La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Figura en decadencia
Con el título de este artículo no hago alusión a la palabra figura como cuerpo, y mucho menos al de la mujer, que es de lo único que se habla en estas fechas. Que si estoy flaca, que si subí de peso, que si no me queda el pantalón que me estrené el 24, que la celulitis, blablablá.
Sábado, 3 de Enero de 2015
Con el título de este artículo no hago alusión a la palabra figura como cuerpo, y mucho menos al de la mujer, que es de lo único que se habla en estas fechas. Que si estoy flaca, que si subí de peso, que si no me queda el pantalón que me estrené el 24, que la celulitis, blablablá.

Hablo de ‘figura’ desde la concepción moral de la palabra, de aquella cosa que representa algo no material: el matrimonio. Por tradición, en Latinoamérica la figura del matrimonio ha sido muy importante, relevante como la casta en India o como el apellido para las abuelas. Sin embargo, poco a poco, supongo que gracias a las traiciones, los engaños, la deslealtad, la infidelidad, la indiferencia y el individualismo, hoy no es tan importante estar casado; o si se está en el tercer o quinto matrimonio. Es más, inclusive Juan Manuel Santos ya va por la segunda ronda.

Esto no es sólo impresión mía. Mapa Mundial de la Familia, una red de investigación internacional que se encarga de revisar la composición, duración, constitución y hasta la disolución de las familias; presentó el informe de los cambios que ocurrieron en el 2014 en esta materia.

La investigación se llevó a cabo mediante un muestreo realizado en 49 países del mundo, en el que participó el 75% de la población mundial. A través de indicadores, los académicos miraron las familias desde una perspectiva sociológica; donde tomaron en cuenta la incidencia de la composición familiar en la educación, el bienestar infantil y la salud.

Colombia ocupó el primer puesto en madres solteras, es el país donde menos gente se casa y donde la mayoría de los niños vive con un solo padre, o ninguno. En nuestras tierras, sólo el 20% de las personas están casadas, mientras que el 35% vive en unión libre; lo cual muestra que, sencillamente, no nos queremos casar. Conozco muchas personas que aman a su pareja pero que prefieren evitar la institución, y un gran número de ellas, son sensatas.

A pesar de los factores de los que siempre se habla cuando se toca el tema del ‘no matrimonio’ -individualismo, temor al compromiso, mentalidad de corto plazo y dinero-, hay otras cosas que se tienen en cuenta para decidir no casarse. El ritmo de la vida hoy en día, los peligros que hay, la sobrepoblación del planeta, la sobrecarga a los recursos ambientales, la falta de tiempo, entre otros, también hacen parte de los pensamientos de los colombianos a la hora de proponer, o dar el ‘sí’.

Teniendo en cuenta el (acelerado) crecimiento en número y variedad de las drogas en Colombia, donde ya no sólo se ven cocaína, el éxtasis (pepas), o el opio; sino también el ‘Krokodil’, las sales de baño y la ‘N bomb’ -para no entrar en detalles-, no considero conveniente traer más criaturas al mundo. Exponer personas -que con menor edad son cada vez más perspicaces y receptivas- a este tipo de sustancias tampoco es conveniente, y mucho menos lo es vivir persiguiendo a los hijos y esculcando en cada gaveta.

El estudio y quienes lo interpretan, tienen una consigna para apoyar la resurrección del matrimonio en el país: “SOS por la familia en Colombia”, y amparados en sus perspectivas idealistas, cuadriculadas y sobre todo conservadoras, creen que lo que necesitamos es más casados y más hijos. Ah sí, y  menos divorcios y madres solteras.

Lo que ignora la investigación es que en los países latinoamericanos las madres solteras cumplen con los roles materno y paterno. No se necesita una figura masculina para criar hijos responsables, sensatos y respetuosos, o como dicen algunos, ‘buenos’. Definitivamente, las estadísticas son eso, números, cálculos que no tienen en cuenta el factor humano o emocional.

Por eso hablo de la gente que conozco y de las familias que he visto de cerca. Hombres infieles, familias ‘dobles’, mujeres despreocupadas, búsquedas de amantes muy jóvenes, peleas constantes y apariencias por doquier, son los elementos más característicos de las familias colombianas, según mi experiencia. Entonces, ¿en realidad vale la pena continuar con la construcción de la familia, y con ella, de la figura del matrimonio?
Temas del Día