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El ocaso de los demócratas
A través de argumentos deshonestos y falsos, el CD, y principalmente su líder, propagan toda clase de prejuicios.
Sábado, 28 de Enero de 2017

No hace falta sacar el diccionario para saber que los verdaderos demócratas no se dejan utilizar como el megáfono de nadie, sino que interpretan los contenidos que los interesados pretenden difundir y los analizan críticamente para hacer un aporte lleno de sentido y valor democrático. Tampoco hace falta tener a la mano el almanaque mundial más reciente para saber que cada vez hay menos demócratas en los países del mundo, y no sólo me refiero a aquellos cuyo sistema de gobierno es la monarquía o donde se establecen totalitarismos y dictaduras radicales. Aquí también incluyo a los países en los que el ejercicio de la democracia se ha reducido al voto periódico, como algunas Naciones europeas, que sin darse cuenta, han entregado más y más poder a individuos, grupos y movimientos que sólo tienen la etiqueta de democráticos porque es la que los hace seguir en la lucha por el poder. 

Es interesante analizar que en países como Suecia e Italia, los cuales han adquirido el deber de frenar cualquier clase de pretensión política de grupos racistas, ultranacionalistas o de extrema derecha, han aumentado el número de escaños y sillas en las oficinas públicas, no sólo locales, sino regionales ocupadas por partidos abiertamente nacionalsocialistas y perseguidores de la igualdad en derechos. Por ejemplo, cuando Stieg Larsson (uno de mis escritores favoritos) escribió sobre Sverigedemokraterna en la primera parte de la década del 2000, el partido sueco era el movimiento más grande por fuera del Riksdag –Parlamento sueco–. Actualmente, el mismo grupo incendiario que ha sido protagonista de escándalos y vocero de iniciativas excluyentes contra sectores de la población, cuenta con 49 de 349 escaños en el mismo Parlamento y con el 10% de los Consejos Municipales. El panorama político sueco cambió estrepitosamente, al igual que el italiano. Afortunadamente, Larsson está muerto y no vivió para verlo.

Sin embargo, no es sólo en Europa con Amanecer Dorado (Grecia), Forza Nouva (Italia) y Sverigedemokraterna (Suecia), entre otros. La popularidad en las urnas de estos partidos de extrema derecha se ha expandido a otras latitudes, como Colombia, con el Centro Democrático. Aunque pueda parecer que hay una gran diferencia entre los primeros y el segundo, comparten una visión de mundo: Conspirativa y ultranacionalista. Además, abogan por lo mismo, la exclusión de minorías en materia de derechos, como los homosexuales; la ‘victoria’ de las familias tradicionales y el matrimonio sempiterno con la Iglesia Católica. 

El novedoso partido, que con sólo cuatro años de historia –cumplidos el pasado 20 de enero–, ha alcanzado más visibilidad y apoyo electoral que cualquier movimiento indígena o afrodescendiente. Gracias a las urnas, el Centro Democrático ha conseguido 39 escaños en el Congreso de la República, y ha conquistado el 8% de los asientos de la cámara legislativa a nivel departamental, además del 14% de las alcaldías. Todo lo ha logrado enviando mensajes equivocados, desinformando e invitando al resurgimiento de la exclusión. Una curiosidad aparte: ¿Por qué los partidos y movimientos menos democráticos siempre llevan la palabra democracia en su nombre? 

A pesar del apoyo electoral que han recibido los partidos de extrema derecha en Europa, es notable que la sola presencia de propaganda antidemocrática es suficiente para generar temor y preocupación entre académicos, periodistas y activistas de la sociedad. La concurrencia a manifestaciones o contramanifestaciones que pretenden “acabar con el lobby gay” o “celebrar la supremacia de un tipo de familia” escandaliza a la población. Pero no en Colombia, en el país sudamericano se celebra con enérgico triunfalismo que se den movimientos y marchas que promueven la exclusión y la multiplicación de prejuicios sin sentido y argumentos deshonestos, como la realizada en agosto de 2016 en diferentes ciudades del país.

Siendo la mentira retórica la principal arma del arsenal mediático del Centro Democrático, sus militantes consiguen confundir y desinformar a la población para ganar apoyo y polarizar. A través de argumentos deshonestos y falsos, el CD, y principalmente su líder, propagan toda clase de prejuicios e invitan a la intolerancia, convirtiendo en enemigo a cualquiera que quiera develar la verdad. Por eso en Colombia, se acabaron los demócratas, y sólo han quedado los cerebros de mosquito que se dejan utilizar como megáfono de las mentiras de un hombre frustrado.

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