El pasado domingo culminó el Primer Festival Nacional de Patinaje de menores que se desarrolló en el patinódromo Enrique Lara Hernández, de Cúcuta, y que tuvo la masiva participación de 395 deportistas de los más importantes clubes del país.
El certamen fue organizado por la Liga Nortesantandereana de Patinaje, gracias al apoyo de la Federación Colombiana de Patinaje y al aporte de Postobón, patrocinador de los eventos y de las selecciones nacionales.
Colombia es potencia mundial en patinaje, y para la Federación este tipo de festivales, en donde compiten las categorías más pequeñas del país, son de vital importancia pues aquí se empieza a gestar el ambiente competitivo que va a pulir las destrezas de los futuros campeones del mundo.
De la misma manera, el objetivo de los nacionales de menores, en donde se enfrentan niños de entre 7 y 10 años; es prepararlos para los siguientes escalones en su formación deportiva, enfatizando en el fortalecimiento mental sin detenerse en los resultados o tiempos de las carreras.
Por esta razón, el torneo, que reunió a los 76 clubes de patinaje más importantes del país, premió a los ocho mejores de cada categoría con menciones de honor y medallas.
Así, el público cucuteño le cumplió al certamen y acudió en gran cantidad a las tres jornadas del festival, y ayer el escenario deportivo no dio abasto para albergar a todos los espectadores que se ejercitaban en la ciclovía, y que aprovecharon para disfrutar de las habilidades de los pequeños patinadores.
¿Héroes o villanos?
En el festival de menores los padres de familia, acudientes y delegados viven un campeonato aparte.
Se trata de una verdadera travesía que tienen que vivir desde que se embarcan en largos viajes desde sus ciudades de origen, para acompañar a sus pequeños y asistirlos en todo lo que necesiten.
Para los niños, los papás son los héroes de la jornada. Ellos, como sus hijos, se meten de lleno en la competencia y cumplen funciones de entrenadores, jueces, animadores, pero sobre todo de padres.
No importa el lugar que ocupen en el grupo de llegada, incluso no importa si llegan a la meta o deben retirarse por una caída o por cansancio, los padres de familia, con la cámara fotográfica siempre colgando del cuello; están en la puerta de entrada a la pista con los brazos abiertos esperando a sus campeones.
No obstante, la competencia no solo tiene héroes, y algunos padres que pierden los nervios en medio de la carrera se convierten en verdaderos villanos que con gritos y regaños, no hacen más que opacar el principal objetivo del deporte para los niños: divertirse.