
Freddy Alberto Barboza Corredor, es un microempresario caraqueño que paso el fin de semana la frontera con Colombia por la trocha con el propósito de venir a conocer cómo es el comercio en la zona de frontera pero que cuando intentó regresar a su país, de manera legal, no lo pudo hacer porque en San Antonio no hay un equipo para escanear su huella porque la cédula no es suficiente.
“Me dijeron que debía ir al Consulado y cuándo pregunté dónde quedaba, me dijeron que no sabían, lo que me pareció indignante”, dijo.
Contó que se trajo 54 chores de tela para bluyines con la intención de venderlos a $15.000, cada uno, y tuvo que hacerlo por menos de la mitad de precio porque no quería regresar a su país con mercancía.
La situación sirvió para que su dolor de patria se acentuara y con ello la conclusión que sacó es que las elecciones del 6 de diciembre de su país no servirán de mucho porque gane la Mesa de Unidad Democrática (MUD) o el gobierno que preside Nicolás Maduro nada va a cambiar.
Se nota que el producto de la venta de la mercancía se le agota y la necesidad de regresar a su país se acrecienta con el paso de las horas. Su figura delgada y su tono de voz cansado reflejan que anímica y económicamente no está bien. Su conclusión es que sus estudios no le han servido de muy poco.
Su relato es el lamento de un venezolano que cruzó la frontera a vender en el país vecino, en este caso Colombia, el fruto de su trabajo a buen precio, pensando en mejorar su nivel de vida y tuvo que hacerlo a bajo precio para sobrevivir.
Su historia, guardando las proporciones, es similar a la letra de la canción del Lamento Borincano del portorriqueño Rafael Hernández Marín, que cuenta las pobrezas de su pueblo y que con el paso de los años se convirtió en el himno popular y en un éxito en Latinoamérica.
Freddy Barboza salió de su país loco de contento con su cargamento y ahora intenta regresar con las manos vacías y con el sentimiento a flor de piel que la solución de los problemas de su país no está a la vuelta de la esquina.
Microempresarios con problemas
Con su tono cansado de voz señaló que es difícil en su país hacer empresa para las personas que no tienen vínculos con el gobierno o con la oposición.
“Al no tener una palanca para ir al Banco de la Mujer o del Pueblo, Fondo de Desarrollo Agrario Socialista (Fondas) o al Fondo de desarrollo Microfinanciero (Fondemi) para tramitar un crédito uno se queda estancado”, dijo.
“Si uno cuenta con el apoyo del gobierno para tramitar un préstamo usted lo consigue y si lo quiere pagar lo hace o si se lo quiere rumbear lo hace y no se lo cobran porque es un crédito político a cambio del voto electoral”, agregó.
Destacó que esa desidia del gobierno para obligar al cobro de las deudas bancarias es lo que trajo como consecuencia el deterioro del aparato productivo de Venezuela.
Ventas a granel
Señaló que en Cúcuta le llamó la atención la cantidad de gente que se mueve en el sector comercial de Alejandría donde se ven personas que exhiben sus productos hasta en el piso de la calle mientras que en Venezuela los principales centros comerciales tienen algo de mercancía pero no la venden porque no hay ni clientes ni recursos.
“Para hacer una compra en un supermercado uno debe estar, mínimo desde las 3:00 de la madrugada haciendo una fila y ponerse una sello en el brazo para ingresar a las 10:00 u 11:00 de la mañana donde hará otra fila delante de un mostrador para adquirir, con suerte, el o los productos que se necesitan.
Claro que la culpa no es toda de este gobierno, sino también del anterior como también, aunque en menor proporción la oposición, porque entre todos ayudaron acabar con las empresas, es la expresión que dejó en el ambiente este microempresario originario de Caracas.