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Gobierno y oposición
Sin entrar a examinar las razones que distanciaron al presidente Santos y al ex presidente Uribe, vale la pena referirse al tema de la oposición como elemento de los regímenes democráticos del mundo entero que, en Colombia, tiene unas connotaciones muy peculiares.
Sábado, 26 de Enero de 2013
Sin entrar a examinar las razones que distanciaron al presidente Santos y al ex presidente Uribe, vale la pena referirse al tema de la oposición como elemento de los regímenes democráticos del mundo entero que, en Colombia, tiene unas connotaciones muy peculiares.

En Estados Unidos, por ejemplo, el partido que gana las elecciones tiene en el que las pierde una oposición desde el momento mismo que se inicia el gobierno, que desarrolla como una de sus principales funciones fiscalizarlo constantemente. Es lo que ocurre alternativamente entre el partido Demócrata y el Republicano.

Recodemos que el presidente Rodríguez Zapataro, del Partido Socialista Obrero Español, padeció durante todo su mandato la oposición de Mariano Rajoy jefe del Partido Popular, quien a la postre ganó las elecciones y es, hoy, el presidente del gobierno de España. El candidato del derrotado PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, es ahora el jefe de la oposición.

Y, así, podríamos encontrar las mismas situaciones en Gran Bretaña, México o Israel, para mencionar algunos pocos regímenes democráticos.

¿Por qué en Colombia hablar de oposición significa algo indebido o inconveniente? ¿No es, éste, uno de los aspectos que hace que nuestra democracia sea tan imperfecta e ineficiente?

Quizás debemos remontarnos a 1958 cuando, para superar el estado de violencia en que habían caído los partidos, se ideó el original sistema constitucional del Frente Nacional que tenía dos características fundamentales: Hacer la repartición paritaria de la burocracia, y la alternación en la elección del Presidente de la República durante los 16 años de cuatro períodos presidenciales. Y no para criticarlo de manera radical como se hizo durante mucho tiempo, sino para señalar que este sistema creó una cultura política de los partidos basada exclusivamente en el acceso a la burocracia oficial. La manera de neutralizar a la oposición de un partido es simplemente llamarlo a “colaborar”. Es decir, otorgarle puestos en el gobierno.

Y con ese principio se ha venido gobernando a Colombia, de tal manera que la oposición es apenas una débil expresión para evitar ser lanzado definitivamente al desierto de la falta de puestos.

El partido liberal, que durante décadas fue dueño de la burocracia gubernamental, casi se extingue por haber sufrido algunos años de ostracismo. Otros partidos desaparecieron, y el Polo Democrático Alternativo ha sobrevivido gracias a haber mantenido durante tres períodos la alcaldía de Bogotá.

También en la opinión nacional ha hecho carrera que hacer oposición es algo antipatriótico, y es tan fuerte el poder presidencial en Colombia que da miedo hacer una abierta oposición al mandatario de turno.

La oposición política es sana para una democracia. Primero, debe ser un vehículo para la fiscalización de los gobiernos. Segundo, como lo vemos en los países arriba mencionados, es la alternativa para una visión diferente de la solución de los problemas nacionales. Por eso hay dejar de que creer que ella es maligna, y ojalá los partidos se acostumbren a hacer oposición cuando les corresponda.

ramirezperez2000@yahoo.com.mx
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