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El barril de los puercos
Debo responder el gran número de mensajes de protesta que me llegó por la red, de los protagonistas directos e indirectos de la contratación en la vía maldita Cúcuta – Ocaña-, a la que me referí hace quince días. Podría argumentar como en la inolvidable canción de Bob Dylan, “Soplando en el viento” (Blowin´in the wind): la respuesta mi amigo, esta en el viento. Yo agregaría, que en la historia larguísima de los 85 años que lleva sin estar terminada.
Jueves, 28 de Noviembre de 2013
Debo responder el gran número de mensajes de protesta que me llegó por la red, de los protagonistas directos e indirectos de la contratación en la vía maldita Cúcuta – Ocaña-, a la que me referí hace quince días. Podría argumentar como en la inolvidable canción de Bob Dylan, “Soplando en el viento” (Blowin´in the wind): la respuesta mi amigo, esta en el viento. Yo agregaría, que en la historia larguísima de los 85 años que lleva sin estar terminada. Con la verdad no se ofende a nadie, solo que produce un ligero escozor en los culpables. No tienen por qué dolerse quienes se sintieron aludidos, por la utilización de la metáfora explicita del barril de los puercos.    

“A mí, que me esculquen, solo Dios supo los males de la ola invernal”, me escribió uno de los ofendidos. En efecto los controles del Estado no han terminado de esculcar tantos inviernos, no obstante que a pesar de las locuras de su variedad en los últimos tiempos, hace solo un mes nos vino a visitar a destiempo y nadie le preguntó por los últimos treinta.  

El barril de los puercos- Pork Barrel Proyects- tiene su historia gringa. No recuerdo si se la leí a Antonio Caballero o a Gossaín. Revisé mi colección de la revista Semana de hace unos diez años y me cansé, pero allí está. Es más o menos la siguiente.  Desde antes del 4 de julio de 1776 y antes de la carta de Filadelfia de 1787, la fortaleza económica era la esclavitud, que tenía sus reglas y costumbres para mantenerse. Una de ellas era la manutención de esos esclavos en los estados del Sur, que pelearon por mantenerla e hicieron su guerrita de secesión. En toneles se mantenía la carne de cerdo, que se descomponía y olía maluco, con los cuales les alimentaban. Superada la guerra que ganaron los Yanquees del norte, se le comenzó a dar el nombre del barril de los puercos, a los rubros presupuestales federales, con los que los Presidentes compraban el favor del Congreso, para que le votaran sus propuestas de ley.  Más o menos, como hoy lo es aquí en Colombia, a pesar que la Nueva Constitución prohibió los llamados auxilios parlamentarios, que generaba corrupción, mucha corrupción. Y que hoy sigue… disfrazada en la Ley General de Regalías, como nos contó el senador Clavijo y el representante Chacón la semana pasada. En los Estados Unidos, de ese barril de los puercos (presupuesto) salía recursos para los Senadores, para financiar proyectos regionales en periodos electorales. Más  o menos, como ahora, se hace aquí.

Hoy sigue vigente en USA, muy reducido el “tonelito”, pero existe. Con el barril de los puercos se adjudican recursos sin estudios técnicos, ni serios- ¿Cómo La bocatoma de los minimalistas, en lugar de Cínera?- ni financieros y así se pagan adhesiones y votos.   En USA por ejemplo se han pagado favores varios, por ejemplo: fabricación de banderitas conmemorativas, clases de Taekwondo, honorarios a médicos y paramédicos esteticistas, manicuristas y aeróbicos, cursos de capacitación de todas las especies, asesores de imagen, a los universitarios se les endulza con cursos y mermeladas de liderazgo y democracia, Jogging, construcciones de mercados campesinos como el de Toledo- Ohio,  o una “pistica” de patinaje en Manchester- Connecticut.    

Hoy miramos cómo es el manejo de las regalías y constatamos que el Artículo 355 de la Constitución es un simple espantapájaros,  porque la ley revivió los auxilios parlamentarios y los presidenciales, a pesar de haber creado ese otro espantapájaros que fue la ley de garantías.  Con ese cuento, se le entregó a Antioquia 10 billones de pesos para el Megaproyecto Las Autopistas de la Montaña, que luego por arte de birlibirloque, para encuadrarlos en el Plan de Desarrollo, pues allí no estaban, se les denominó  con  audacia Santista: “Autopistas para la Prosperidad”. Sobra agregar que a esos diez billones entraron casi 650 mil millones , que le quitaron a Norte de Santander,  a William y al  inefable  Carrillito, por la desconfianza que generó su torpísima explicación, que todo se lo llevó el invierno. ¡Ver para creer! dijo López Michelssen. No se disgusten, pues, los aludidos. Como ven, la metáfora si es aplicable y el barril…existe. A los gringos les copiamos; lo bueno, lo malo y lo feo.

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