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Colombia
Personal de salud, un año en la primera línea contra la pandemia de COVID-19
El 6 de marzo de 2020 se detectó el primer caso de coronavirus en Colombia.
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Colprensa
Colprensa
Sábado, 6 de Marzo de 2021

Cuando David Rodríguez, médico intensivista del Hospital de Méderi en Bogotá, se enteró del primer caso de COVID-19 en el país, estaba en el Congreso Nacional de Cardiología en Medellín. Mientras tanto, el doctor Harvey Neuta, director de urgencias y hospitalización del Hospital Simón Bolívar de Bogotá, y su equipo, se enteraban desde el hospital, como todo el país, por las noticias y los medios de comunicación. 

Y aunque ambos médicos, sus equipos y, en general, todos los médicos del país llevaban días estudiando el virus y preparándose para su inminente llegada, ninguno alcanzaba a dimensionar la magnitud real que tendría en el territorio nacional.

El viernes 6 de marzo de 2020, eran casi las 3:50 de la tarde cuando el ministro de Salud, Fernando Ruiz, que se había posesionado en el cargo apenas tres días antes, le anunciaba al país el primer caso de coronavirus, tras semanas observando con preocupación el recorrido del virus por Europa.

“Hemos confirmado el primer caso de coronavirus en Colombia. Una joven colombiana de 19 años consultó el pasado 3 de marzo a una institución de salud de Bogotá por sospecha de contacto, debido a información referida por una compañera mexicana que manifestó que había sido diagnosticada con coronavirus en Italia”, fueron las palabras del ministro en la rueda de prensa.

Después vino el cambio de la vida: cuarentenas, cierre de colegios, transición al trabajo en casa, entre muchos otros cambios. Pero sin duda alguna, el mayor impacto de la llegada del coronavirus lo sintió el personal de salud.

Para febrero, el personal médico del país ya sabía más o menos lo que se venía, gracias a las imágenes y la información que llegaba del viejo continente. Para el 6 de marzo, muchos hospitales ya trabajaban en sus guías de manejo o contaban con planes de contingencia de atención al virus, pero el primer caso no dejó de impactar en quienes estarían en contacto directo con los contagiados.

“Teníamos claro que era un virus con una alta transmisibilidad, pero no dimensionamos la magnitud que llegaría a tener en el país estos casos de COVID”, recuerda el doctor Neuta.

Pero luego comenzaron a llegar los casos a los hospitales y, aunque en la medida de lo posible todos estaban listos, el miedo era inminente ante el contacto directo con el coronavirus.

El doctor Rodríguez recuerda que ya se habían hecho simulacros para usar los trajes de protección, ya habían ensayado con videos para poder atender a los pacientes y ya tenían todas las rutas de atención establecidas, pero el primer paciente los hizo sentir como si jamás hubiesen atendido antes a otros enfermos.

“Llegó el primer paciente y todos empezamos a decidir quién lo atiende. Nos tocó intubarlo y pensábamos quién lo iba a intubar, cómo lo íbamos a hacer, cómo nos organizábamos. Nosotros intubamos muchos pacientes al mes, pero fue como si nunca hubiéramos intubado ninguno”, recuerda el intensivista.

El doctor Neuta recuerda también que el primer caso de coronavirus llegó a su hospital en marzo. Y nuevamente, aunque el área de cuidado intensivo y el personal se habían estado preparando, el temor era inminente.

“En un principio todos queríamos y sentíamos que era necesario usar muchísimas medidas de bioseguridad y muchísimos elementos de protección personal, porque las imágenes mostraban el uso de una indumentaria con la que muchas veces no se cuenta en el país. Nosotros estábamos con lo básico y obviamente existía un temor”, cuenta Neuta.

El primer caso en su hospital fue un caso único. El hombre permaneció por 15 días en la UCI sin ningún otro paciente en el área. Sobrevivió, y su caso fue todo un aprendizaje del equipo para tratar de entender lo que había que hacer con la enfermedad.

Eso fue, según los médicos, lo más difícil al inicio de esta pandemia. La COVID-19 era una enfermedad todavía muy nueva, había mucha incertidumbre a nivel mundial sobre el manejo que debían tener estos pacientes. Aunque se seguían los protocolos y guías que se habían aplicado ya en otros países, muchos pacientes no respondían al tratamiento.

“La incertidumbre grande para todos los especialistas era cómo enfrentar la enfermedad: qué medicamentos usar, qué tipo de tratamiento emprender con un paciente que estaba haciendo fallas ventilatorias. Los países que empezaron con el virus tenían algunas alternativas, habían dado algún tipo de manejo, pero en la práctica uno veía que los pacientes no respondían adecuadamente a este manejo y muchas veces terminaban en complicaciones o incluso en la muerte”, cuenta el doctor Neuta.

El año de la pandemia ha sido todo un tiempo de aprendizaje para los profesionales de la salud. A medida que ha ido avanzando la enfermedad han ido conociendo e implementando lo que la literatura científica les ha ido indicando sobre el virus, pero aprender los criterios de atención, el plan de manejo y las alternativas terapéuticas para los pacientes fue todo un reto cuando llegó la enfermedad, una que era prácticamente nueva para la humanidad.

Esa incertidumbre en algunos aspectos de la atención incrementó el temor de muchos profesionales de la salud. La llegada del virus aumentó su miedo a enfrentarse a algo desconocido, aumentó su miedo a contagiar a sus familiares. 

Aunque muchos sabían que eran más jóvenes y no tenían enfermedades de base, no había certeza de no contagiarse o no fallecer por la enfermedad.

Pero sumado a sus propios miedos, en los primeros meses de la pandemia, el personal de salud tuvo que vivir el estigma y el rechazo en las calles, supermercados y hasta en sus propios hogares. El desconocimiento y el temor de muchos a la enfermedad los hacía rechazar la presencia y la cercanía con los médicos por miedo al contagio.

“Durante esa época vivimos agresiones de la población: agresiones físicas, agresiones verbales, amenazas, daños a los vehículos, ruptura de vidrios en casas de algunos, discriminación en los supermercados que no nos dejaron entrar. Incluso hubo discriminación en transporte público”, recuerda el doctor Sergio Isaza, presidente de la Federación Médica Colombiana.

Fue avanzando la pandemia y llegaron los meses más duros. Los profesionales recuerdan que mientras se mantuvo la cuarentena los casos eran pocos y el sistema aguantó la situación con normalidad. Pero cuando llegó el mes de agosto, con él llegó también el primer pico de la pandemia, y el personal de salud vivió entonces el mes más duro a lo largo de este año. 

“Nuestro hospital es enorme pero llegaban y llegaban pacientes y los ventiladores se nos iban acabando. Los sitios para acostar pacientes ya eran limitados. No llegamos a decir que no atendíamos a un paciente, pero estuvimos a dos o tres ventiladores de tener que hacerlo”, cuenta el doctor Rodríguez.

Para dimensionar el tamaño de lo que fueron estos meses, Rodríguez recuerda que en los días más críticos llegaron a intubar más de 14 pacientes en 12 horas, cuando en un día normal de trabajo intubaban a uno o dos pacientes por cualquier patología.

“Jamás habíamos visto algo como esto. Llevo más de 10 años trabajando en cuidado intensivo y la cantidad de pacientes ventilados que tuvimos, la complejidad de atención y esa severidad nunca la habíamos visto, o por lo menos no en ese número de pacientes simultáneos”, explica el intensivista. 

A la masiva llegada de pacientes y al exceso de trabajo que supuso el primer pico, se sumó la pérdida de compañeros y el ver cómo el virus empezaba a afectar a sus colegas y sus familias, sin importar todas las medidas y precauciones que se hubieran tomado.

“Aquí en el hospital fallecieron 4 personas: médicos de atención a pacientes, compañeros que hacían turnos con nosotros, que eran el compañero de al lado, que se cuidaron y que tomaron todas las precauciones”, cuenta Rodríguez.

Para el doctor Neuta, y cree él que para todo el personal de hospitales y clínicas, esta ha sido una experiencia emocionalmente traumática. En la red pública donde trabaja fallecieron 12 compañeros: conductores de ambulancia, auxiliares de enfermería, jefes, médicos. Y la experiencia de ser testigos de cómo la enfermedad los complicaba y les causaba la muerte ha sido lo más difícil en este año de pandemia.

“Como personal de salud generalmente estamos acostumbrados a manejar ciertos niveles de estrés y a tener cierta resiliencia frente a las situaciones difíciles, pero esta es una experiencia única y superlativa. Son muchos los pacientes que llegan, entran, se complican, fallecen, o duran mucho tiempo en la unidad de cuidado intensivo y fallecen. Son muchas las cosas que se hacen para salvar vidas y a veces no son suficientes”, cuenta Neuta.

Diciembre volvió a ser otro mes complicado. El doctor Harvey Neuta recuerda que en los últimos días del 2020 y en los primeros de 2021 sintieron nuevamente que la capacidad de respuesta del sistema estaba al borde del colapso, el servicio y el personal ya estaba agotado.

A eso se le sumó la escasez de medicamentos que se vivió a nivel mundial, especialmente en los sedantes, necesarios para que las personas puedan soportar dispositivos médicos de ventilación, sin causar más traumas para los pacientes.

Y es que lo que para muchos son solo cifras de contagios y porcentajes de ocupación, para ellos son vidas que hay que salvar. “Si hay 20.000 casos estamos casi al 100% de ocupación, si hay 3.000 o 5.000 estamos al 30 % o 40% de ocupación”, explica el doctor Rodríguez.

Hoy en día, el panorama es mejor. Mientras en enero, recuerda Rodríguez, tuvieron en promedio 71 pacientes por día en unidades de cuidado intensivo, hoy hay 24 pacientes, una cifra que aunque no es menor, ha significado una caída en la presión hospitalaria y en la presión para el personal asistencial.

Pero si bien hoy tienen más experiencia para tratar la enfermedad, el temor y la carga de trabajo no se van. Las unidades de cuidado intensivo se han convertido en áreas de aislamiento para el personal, las horas de tomar café y almorzar con sus compañeros en su descanso ya no existen, pues sigue latente el riesgo de contagiar a quienes no están en la UCI. 

“Son zonas en las que tienes que estar con un uniforme que te genera un altísimo calor, sudas todo el tiempo. Tienes que ser muy estricto en cómo te acercas al paciente, cómo lo tratas, cómo lo mueves, porque en todo momento está el riesgo de contagio”, menciona Neuta.

Un año después de la detección del primer caso, el personal de salud ve una esperanza en la vacunación. Hace un año no había certeza de cómo tratar la enfermedad y hoy ya varios han sido vacunados y confían en que, en caso de contagiarse, no desarrollarán síntomas graves. En palabras del doctor Neuta, “la vacuna es como irse a la guerra con más provisiones”.  

Sin embargo, su esperanza es también que vacunen a sus seres queridos para intentar verlos tras un año e intentar retomar su vida cotidiana. “No hay otro camino, no hay que hacer enfoque en cierres, no hay que hacer enfoque en nada más que no sea vacunar, vacunar y vacunar”, indica el intensivista Rodríguez.

Los médicos coinciden en que esta pandemia envió un mensaje claro de la importancia del personal de salud y le explicó al país que fortalecer el sistema es una inversión para todos y no un gasto. “El talento humano en salud es el bien más preciado de un hospital, la gente preparada es la que salva las vidas de personas muy enfermas”, dice Rodríguez.

Por eso, hacen un llamado a mejorar las condiciones de los trabajadores del sector, pues hoy todavía muchos tienen contratos por prestación de servicios y falta de garantías en salud y protección. Aunque arriesgan su vida por la pasión a su trabajo, es muy difícil hacerlo sin falta de unas garantías laborales.

Además, tras un año de atención constante, piden que el país ponga sus ojos en atender y reaccionar a la carga emocional y al impacto que ha tenido la enfermedad en ellos. Ahora, esperan programas de salud mental que atiendan las problemáticas emocionales a las que se han visto expuestos en este año del Covid-19.

Para los profesionales de la salud, claramente no ha sido un año fácil, pero ha sido una muestra de la capacidad de nuestras instituciones y de cómo el país puede sobrellevar una situación que no se había vivido en la historia reciente.

“Nunca tuvimos que elegir entre quién atender y quién no. Logramos a nuestra máxima capacidad instalada responder con los requerimientos del país. Dentro de nuestras oportunidades se hicieron las cosas bien”, resalta el doctor Rodríguez.
 

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