Es un cliché, sí, pero eso solo demuestra que es una verdad incontrovertible: el ‘sueño americano’, para muchos no es más que una pesadilla. Basta recordar los nombres de Claudia Marcela Pineda, Juan Carlos Rivera y Jonathan Egidio Betancourt, tres vidas que terminaron para siempre unidas por el sino trágico de su final: todos murieron en la frontera entre México y Estados Unidos, tratando de cruzar ‘El Hueco’, como se le llama al paso ilegal al país del norte.
El de Jonathan fue el caso más reciente. Él murió ahogado en Río Bravo cuando las aguas lo arrastraron después de ayudar a cruzar a su hija de 9 años, a quien cargó en sus hombros por el caudal, al que muchos califican de trampa mortal. Su cuerpo sin vida fue hallado días después por las autoridades fronterizas del lado mexicano. Su esposa y su hija pudieron contactarse con allegados de él que ya estaban en los Estados Unidos y, pagando tal vez un precio demasiado alto, pudieron entrar al país.
Jonathan, igual que Juan Carlos, y antes Claudia, quería mejorar sus ingresos económicos. Sus allegados lo recuerdan como un hombre soñador, que quería garantizar su futuro y el de su familia. Por eso, junto a su esposa, decidieron arriesgarse al peligroso viaje.
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Juan Carlos sí llegó a terreno estadounidense, pero allí murió. Él tomó otra alternativa: escalar el muro. Esa estructura es una de las más aterradoras para los migrantes, porque se puede elevar hasta por nueve metros sobre el piso y hay que subir con unas escaleras improvisadas.
El colombiano superó el ascenso, pero al bajar perdió el equilibrio. Un golpe en la cabeza al caer habría sido la causa de su fallecimiento. Sus acompañantes lo abandonaron y la patrulla fronteriza lo encontró y lo reportó a su familia.
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4.700.000 de colombianos viven actualmente en el exterior, de acuerdo con datos oficiales de la Cancillería.
El caso de Claudia fue incluso más dramático. Ella murió de sed en el desierto de Arizona, que queda entre Estados Unidos y México, junto a su hija de 11 años. Su hijo, que las acompañaba, pudo sobrevivir a las temperaturas de hasta 48 grados centígrados. Tenía 2 años en septiembre del 2021, cuando ocurrió la tragedia.
Lo más horroroso del caso es que Claudia alcanzó a llamar a las autoridades para pedir auxilio porque ella y los menores estaban desorientados en el
desierto y la llamada se grabó. Se oye a la niña pedir comida y a ella pedir socorro porque estaba muy débil. Su celular se descargó, por lo que cuando hallaron sus coordenadas ya era tarde para ella y su hija.
Los tres casos de los colombianos son apenas la punta de un iceberg que bajo el agua oculta no solo muertes, también secuestros, robos extorsiones, asaltos sexuales y tráfico de personas.
De acuerdo con la Oficina de Aduanas y Control Fronterizo de EE. UU. (CBP por su sigla en inglés) solamente durante el mes de mayo de 2022, 254.000 migrantes intentaron cruzar la frontera sur de Estados Unidos, de ellos, 19.040 eran colombianos, lo que ubica al país como el quinto del mundo que más flujo migratorio irregular está aportando en este momento y representa el 5 % del total.
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Desde el pasado 23 de mayo terminó la vigencia del Título 42, la norma emitida durante la administración de Donald Trump que permite la expulsión de extranjeros por razones de salud pública, lo que reduce dramáticamente la posibilidad a los migrantes de pedir asilo.
Apenas se conoció del fallo judicial que ordenó suspender el Título 42 la Patrulla Fronteriza arrestó a más de 500 migrantes solo en el sector del valle del río Grande, al sur de Texas, cerca de donde murió ahogado Jonathan; mientras que en Yuma, Arizona, lugar en el que perecieron Claudia y su hija, detuvieron a otros 1.500 en apenas 24 horas.
El enorme problema es que cruzar migrantes por ‘El Hueco’ es un negocio muy rentable y expertos en migración creen que las medidas restrictivas de los Estados Unidos aumentan los precios que cobran los llamados ‘coyotes’ para hacer el recorrido a pie desde la frontera mexicana.
Para un colombiano la travesía individual puede costar hasta 8.000 dólares (unos 32 millones de pesos al cambio actual), pero ese pago no le garantiza cruzar la línea divisoria. Ni siquiera llegar hasta ella.
Ha pasado que cuando las balsas para cruzar el río van muy llenas, simplemente empujan a alguien por la borda. También que los migrantes son abandonados en el desierto, después de quitarles las pertenencias.
Sin una patrulla ronda los alrededores, las posibilidades de ser abandonado sin provisiones ni capacidad de orientación como le pasó a Claudia y sus pequeños. Solo en 2021, 650 perdieron la vida tratando de cruzar ‘El Hueco’.
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