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¿Por qué somos así?
En alguna ocasión un profesor de la universidad nacional disertaba sobre lo que podríamos llamar en nuestro medio la cultura del avivato, para referirse a aquella actitud muy nuestra de infringir la norma, de no seguir la ley y con ello muy probablemente tener dividendos y estar por encima de los que sí respetan la ley.
Sábado, 24 de Noviembre de 2012
En alguna ocasión un profesor de la universidad nacional disertaba sobre lo que podríamos llamar en nuestro medio la cultura del avivato, para referirse a aquella actitud muy nuestra de infringir la norma, de no seguir la ley y con ello muy probablemente tener dividendos y estar por encima de los que sí respetan la ley. Son unas conferencias del profesor de derecho constitucional y columnista de El Espectador Mauricio García, quien expresaba que esa cultura de infringir la ley viene desde las misma colonia, se ha prolongado durante muchos  años de nuestra historia política y ciudadana, y hoy en día sigue teniendo manifestaciones de diversa índole, como la marcha que hubo en el día de ayer encabezada por el ex presidente Uribe para que Colombia se aparte de la decisión de La Haya.

En ocasiones esa infracción de la ley la propician los políticos, y en otras, el ciudadano de a pie. En los comienzos mismos de nuestra historia, un episodio muy nuestro, muy regional comienza con algo de eso. Cuando en el año de 1.828 se iba a celebrar la convención de Ocaña, Bolívar no se desplazó directamente a la provincia para la instalación, sino que prefirió quedarse en Bucaramanga a la espera de recibir información sobre el número de convencionistas que asistirían a su favor y tener la seguridad de ganar.

Sólo cuando el Libertador pudo constatar que el mayor número de convencionistas serían los de Santander, decidió no ir, porque esa falta de mayoría desde luego que no le iba permitir imponer su voluntad para fortalecer una unidad política de tres países que ya estaba resquebrajada.

La convención como tal no pudo sesionar porque el hombre que luchó por la libertad de estos países, decidió disolverla por falta de quórum. Si así fue como iniciamos, y un poco más adelante por ejemplo, ante el temor que le tenía la clase política al general Tomás Cipriano de Mosquera, por allá en los años de 1.860, lo que se nos ocurrió fue la de establecer un período presidencial de apenas dos años, el más corto que se ha existido para un presidente en nuestro país, y lo hicimos no pensando precisamente en las mejores teorías constitucionales para el país, no, lo hicimos para cerrarle el paso a una persona.

Si así redactamos constituciones y leyes, expedimos muchos decretos, y hoy en día también vemos como unos magistrados de la Corte Suprema se pasan de una Corte a otra como si fuera cambiar de equipo de fútbol, pues sólo podemos pensar que esa cultura del avivato, del transgresor de la ley, tiene más vigencia que nunca. O sea que para que nos quejamos de que en nuestra sociedad haya habido personajes como Pablo Escobar, y que cada día, ronden más personajes de esas andanzas.

Y este es un país en el que cada vez vemos importantes autoridades que transgreden la ley, como hace unos meses lo hizo el Presidente Santos, quien le nombró al alcalde de Bogotá una especie de vocero del gobierno nacional, o algo parecido a un alcalde nombrado por decreto, un cargo que no existe, y para colmo le nombró a Gina Parody que fue su rival en las elecciones.  

Y ni hablar las de Petro, que si bien puede llegar a tener razón en que nuevamente el que maneje las basuras de la capital sea otra vez, el de siempre, el empresario William Vélez, definitivamente no va con el talante de un alcalde de la ciudad más importante del país, que con megáfono en mano salga a decir que con la visita de la Superintendencia de Industria y Comercio se tratara de privilegiar la “mafia paramilitar” del país.

Es decir, si esa ha sido nuestra historia, si esa es la actitud de nuestros magistrados de las altas cortes pasándose de una corte a otra, de nuestro procurador reeligiéndose con la cantidad de puestos que tiene a su disposición, si ‘El Bolillo’ le dio bolillo a una mujer, el Presidente nombrando a Gina en un cargo que no existe, el alcalde de Bogotá con actitudes como si todavía estuviera en el M – 19, un expresidente encabezando una manifestación para no acatar un fallo de una corte internacional, si todo eso sucede, entonces creo que lo mejor sería repetir la telenovela de Pablo Escobar.
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