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Editorial
Despenalizar el disenso
Y por qué es importante el respeto de la diferencia.
Miércoles, 15 de Junio de 2022

A finales de agosto del año pasado Alejandro Gaviria publicó un ideario de sesenta puntos que sirvió como plataforma de lanzamiento de su corta campaña electoral. El académico y exministro de salud quería probarse en las lides electorales como candidato presidencial. El resto de la historia ya se conoce y no voy a repetirla.

Sin embargo, creo que es necesario volver sobre uno de los puntos de ese ideario que decía lo siguiente: “Todos debemos aprender a respetar éticamente a aquellos que piensan distinto. No podemos suponer, como un prejuicio, casi como un reflejo, la mala intención ni la ignorancia de contradictores y críticos. El pluralismo es una de las más importantes (y más difíciles) virtudes democráticas”.

En Colombia no solemos respetar en público al que piense distinto. Puedo estar generalizando, pero basta con leer las noticias y echar un ojo a las redes sociales para confirmar algo de esto. Digo que esto sucede en público porque en las conversaciones pequeñas y privadas solemos ser más calmados, se tiende a ver al rival como un adversario, como alguien que puede estar equivocado, pero no como un enemigo declarado. Esto no sucede en presencia de grandes públicos, pues allí el intercambio de ideas es imposible. Conozco personas que en privado toleran fervorosamente la diferencia y en redes sociales se convierten en irascibles enemigos del disenso.

Esa imposibilidad de respetar al que piensa distinto nos empuja a otro vicio: la penalización social del disenso. Esto podría entenderse como la tendencia a castigar anticipadamente a quien se opone a nuestras ideas. Esos castigos están ligados al silenciamiento, a los ataques personales, a los insultos, el aislamiento, las descalificaciones personales y, en ocasiones, a la muerte. El pensar distinto se entiende como un acto dañino que no puede seguir propagándose y por eso se sanciona socialmente el disenso. Esto no sucede en todos los escenarios, pero hay lugares donde es más propicio.

Y por qué es importante el respeto de la diferencia. Porque intenta librarnos del culto a la violencia. Así de simple. Tolerar algo que no nos gusta, puede generarnos malos ratos, pero un mal rato es cien veces preferible a desatar una ola incontrolable de violencia. Tener una discusión verbal con un vecino no es deseable, pero es mucho mejor que envolverse en una pelea callejera. Así mismo, tener una discusión con alguien insoportable y con el que no estamos de acuerdo es mucho mejor que sucumbir a las palabras violentas. La tolerancia y el respeto por la diferencia es una suerte de hipocresía que se camufla de virtud modesta, pero que no sucumbe a la borrachera colectiva de la guerra.

La diferencia entre un adversario y un enemigo es que con el primero se conversa y con el segundo se usa la fuerza, y en esto último Colombia tiene una dolorosa experiencia. Vuelvo sobre este tema porque el candidato derrotado el próximo domingo tendrá que saber manejar las furias que generará el triunfo de su oponente y, por otra parte, el candidato ganador deberá tener la grandeza de convocar a calmar las vanidades y los excesos que genera la victoria.

Alguien me dirá que esto es una ingenuidad y que así no funciona la política electoral. Yo respondo que precisamente por eso escribo este texto. No porque crea y quiera que Colombia sea un país de ángeles, pues es imposible, sino porque creo que es posible tramitar las diferencias por medios ajenos a la violencia

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