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Prueba de fuego
~Tras dos años de negociaciones, el proceso de paz que adelanta el gobierno del presidente Juan Manuel Santos con la guerrilla de las Farc entró en cuidados intensivos. A pesar de que en una carta pública fechada en febrero de 2012, la guerrilla se comprometió a no volver a secuestrar, el pasado domingo miembros del frente 34 secuestraron en el corregimiento de Las Mercedes, en el Chocó, al brigadier General Rubén Dario Alzate Mora, comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta Titán, convirtiéndolo en el militar de más alto rango en estar en poder de esa guerrilla en toda la historia de Colombia.~
Lunes, 17 de Noviembre de 2014
~Tras dos años de negociaciones, el proceso de paz que adelanta el gobierno del presidente Juan Manuel Santos con la guerrilla de las Farc entró en cuidados intensivos. A pesar de que en una carta pública fechada en febrero de 2012, la guerrilla se comprometió a no volver a secuestrar, el pasado domingo miembros del frente 34 secuestraron en el corregimiento de Las Mercedes, en el Chocó, al brigadier General Rubén Dario Alzate Mora, comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta Titán, convirtiéndolo en el militar de más alto rango en estar en poder de esa guerrilla en toda la historia de Colombia.~ Tras dos años de negociaciones, el proceso de paz que adelanta el gobierno del presidente Juan Manuel Santos con la guerrilla de las Farc entró en cuidados intensivos. A pesar de que en una carta pública fechada en febrero de 2012, la guerrilla se comprometió a no volver a secuestrar, el pasado domingo miembros del frente 34 secuestraron en el corregimiento de Las Mercedes, en el Chocó, al brigadier General Rubén Dario Alzate Mora, comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta Titán, convirtiéndolo en el militar de más alto rango en estar en poder de esa guerrilla en toda la historia de Colombia.

La decisión de Santos, tomada a media noche luego de una reunión con el ministro de defensa y la cúpula militar, ha sido aplaudida por muchos colombianos que esperaban desde hace tiempo un acto contundente frente a las Farc, quienes han secuestrado al menos 26 civiles desde febrero de 2012.

Al secuestro del general Alzate, se suma el reciente plagio de dos soldados en Tame, Arauca, durante un enfrentamiento con miembros de esa guerrilla. La respuesta de las Farc ante la exigencia del Gobierno de devolverlos fue sorprendente: aseguraron que los soldados no son secuestrados, pues fueron reducidos en combate  y por lo tanto son prisioneros de guerra. “No estamos violando los compromisos adquiridos en La Habana”, afirmaron,  

Si bien es cierto que desde el comienzo, entre las reglas de la negociación se estableció mantener los diálogos sin cese de hostilidades, con estos hechos es inevitable sentir que la guerrilla no se está tomando en serio el proceso de paz. ¿Para qué comprometerse públicamente a no secuestrar si luego no van a respetar su palabra? ¿Qué argumento utilizarán ahora para justificar el secuestro de un general que se desplazaba en lancha, vestido de civil y desarmado?

A pesar de esta regla de la negociación,  para muchos las acciones de las Farc no son propiamente demostraciones de paz  y no es coherente que mientras ellos siguen matando niños, ancianos, indígenas y policías, el gobierno siga sentado en la Habana buscando caminos para ofrecerles mecanismos de justicia transicional que permitan a los líderes de la guerrilla una reducción de penas, el pago de penas con posibilidad de que la reclusión alternativa o incluso su participación en política y su llegada al Congreso.

El presidente Santos no la tiene fácil. Si bien muchos han aplaudido su decisión, muchos otros también lo han criticado por crear ciudadanos de primera y de segunda, por no suspender los diálogos cuando se conoció el secuestro de los soldados en Arauca y sí hacerlo con la desaparición del general Alzate.

Ahora la continuidad del proceso depende de las Farc y de su disposición para liberar a los uniformados como demostración de voluntad para continuar con un proceso que busca acabar con más de medio siglo de violencia.

Hoy el pronunciamiento de los negociadores de la guerrilla desde La Habana dará luces sobre lo que se viene para el país en materia de paz. Pero está claro que es necesario hacer méritos para que la ciudadanía vuelva a confiar en el proceso.

Ojalá, la percepción ciudadana reflejada en las encuestas que se han realizado sobre las negociaciones –en las que más de la mitad de los colombianos ha expresado no creer que los diálogos tenga un final feliz- no termine por convertirse en una realidad.

Sería un triste final para lo que se ha catalogado como la última oportunidad del país de terminar el conflicto por la vía negociada.

Es importante que las Farc demuestren su voluntad de paz y la mantengan a través de sus acciones hasta que se concreten los acuerdos, pues a pesar de la regla de negociar en medio del conflicto, no es difícil saber hasta donde puede llegar la paciencia de los colombianos. Al fin y al cabo, de todos nosotros depende la refrendación de los acuerdos alcanzados en La Habana cuando se firme la paz, y esa aprobación está estrechamente relacionada con el cese de sus acciones violentas.
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