La población mundial ha venido experimentando una dinámica de migración con estable tendencia urbana y en términos generales sus índices reflejan la adopción de tecnologías que se han desarrollado tanto en la producción de alimentos (revolución verde), como en el manejo de la tierra. Hoy desafortunadamente muchos oficios del campo son realizados por máquinas y complejas moléculas de laboratorio.
Así tenemos que hasta hace solo cincuenta años, alrededor de la mitad de la población del planeta habitaba la zona rural y aunque no lo crean, Colombia hoy hace parte de los países “urbanos”, con un setenta y cinco por ciento de su población asentada en ciudades. Dimos un salto que evidentemente no obedece a los motivos de migración anotados anteriormente. ¡No todos los colombianos “cabemos” en las ciudades!. Millones seremos más útiles trabajando la tierra y generando una verdadera Seguridad Alimentaria Nacional.
Aquí no se maduraron las razones que hoy hacen prósperos a algunos países, que inclusive como Brasil o Chile optaron por una concentración de sus habitantes en las ciudades, pero manteniendo unos niveles de competitividad rural que hacen de ese sector primario de sus economías, parte importante de su poder económico.
Ahora bien, al margen de si estamos o no de acuerdo con las conversaciones de La Habana, será importante frenar ese éxodo de campesinos hacia las ciudades. Colombia es y debe seguir siendo un país agropecuario, el campo debe volver a ser el lugar atractivo y con expectativas socio- económicas que todos deseamos que sea.
En ese sentido, estamos pendientes de los resultados de dos grandes investigaciones: El Censo Nacional Agropecuario y La Misión para la Transformación del Campo. Del primero teníamos 43 años sin actualización y de acuerdo con los primeros datos entregados y a juzgar por el comentario que el Presidente Santos hiciera, respecto a las cifras divulgadas: “En el campo está todo por hacer”, la situación no es nada halagüeña. Ahora, sobre el segundo trabajo y de boca del jefe de misión José Antonio Ocampo, el panorama no es mejor cuando afirma: “La brecha entre el campo y la ciudad va creciendo”.
Es triste, o por lo menos desalentador ver como cada vez más muchachos nacidos en el campo se “preparan” en universidades, pero para nunca más regresar a él. Aquel que se queda pensando en el azadón es porque salió “como durito” para los números. Ni hablemos de las otras propuestas que a diario reciben nuestros jóvenes rurales.
Con políticas claras de desarrollo rural integrado, no hay ninguna razón para que los jóvenes que hoy se educan con énfasis en las destrezas rurales, prefieran las “fortalezas de cemento” a las labores a campo abierto.
Nota: En Tibú ya está comenzando a haber oferta de mano de obra rural “Made in Venezuela”.