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El sombrero de copa de Don Julio
Era especial esta tradición, con todas las arandelas.
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Lunes, 4 de Julio de 2022

Don Julio se vestía de gala, con sombrero de copa y smoking negro, para esperar a los clientes del Ley de la avenida quinta, quienes buscaban las gangas de un mes que agasajaba sus costumbres provincianas.

Todas las edades de antes pasaron a saludarlo, porque, además de ser una propuesta comercial del viejo almacén, congregaba a la gente a una cita amistosa y ciudadana, esperada durante un año.

Era especial esta tradición, con todas las arandelas, un helado en los escaños, o un papelón, en el parque Santander, antes o después de entrar al Ley, con su correspondiente embolada y los chismes frescos volando.

Don Julio tenía una sonrisa amplia, de buen vecino, y con ella inauguraba las misceláneas a muy buenos precios, o las ganas de mirar cosas, o chinas, cuando el paseo por la quinta formaba parte de la vida cotidiana.

Y era tan familiar como las procesiones, o las retretas, como el saludo cariñoso de “ala” (sin la apatusquería del tuteo), o la reunión en las esquinas, o en las cafeterías como La Araña de Oro o las compras en el Salón Blanco.

Esas cosas bonitas de la ciudad estaban arraigadas en el corazón de los habitantes de un pueblo sencillo, simple, con el alma parroquiana sembrada en su ingenuidad con huellas esplendorosas.

Todo lo de antaño era una afectuosa manera de congregarse en torno a las temporadas, de pipas, de jugar coca, o de cometas, de Don Julio, en fin, que nos hacía amañarnos tanto con las vivencias cucuteñas.

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