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Cúcuta
Aquellos ratos de amor en las viejas residencias de Cúcuta
Las residencias para encuentros furtivos de amantes ocasionales se mantienen en Cúcuta, muchas de ellas con más de medio siglo de existencia, ‘alcahuetas’ para ese juego de la aventura y el placer prohibido.
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Eduardo Bautista
Eduardo Bautista
Domingo, 23 de Octubre de 2022

Las residencias en Cúcuta no refieren a las viviendas de las familias de la frontera, sino aquellos ‘nidos’ para citas de amor de quienes prefieren lugares clandestinos para consumar sus pasiones aún con el riesgo de ser descubiertos, porque en muchos casos esas relaciones están adobadas con la pimienta de la infidelidad.


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En esta ciudad varios sitios para encuentros furtivos llegaron a ser muy populares en décadas pasadas, cuando aún no se habían hecho populares los moteles, que surgieron en la periferia, más cómodos, modernos, íntimos y que les permiten a las parejas mayor maniobra al escabullirse en busca del deseo, aunque solo sea para un rato de sexo y desenfreno

Muchos de la vieja guardia, generaciones de cucuteños y de personas llegadas a estas tierras buscando mejores oportunidades, cuando todo el movimiento estaba en la zona céntrica y era más arriesgado ese desliz, seguramente recordarán la residencia Santa Fe, en la avenida 6 entre calle 13 y 14, una imponente edificación que sería para la época la más moderna y visitada por la ‘distinguida clientela’.

La piscina Moreno, en San Luis, seguramente será motivo de grata recordación para muchos amantes que tuvieron allí el plan ideal para románticos encuentros, en un espacio bien discreto a orillas del río Pamplonita, nacido hacia mediados del Siglo XX, siendo al comienzo “uno de los lugares de esparcimiento y de mejor reputación de la ciudad”, a decir del cronista Gerardo Raynaud. 
 

residencias antiguas de Cúcuta

 

Existen otros que se han mantenido con el paso de los años, a los que todavía acuden parejas que hacen un alto en su diario vivir para una aventura sexual, en una habitación extraña de una  vieja casona donde el tiempo parece detenido, en la que el mobiliario es el mismo desde hace más de medio siglo cuando abrieron al público, en ese papel de celestinas que cumplen las residencias en la Perla del Norte.


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Residencia La 14 es un ejemplo de esos tradicionales negocios para pasar el rato en pareja, con más de 80 años en funcionamiento, propiedad de Eliseo Cáceres, quien la dejó en herencia a su hija, y ella a su vez vendió al actual propietario.

Allí, Zoilo Flórez, quien suma 70 años de edad y 45 de trabajar ininterrumpidamente en el lugar, es el encargado de abrir la contrapuerta del zaguán que da al patio interior, circundado por las 18 habitaciones que siempre están dispuestas para todos aquellos que las soliciten.

Zoilo también se encarga de cobrar “por adelantado” el servicio de habitación, que es de $20.000 por tres horas, $23.000 si hay televisión y $25.000 si es amanecida. “Todas las piezas tienen baño privado y ventilador y eso sí, muy bien aseadas”, dice el empleado.

Se queja porque cada vez son menos los clientes, dos o tres parejas en días regulares, porque el negocio se afectó desde que inició la pandemia explica, señalando que en el pasado  “hacían cola por una habitación, porque la residencia al quedar en pleno centro, calle 14 entre avenidas 5 y 6, en el barrio La Playa, tenía mucha demanda”.


 

residencias antiguas de Cúcuta

 

Los Pinos, una de las más antiguas

 La residencia Los Pinos nació pocos años después de creada en el barrio El Llano, la iglesia San Antonio de Padua, que data del 1 de enero del año 1927, funcionando en una amplia y solariega casa construida con los avances arquitectónicos de la época, en la calle 10 entre avenidas 10 y 11, donde en la actualidad se concentran las peleterías y venta de insumos para zapatería y tapicería de Cúcuta.

Su cercanía con el teatro Mercedes Ábrego, donde proyectaban cine ´rojo’ (para adultos), la mayoría de las veces películas eróticas italianas, hizo muy popular esta residencia.


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Las parejas iniciaban el flirteo al calor de las escenas subidas de tono en las cómodas butacas, aprovechando la ocasión y oscuridad imperante en la sala, pero una vez terminaba el film, con el deseo y la pasión fluyendo, no tenían otra opción  que refugiarse en Los Pinos a consumar “la aventura erótica iniciada dos horas antes”, relata el periodista y escritor Beto Rodríguez.

Nubia Stella Molina, quien junto a su esposo administran Los Pinos desde 1996, recuerda que fueron contratados por el propietario Gonzalo Pineda, quien también tenía la residencia Palermo, ubicada en la avenida 7 entre calles 9 y 10, en la zona céntrica de la ciudad. 

Al fallecer el propietario, tomaron en arriendo el local a los herederos, manteniéndose por 30 años “en un ambiente familiar, dando atención a clientes, la mayoría viejos pensionados, que han seguido viniendo todos estos años, algunos con la misma pareja de cuando eran jóvenes y otros con mujeres a las que les duplican o triplican la edad”, según Nubia.

Han sido muchas las cosas que han tenido que vivir en este negocio, cuidándose de no dar servicio a todo el que llega  y preferir los clientes de vieja data, aquellos que les han permitido mantenerse en el negocio.

Las anécdotas también son muchas, como la vivida “en 1998, cuando un señor llegó con dos jóvenes argumentando que las encontró en el parque Mercedes Ábrego y quería que se bañaran y durmieran un poco porque le dio pesar que estuvieran en la calle en la madrugada”.

La habitación asignada fue la 15, en el segundo piso de una estructura nueva,  construida para ampliar la oferta de habitaciones y mejorar el servicio, según el relato de Nubia Stella.

Las muchachas efectivamente se fueron a bañar y el hombre se acostó en la cama sin quitarse la ropa, pero en ese momento al parecer le sobrevino un fulminante paro cardiaco. Lo que vino después fue la angustia de las mujeres que lo encontraron sin vida, la presencia de las autoridades a investigar lo ocurrido y el escándalo por la reacción de los familiares del difunto.


 

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‘El Cura’ murió sobre su pareja


Un caso similar ocurrió en Kamarú, en la calle 14 entre avenidas 7 y 8, en el barrio El Páramo, también vigente desde hace más de ocho décadas, siendo una de las residencias icónicas de la Perla del Norte.

Allí un hombre murió en pleno acto, sobre la mujer cuyos servicios había contratado poco antes en el sector, conocido como la ‘antesala del infierno’, donde pululaban jíbaros, ladrones, meretrices, ‘chulos’, expendedores de drogas, estafadores y toda suerte de  personajes del bajo mundo del hampa. 

‘El Cura’, le decían al fallecido, quien era el secretario para la época del Concejo de Cúcuta, por eso el caso tuvo ribetes de escándalo en este municipio fronterizo.
 
Trascendió que el infarto le sobrevino cuando hacía el amor con Sara y habría sido tanta la impresión de la mujer que lo lanzó de la cama y para completar la mala racha el hombre se golpeó en la cabeza con un mueble y se hizo un hematoma. El deceso, según los médicos legistas que conocieron el caso, fue muerte por infarto al corazón”.

“Sara estuvo presa algunos días en el Permanente Central, mientras llegó el dictamen del legista y la soltaron. Sin embargo a esta trabajadora sexual en adelante la llamaron clientes y compañeras de trabajo como la ‘Silla Eléctrica’. Los periodistas de crónica roja se preguntaban en la radio ¿qué tendrá esta mujer conocida como la ‘Silla Eléctrica’, que fue capaz de fulminar a ‘El Cura’ con su alto voltaje”, según el escritor Beto Rodríguez.
 

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