy ligadas a esta ciudad.
Martes, 26 de Abril de 2016

Las  vidas musical  y  sentimental de Emilianito y Tomás  Alfonso “Poncho”, los reconocidos Hermanos  Zuleta  Díaz,  están  muy  ligadas  a esta  ciudad.

Los  reconocidos artistas  villanueveros, que  son el  centro  de la  versión  49 del  Festival  de  la  Leyenda Vallenata, que se  desarrolla en  Valledupar, empeñaron sus  corazones a mujeres ocañeras a finales  de  la  década  del  sesenta,  cuando  cursaban  sus  estudios  superiores   en  la  capital  del  departamento  de  Boyacá.

Como  consecuencia de  los  amores  juveniles, Poncho  se  casó con Cilia Vergel  Prada,  con  quien  tuvo  un  hijo, pero la  unión  conyugal  fue muy  efímera. Emilianito inmortalizó su  romance  con  Landys Peñaranda,  y  de  él  quedó  la  canción que  lleva  el nombre  de  la  musa de  los  años  mozos,  y  que grabó el acordeonero,  autor  y  cantante  de  música  vallenata  más  importante  de  la época,  el  tri rey  vallenato Alfredo  Gutiérrez Vital.

Aunque  los  noviazgos fueron  pasajeros, los  Hermanos  Zuleta  Díaz nunca perdieron  contacto  con  la  ciudad, bien  por  los compromisos artísticos o por los  amigos  que  también  quedaron de la  estadía  en  Tunja,  como  el  ingeniero  agrónomo Pedro  Trigos y otros  profesionales  de  apellido García.

Después  de amenizar los  bailes en  casetas  o  clubes  sociales, Poncho  y  Emilianito acudían  a  las  casas  de  sus amigos  a  parrandear hasta  que  aclarara  el nuevo día.

La  estrecha  relación  de los músicos guajiros con  esta  región produjo una  gran  cantidad  de  seguidores del  vallenato costumbrista que componen  e  interpretan,  desde   que  ellos ingresaron  al  
mundo  discográfico nacional.

Son  incontables   las  veces  que   han  llegado y que  han deslumbrado a sus  fanáticos con las  canciones que  han inspirado o  que  simplemente  ejecutan con el  inmenso  talento  que  heredaron de  su  padre,  el  legendario juglar Emiliano,  o  el Viejo  Mile.

De las  parrandas que protagonizaron  en  diferentes  lugares de  la  ciudad, hay  guardadas  muchas anécdotas, especialmente  las  que  se  derivaron de los  versos  que improvisaron, al  calor  del  licor o  de  la  cercanía de las  mujeres  bonitas  que siempre  les han   abundado.

Cuando  Emilianito estaba anonadado ante  la  belleza de Landys, para  un  diciembre  del  68, cuando aún no  habían  incursionado  en  las  grabaciones discrográficas, en  casa de  don  Manuel Guerrero,  el  acordeonero y autor , para honrar  el  cumpleaños  del anfitrión, lo  colmó de  versos elogiosos.

El  sobrino  del  cumpleañero, Jorge  Casadiego, conocido popularmente  como “Canilla”, emocionado por los  versos dedicados  a  su  tío,  y con  varios aguardiente en  el  pecho, le  regaló a  Emilianito una chompa fina que  recién había comprado  en  Bogotá,  donde  trabajaba.

El agradecido verseador, con  notas  finas  arrancadas  de  su  acordeón, le  manifestó  su  gratitud al espontáneo  benefactor, no  solo  mencionando  su  nombre sino  el  de  sus pequeñas  gemelas, las  “canillitas”, y con  la  promesa que grabaría una  canción,  la  que  titularía  “La  chompa”, la  que  nunca  fue incluida   en  un  disco,  y  que  casi cincuenta  años  después, es  motivo de  bromas  y de   mamadera  de  gallo para el hoy  generoso pensionado  .

No  faltará quien se  apresure  a  afirmar,  que el  desplante que le  hizo el  “gago” al  exempleado  bancario, se  lo  ha  cobrado varias  veces  su  hermano  y compadre  Poncho,  con  las  tumbadas que le  hace con  la  paga  por  los  toques.

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