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David Bonells Rovira
Era aún un párvulo entre quienes habían llegado a poner puntadas en ese tejido de utopías.
Sábado, 9 de Septiembre de 2017

En los años 60 del siglo XX Cúcuta no tenía el ritmo de desarrollo urbanístico que ahora registra. Era una ciudad menos intensa, pero contaba con un movimiento cultural de diversas expresiones de casi cotidiana actividad. Se había fundado el Ateneo del Norte con el objetivo de promover la lectura, estimular la creación artística y jalonar condiciones favorables a otras tareas propias del talento y la existencia de nuestra gente. También estaba en formación el Instituto de Cultura de Norte Santander. Todo eso generaba una dinámica especial. Se hacían visibles los soñadores, los escritores dedicados al cultivo de la literatura en todos sus géneros, incluida la poesía; los pintores, los atraídos por las posibilidades del teatro, en fin, los militantes de saberes y quehaceres del engranaje intelectual de la región y del país. Esa etapa coincidió con la llegada de Eduardo Cote Lamus, quien trajo un aire nuevo al departamento y puso la cultura entre las prioridades oficiales. Cote se movía en los espacios de la política y el escenario de las letras. Mientras agitaba iniciativas para entusiasmar seguidores partidistas ponía en limpio iniciativas destinadas a fortalecer el frente cultural. Estaba convencido de su necesidad y de la importancia de consolidarlo.

Otro aporte fue el de Miguel Méndez Camacho, cuyo pensamiento estaba articulado al conocimiento, con énfasis en la poesía hecha de vivencias terrenales.

Para entonces ya hacía parte de esa órbita David Bonells Rovira. Era aún un párvulo entre quienes habían llegado a poner puntadas en ese tejido de utopías. Sin embargo, no era un transeúnte. Había entrado para permanecer, hacer y ser, para seguir. Ya tenía vuelo y se percibía su acento. Pronto alumbró su primer libro “La noche de madera”, al cual seguiría “Poemas de hojalata”. Era la voz de las vivencias de una travesía con variadas expectativas.

A ese tránsito existencial con caminos de diversos niveles que caen y se elevan teñidos de innúmeros colores, Bonells le agregó su funcional inteligencia y sus conocimientos de profesional estudioso como contribución a la creación de un conglomerado humano que él quería libre de asedios opresores. Sus desempeños en los cargos públicos que asumió dan testimonio de su idoneidad y del temple de su honradez.  La suya fue una función ética y estética, sin titubeos. Y el resultado es óptimo.

El homenaje que esta noche le ofrece la Fiesta del Libro de Cúcuta a David Bonells Rovira es el reconocimiento a la vida de un hombre que honra a la sociedad de la cual hace parte. Sus merecimientos están dados en su obra de poeta y en la función lúcida de intelectual y de profesional con empeños eficientes.

(Palabras en el homenaje a David Bonells Rovira en la XIII Fiesta del Libro de Cúcuta el pasado viernes 8 de septiembre de 2017).

Puntada

No pueden ser pasivos ni indiferentes los colombianos frente a esa recurrente explosión de actos de corrupción. Pero, además, la participación de magistrados de las altas Cortes en esos hechos enloda la justicia y debilita la credibilidad  que debieran tener las instituciones  a las cuales se ha confiado su administración.

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