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EEUU, China y UE: pulso por el liderazgo mundial
Los chinos con su disciplina y sentido de lo colectivo, clara expresión de su cultura multicentenaria, saben esperar e identificar su interés nacional.
Viernes, 2 de Abril de 2021

Es impresionante apreciar cómo al calor y al ritmo de la pandemia que no termina, va apareciendo con una enorme nitidez el relieve del paisaje político mundial, como sucede en las costas cuando la marea baja y afloran las rocas, las cuevas, los surcos por donde el agua de las olas regresa al mar.

Resurge Europa con sus viejas disputas y egoísmos nacionales, con sus guerras, cierres de fronteras, retenes... Un paisaje triste y destructivo bien conocido que ni el ambicioso proyecto, o mejor sería decir sueño, de la unidad europea, ha logrado cambiar esa "alma europea" que resurge con la fuerza de siempre. Parece que los pragmáticos ingleses con su salida de la Unión Europea están más cerca, más conectados con la realidad que la adocenada y centralista tecnoburocracia supranacional, encerrada en su fortaleza de Bruselas.

Los chinos con su disciplina y sentido de lo colectivo, clara expresión de su cultura multicentenaria, saben esperar e identificar su interés nacional, un aprendizaje viejísimo y sazonado que les permite planear y actuar ordenadamente, haciéndolos más efectivos que cualquier otra sociedad y cultura; no se distraen de sus objetivos mientras construyen pacientemente su capacidad nacional contando para ello con sus propias fuerzas puestas al servicio de los objetivos estratégicos establecidos y garantizados por un Estado fuerte y una sociedad disciplinada, que convierte a la China en una imbatible máquina de desarrollo, que paso a paso y ordenadamente está ocupando el escenario mundial mientras que salen los europeos en medio de desaires, empujones y zancadillas. Y lo realizan en el marco de un régimen autoritario y disciplinado en las antípodas de nuestra democracia liberal individualista.

Y lo más revelador que ha desnudado la pandemia, que ya se conocía pero no en su profundidad y complejidad, es la crisis de la sociedad norteamericana. El binomio Trump - pandemia desnudó las grietas profundas del alma de la sociedad, economía y cultura que durante un siglo dominó el escenario mundial en todas sus dimensiones, presentada y actuando como el faro orientador del Occidente de la libertad, la democracia y la prosperidad de un capitalismo controlado por el mercado. 

El régimen federal norteamericano sitúa el poder en los estados y no en la nación, en Washington, y sus limitaciones se apreciaron tanto en el manejo de la pandemia como en la elección presidencial del pasado noviembre. Mostró entonces profundas debilidades frente a China y aún la fracturada Europa. El suyo es un federalismo extremo que se entrelaza con un enorme individualismo con aires claramente libertarios, que está inscrito en el ADN de esa sociedad que le cierra el camino a la posibilidad de alcanzar un propósito colectivo que genere el correspondiente comportamiento ciudadano.

Esa mentalidad colectiva se remonta al talante religioso y puritano de los primeros colonizadores, a la forma autónoma ("descentralizada" y comunitaria) de la colonización inglesa, fuente de una enorme desconfianza hacia el estado en general y en particular al estado central, a Washington, cuyas intervenciones son consideradas una ingerencia indebida en los espacios de libertad y de libre decisión de los individuos. El resultado, estados federales autónomos con respecto a Washington y ciudadanos contestatarios de la intervención estatal en sus vidas privadas.

Estos pobladores iniciales ("peregrinos") consideraban que el Nuevo Mundo era la tierra prometida para ellos, no así para los aborígenes que fueron perseguidos a muerte ni luego los esclavos negros con cuyo trabajo y sobreexplotación se construyó el fundamento económico del imperio de la libertad individual, en actuaciones y creencias, lejos del poder asfixiante de la monarquía. Esa es la matriz cultural de Norte América que además hizo de la sociedad norteamericana un campo fértil para las iniciativas privadas, pero débil para enfrentar situaciones colectivas que requieren una respuesta igualmente colectiva.

Lo que hoy se aprecia con mayor claridad es la reconfiguración del escenario internacional en todas sus dimensiones, no solo la económica, donde la suerte de los tres principales actores es determinante no solo para ellos, sino para todos. Un desafío central del mundo postpandémico en construcción.
 

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