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El duelo en tiempo de coronavirus: cómo sobrellevar la muerte de un familiar o amigo
No hay espacio para velar a ese ser querido ni hacerle un funeral, o al menos, ver el cuerpo inerte.
Domingo, 24 de Enero de 2021

Perder a un ser querido es quizás uno de los retos más grandes que los seres humanos deben afrontar alguna vez en la vida. La muerte de la pareja, un hijo, un hermano, un amigo o de los padres, puede causar un dolor muy profundo que, en ocasiones, lleva muchos años superar. 

Antes de que el mundo se enfrentara a la pandemia desatada por la COVID-19, despedir a quienes fallecían era un proceso en el que no había restricciones y hacer un velorio era completamente normal en la mayoría de las situaciones. 

Este espacio permitía procesar el duelo de una manera más comprensible y dar consuelo a los familiares, porque tenían la oportunidad de vivir la experiencia de muerte con sus creencias religiosas, acompañados de personas allegadas y dando el último adiós a quien tanto querían. 

Hoy, todo cambió. Quienes pierden a sus seres amados por COVID-19 o alguna condición respiratoria, no tienen permitido el espacio para velar y hacer un funeral, o al menos, ver el cuerpo inerte y abrazarlo, llorarlo o expresarle algunas palabras para dejar salir el dolor que llevan dentro. 

La Opinión conoció la historia de dos personas que desafortunadamente perdieron a sus padres a causa del coronavirus. Vivieron una experiencia totalmente atípica y aún están en un proceso de duelo, donde la unión familiar ha sido la clave para no desfallecer. 

“No hay días en los que no llore”

Andrea Alvarado perdió a su padre, José Joaquín Alvarado, en diciembre de 2020. Ella jamás imaginó que tendría que despedir a su progenitor por la puerta de atrás de la clínica donde se encontraba internado y en donde estuvo luchando por su vida durante varios días. 

No hubo funeral. Fue algo raro porque uno siempre está acostumbrado a estar con la persona, por lo menos a verla en un ataúd y rezar. En el caso de nosotros solo pudimos salir del carro y acompañarlo hasta el cementerio el mismo día que murió”, dijo Alvarado. 

De igual forma, contó que, al momento de recibir la noticia sobre la muerte de su padre, les informaron que solo una persona podía entrar para hacer el reconocimiento del cuerpo, por lo que tuvieron que comprar un traje antifluidos para que uno de sus hermanos ingresara y efectuara el procedimiento, en el cual solo dejan visible el rostro del fallecido. 

Teniendo en cuenta las condiciones actuales de la pandemia, la funeraria lo único que les permitió hacer fue un paseo detrás del carro fúnebre hasta llegar al cementerio, donde las puertas se abrieron solo para permitir el paso del familiar muerto. 

A través de las rejas del camposanto, Andrea y su familia tuvieron que despedir al hombre que les dio vida y los sacó adelante durante muchos años. En medio del doloroso momento, un sacerdote les ofreció algunas oraciones y palabras de consuelo.  

Indicó que, lamentablemente después de todo lo sucedido y en medio del dolor, hubo momentos en los que entre hermanos discutieron, quizás tratando de buscar un culpable, sin entender que el virus puede tocar a cualquier persona.

Si bien es cierto que no pudieron llevar a cabo un funeral, la familia de Andrea decidió hacer un novenario de manera virtual y organizar un acto simbólico con un altar para su ser amado. 

Andrea señaló que lo que más duele es “no poder llevarle flores, no poder limpiar su tumba, eso no tiene nombre. Eso no es entierro”. 

“Es ir a mirar una bolsa totalmente sellada”

Esperanza Arango, al igual que Andrea, perdió a su padre a causa del coronavirus. Para ella, esta fue una experiencia muy dolorosa, especialmente porque su mamá y ella también resultaron contagiadas. 

“Ella estaba bastante delicada y no pudo ir ni siquiera a reconocerlo. Me tocó ir a mí, porque dentro de todo yo ya había pasado el periodo infeccioso, según me dijo el infectólogo”, mencionó  Arango. 

Esperanza sostuvo que este procedimiento lo hizo en aproximadamente dos minutos, resaltando que es muy complejo identificar a alguien que se encuentra en una bolsa totalmente sellada, donde el rostro difícilmente se reconoce. 

“Era un plástico empañado y pues uno mira desde la distancia donde lo dejan acercarse al cuerpo y  uno asume de que, si la clínica dice que ese es, pues ese es”, agregó Arango. 

A diferencia de la despedida que hizo Andrea con su padre hasta el cementerio, Esperanza y su familia tomaron la decisión de esperar a que la funeraria le entregara las cenizas de su ser querido. 

“Es chocante, porque como decía mi mamá, uno entrega una persona y cuando te lo devuelven, te entregan una cajita que son las cenizas. Tú no tienes un proceso de duelo normal”, añadió. 

En el caso de Esperanza, también efectuaron un novenario en honor a su padre. “Uno no se acostumbra. Lo llevas un día y al otro ya no lo volviste a ver. Nosotros a él lo dejamos de ver un 6 de noviembre y él murió el 20 de noviembre. Entonces es un choque para la mente y emocional super fuerte, porque ahí está ese vacío”. 

En diciembre, por recomendación de un profesional, escribieron mensajes para su padre, y siendo las 12 de la medianoche los quemaron como un ritual para empezar a procesar el duelo. 

El proceso del duelo es normal 

Narda Liliana Parra, psicóloga y especialista en duelos, indicó que el proceso del duelo es algo completamente normal luego de la pérdida de un ser querido, destacando que este se divide en 5 etapas.

1. Negación: Es la etapa más complicada, porque aquí al cerebro le cuesta mucho aceptar la pérdida, entonces las personas empiezan a inventarse cosas como que su papá está trabajando y en cualquier momento llega, o que su mamá está de viaje y regresará en algunos días.

“La gente evade la realidad y se concentran mucho más en el trabajo, en el estudio, o se mudan de casa, se van de viaje y llenan la mente de otras situaciones. Esto sucede porque al perder a su familiar por COVID, nunca lo vieron, por lo que es más difícil aceptar la muerte y se quedan en la etapa de la negación”, dijo Parra.

La profesional explicó que, desde su profesión, lo que hacen es ayudar a las personas para que vivan el entierro de manera simbólica. 

“Lo que yo estoy haciendo es decirles a los pacientes que tengan una cajita, la forren y ahí metan cosas de ese ser querido con las que se pueden despedir, ya sea un anillo, una foto, una bufanda. Luego, que sellen la caja y se vayan a un sitio destapado, abran un huequito y hagan una ceremonia de entierro”, dijo la psicóloga. 

Seguido de esto, es recomendable que la familia o la persona que esté alrededor haga una oración o exprese lo que siente en ese momento, como si se tratase de un entierro normal.                                            

De esta manera, indica Parra, va a ser mucho más fácil para el cerebro captar y procesar que efectivamente su ser querido falleció. 

“O que realicen cualquier acto que para ellos sea de rompimiento, por ejemplo, escríbanle una carta a su papá o a la persona fallecida, échenla en una lata y quémenla y así hacen una ceremonia de despido de su ser querido. Todo es simbólico porque como el fallecido no está ahí, todo tiene que ser simbólico”. 

Recalcó que, en estos momentos, es inevitable no llorar, por lo que recomienda a las personas que lloren mucho, pues esto significa que el dolor está saliendo. 

2. Conciencia de la pérdida-ira:  Es cuando la persona va a llorar más, porque el cerebro es forzado a pasar a la siguiente fase, donde se desahoga y deja soltar todo lo que tiene adentro. En esta etapa, la gente empieza a tener alucinaciones, ven fantasmas y piensan que se van a volver locas, pero con el tiempo esas imágenes se van y ya no vuelven más.

“Se siente mucha rabia y mucha culpa, porque esto es una feria de emociones. Les da rabia con los médicos, porque piensan que se equivocaron en los procedimientos. Le echan la culpa hasta al fallecido, porque no se cuidó. Y dentro de esa rabia se echan la culpa a sí mismos, por lo que debieron haber hecho, pero que no hicieron.  Están buscando culpables. Es una etapa de mucho sufrimiento”, recalcó Parra.

Recomienda a las personas que se mantengan cercanos a quienes los quieren y los cuidan, pues el apoyo de amigos y demás familiares será importante para superar esta etapa.        
                                           
3. Depresión: Es una depresión normal, donde la persona casi no llora, pero siente un decaimiento, una fatiga, un adormecimiento. La persona no quiere levantarse de la cama, no quiere ir a trabajar, no le dan ganas de comer y relacionan esto con la COVID-19, porque la gente se siente fatigada. 

Esta es una etapa muy delicada, porque ya han pasado tres o cuatro meses y muchas personas abandonan al que está sufriendo, se cansan de verlo así, y entonces empiezan a presionar y es ahí donde empiezan los conflictos con la familia y los amigos, porque dan consejos que no son sanos, pues no entienden el dolor del otro y no saben que aún, el duelo no se ha superado. 

En esta etapa, es cuando mayor acompañamiento deben tener.

4 y 5. Superación y recobrar la esperanza: En esta última fase, al superar la pérdida, las personas en duelo aprenden a convivir con su dolor emocional en un mundo en el que el ser querido no está. Con el tiempo recuperan la capacidad de experimentar alegría y placer. 

Se asume la realidad de que el ser amado ya no estará con nosotros. La persona se recompone ante la pérdida y reorganiza su vida teniendo en cuenta su ausencia. En esta etapa es común que se produzca un cambio en el modo de vivir y entender la vida.

“A los vivos hay que disfrutarlos vivos. La COVID-19 nos enseñó que debemos disfrutar a nuestros padres, abuelos, amigos y disfrutarlos vivos, porque no sabemos hasta cuándo los vamos a tener con nosotros. Si vamos a dar unas flores o una serenata, es mejor hacerlo en vida”, expresó la psicóloga.

Parra señaló que en caso de que las personas logren identificar la etapa del duelo en la que se encuentran, entiendan que éste es un proceso normal y tal vez sea más fácil ir superándolas.

Recordó la importancia de la familia y amigos, quienes son clave para la superación de este proceso, explicando que, aunque muchas veces las personas se encierran en sí mismos esperando que la solución llegue sola, esto no los va a ayudar. 

Por último, detalló que todos los procesos de duelo son distintos, ya que no es lo mismo el duelo en un niño pequeño, o el que se pasa por la pérdida de un ser muy cercano como un padre, como es el caso de Andrea y Esperanza, o aquellos que pierden a personas lejanas. 


Redacción Deicy Sifontes | deicy.sifontes@laopinion.com.co

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