Karla Mylena Faillace Delgado, coordinadora de la Fundación Selvaviva, quizá tenga una extraña conexión con los objetos hechos en piedra. Ama las rocas, conoce de ellas. Las toca suavemente como si tuvieran vida, aunque sean frías y ásperas.
Entre sus labores se dedica a cuidar de su hija, estudiar licenciatura en Educación Física y Producción Multimedia y aunque en nada se relaciona su carrera con las piedras que colecciona, estas se han convertido en su pasión.
Gracias al emprendimiento pudo crear su propio museo: uno de piedra. Se llama el Museo Chitacomarí y abrió sus puertas desde enero de este año.
Un museo de piedras genera un nuevo paradigma entre la frialdad y la calidez del ser humano. El hallazgo de estas piedras, sin duda, revela la existencia del hombre hace miles de años y, a su vez, visibiliza toda una generación que busca ser educada en torno a las ciencias que aportan identidad e historia, dice.
Sin dudarlo, cree en su propuesta. Tanto, que el jardín de la casa de sus padres es el museo. Aunque para muchos son solo piedras, con un breve recorrido Faillace Delgado le abre los ojos a los chitareros y a los visitantes de otros lugares sobre este valioso legado milenario.
Su logro proviene de aquellas rocas que pocos, como ella, consideran un tesoro ancestral. Son piedras con formas antropomorfas, talladas por los indios chitareros que hace miles de años forjaron estas rocas en el valle de Chitacomar para el procesamiento de semillas, bayas, flores, hojas, frutos, hongos o raíces.
Según Faillace, después de que el hombre tallaba la piedra con sus formas antropomorfas plasmando en ellas todo su conocimiento geométrico y del arte, recolectaba los alimentos, y es aquí cuando la historia de estas piedras cobra vida con la presencia de la mujer y su sabiduría milenaria, al procesar el alimento en armonía con su entorno y la madre tierra para su preservación.
¿Por qué un museo de piedra?
Un día del 2009, un campesino llegó a la casa de los Faillace Delgado con lo que parecía un fragmento de piedra. Aquel objeto en piedra tenía forma de vasija estaba enterrado y había sido removido por una retroexcavadora en un lote vecino.
“Fue así como empezó la historia de este museo. Esta persona, conociendo nuestro interés por la historia de la región, nos dio aviso de que salieron a la superficie unas piedras de moler conocidas como metates”, dijo.
Las piedras son la fortaleza turística de Chinácota si se mira como un patrimonio arqueológico y paisajístico, símbolo de integración. Significan la expresión de diversas culturas que dieron origen a civilizaciones actuales, representan los valores de una identidad cultural que genera a su vez una cohesión social con un elemento propio que destaca la importancia de la mujer y la equidad de género, dijo.
Actualmente, el Museo Chitacomarí, avalado por el Ministerio de Cultura, presenta su colección Arte Lítico Ancestral, que se compone de una muestra de tallas de piedra en granito, basalto, arenisca, caliza y cuarcita, utilizadas para fabricar herramientas y armas, de corte o percusión.
Según Karla, la mayoría de familias en Chinácota tienen una piedra de estas en su casa y son utilizadas como adornos para los jardines o para los bebederos de los animales.
Su idea es poder recuperar estas formas y ponerlas en exposición para generar un potencial de crecimiento en la identidad del habitante mejorando su autoestima al reconocerse como parte activa de la sociedad.
Como el apoyo de las autoridades locales aún no es el más amplio, la cucuteña abrió una pequeña vitrina con pequeñas réplicas a la venta, también se venden comidas rápidas para financiar las futuras muestras del museo.