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“Yo me llamo…”
   
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Miércoles, 2 de Noviembre de 2011

gusgomar@hotmail.com


Por lo general los programas de concurso que organizan los canales de televisión captan mucha audiencia. Es lo que sucede con el Factor Xs de RCN, donde cantan muchachitos que esperan ser aristas algún día, o el que pasa Caracol, con el nombre de Yo me llamo.

En la campaña electoral que finalizó con las elecciones del pasado domingo sucedió algo parecido al “Yo me llamo’ “Durante varios meses los electores tuvimos que soportar el  “Yo me llamo” de los candidatos, con afiches, canciones, avisos, letreros, propagandas radial y escrita y el atronador perifoneo callejero. “Yo me llamo Fulanita de tal y muestro la mejor sonrisa”. “Yo me llamo Perencejo y soy el mejor”. “Yo me llamo Sutano y ofrezco más”.

El jurado en dicho concurso, el electoral, no tuvo divas como Amparo Grisales que, a sus muchísimos años (nadie sabe exactamente cuántos tiene), aún sigue dando de qué hablar entre los hombres y causando envidia en las mujeres. Ni tuvo jurados sabihondos en el arte del canto y de la música y de la imitación. No. El jurado fuimos los que cédula en mano salimos el domingo a votar, a elegir al mejor. No sé si logramos elegir a los mejores, pero ya lo que fue, fue. Por la tarde del domingo, empezó a salir el humo blanco de los ganadores y el humo negro de los perdedores con olor a chamusquina.

Al otro día de las elecciones, con el triunfo entre el bolsillo, llegó el nuevo alcalde de Cúcuta al despacho de la señora alcaldesa.

-Yo me llamo Donamaris –le dijo- y soy el alcalde electo de Cúcuta.

-Y yo me llamo María Eugenia y gobernaré hasta el 31 de diciembre.

Hubo apretón de manos, el piquito protocolario y luego se retiraron a un rincón de la oficina, donde nadie los escuchara, a conversar de asuntos de gobierno, sólo asuntos de gobierno, y a programar eso que llaman empalme. Al final se largaron al parque, donde Santander, con los ojos al borde del llanto, parecía suplicarles que, por favor, no lo fueran a sacar del parque ni se fueran a meter con su estatua:

-Yo me llamo Francisco de Paula y si me tocan, les echo el pueblo encima.

Las palomas, las pocas que quedan en el parque, volaron hacia los gobernantes, creyendo que les llevaban alpiste, pero todo el alpiste se había gastado en la campaña. “Nosotras nos llamamos las palomas del parque y no queremos vivir en otro sitio, a pesar de que tenemos palomares en la catedral y la alcaldía”. María Eugenia y Donamaris sonrieron y siguieron hablando de la plata que falta para que la remodelación sea completa.

En la Gobernación la cosa fue distinta. Ni el gobernador entrante tuvo que decir “Yo me llamo Édgar”, ni el saliente dijo “Yo me llamo William”. Son viejos amigos, juegan en el mismo equipo, fueron compañeros de colegio, de universidad, de bancada en el Concejo de Cúcuta, y de gobierno cuando el nuevo Gobernador fue Secretario de educación de la actual administración. El abrazo que se dieron fue estrecho, en el despacho del Gobernador. Se asomaron al parque de los Naranjos, y abajo vieron a Laureano señalando con su dedo el horizonte. Los dos, conservadores, escucharon la voz de la estatua que les decía: “Yo me llamo Laureano, el de Gramalote, el de Colombia. No me dejen aquí toda la vida, que yo quiero estar con mis gramaloteros”. Los gobernantes chocaron los puños, al estilo de sus años mozos.

Ahora nos toca hablar a los cucuteños. “Señores candidatos ganadores y perdedores: Nos llamamos Cúcuta y, por favor, desempapelen nuestra ciudad. Entréguennosla limpia de propaganda, como se la prestamos para su campaña. No sean mugres”.

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