En situaciones de crisis como la actual en la frontera, se producen noticias que, aunque sean muy buenas, tienen a pasar desapercibidas. Y eso, precisamente, le puede ocurrir a uno de los hechos más positivos y generadores de optimismo de los últimos tiempos.
El hecho se explica en la costumbre de que lo urgente desplace a lo importante. Y si bien, la crisis fronteriza es una situación extraordinaria, que obliga al Estado y a todo el país a enfrentarla de la manera más exitosa posible, las palabras más recientes de los negociadores de las Farc en La Habana son de una importancia vital para Colombia. “El proceso de paz se mueve en dirección al acuerdo final”, dijo la delegación guerrillera.
¿No eran estas, acaso, las palabras que desde hace casi 60 años se esperaban de la guerrilla más antigua del mundo? La verdad, tanto optimismo como el expresado por ‘Iván Márquez’ y sus subalternos en Cuba solo se había percibido excepcionalmente en discursos presidenciales, si acaso.
Realmente, todos los colombianos deberíamos estar hoy, si bien no exultantes y optimistas y con la satisfacción a flor de piel, al menos tranquilos y confiados en que, después de muy largos meses de diálogo alternado con críticas y descalificaciones al proceso, a los delegados de ambas partes, a los acuerdos logrados, la negociación esté, para decirlo de una vez, casi en una etapa de la cual ya no es posible echar reversa.
Que el optimismo hubiera sido expresado por el presidente Santos o cualquiera de sus negociadores, tendría la etiqueta de la desconfianza, porque la iniciativa de los diálogos fue suya y no le quedaría bien ser pesimista; pero las palabras textuales son de la guerrilla, que es lo mismo que decir de la parte más desconfiada de las dos y de la que siempre se ha dicho que la paz le importa menos que la guerra.
La declaración guerrillera coincidió con el reconocimiento presidencial a que los últimos han sido los días menos violentos de los últimos 40 años. Y, esto, en un país con la guerra más larga del planeta, es en sí mismo una señal clara de que para todos los colombianos hay mejores días por venir. No hay que dudarlo ni ponerle peros.
¿Qué en la puerta del horno se quema el mejor pan? Eso dice el viejo refrán, pero se refiere al pan, no a la paz.
Pero, sí, de acuerdo: muchas cosas pueden suceder e incluso una de ellas podría frustrar la firma final del acuerdo. La humanidad es veleidosa y la historia se repite, y en otros lugares, otros procesos que estaban a punto de ser firmados, han quedado en el papel solamente.
Pero la seriedad con la que tanto los delegados del gobierno como los de las Farc han estado trabajando, no deja espacio a posibilidades diferentes de las de materializar el sueño colombiano del fin de la guerra.
“Tenemos optimismo; creemos que vamos por buen camino y que Colombia alcanzará la paz”, dijo Márquez. Y fue más allá, al pedir que todos los colombianos nos dediquemos a trabajar en favor del acuerdo. “Ha llegado el momento en que las partes debemos aguzar el sentido común para abrirles espacio al entendimiento y al consenso, porque la paz es ahora, y requiere el respaldo decidido, sin reticencias, de las mayorías nacionales”, sostuvo.
La larga noche negra de violencia y muerte, de devastación, de dolor masivo, no puede prolongarse más, no puede repetirse siquiera durante un segundo. Avanzamos por un largo túnel y, aunque tenues, hay luces adelante. Señal de que el final está muy cerca.