Ezequiel no recuerda exactamente cuando ni cuál fue la última película que vio hasta el final, y sin titubear dice que fue un par de años atrás, cuando no había tocado fondo con el alcohol y las drogas.
Lleva por lo menos 38 años en la calle, y ayer pudo sentarse frente a una pantalla a ver ‘Batman vs Superman’, la película de la que escuchó hablar las últimas semanas en sus pocos ratos de lucidez.
No parpadea y de vez en cuando gira la cabeza para comentarle a su compañero cómo han cambiado los efectos especiales en el cine, al tiempo que deja escapar una sonrisa con varios dientes ausentes.
A sus 51 años, Ezequiel Chávez, decidió dar un paso al costado y alejarse de sus vicios, aprovechando que los voluntarios de la Fundación Villadiegos y sus Paticas le ofrecieron un techo donde pasar la noche.
“Yo tenía ganas de salirme de esto, lo que pasa es que uno necesita un empujón”, explica mientras pausa la película. “Tenía rato de no saber que se siente dormir en una cama ni mucho menos que es un desayuno”.
Desde la semana pasada, Chávez y otros tres indigentes dejaron de ser parte del tumulto que pasa sus días y noches tirados a una orilla del parque Lineal, durmiendo a la intemperie y bebiendo y consumiendo drogas a toda hora.
Gloria Ascanio, 56 años, fue otra de las elegidas. En medio de risas asegura que ya perdió la cuenta de cuantos años lleva en la calle, el licor terminó internándola en el parque Lineal.
“Perdí a mi familia por el trago, tomaba licor todo el día, estar borracha era mi única misión en la vida”, dice un poco más seria.
Tiene un vestido verde y por primera vez en muchos años se pudo bañar sin ropa. Asegura que una de las cosas que más le gusta del refugio de los Villadiegos es el baño.
Cuando estaba en la calle debía bañarse entre la media noche y las 5 a.m. en un parqueadero vecino.
“Había un muchacho que nos dejaba bañar con potes y mangueras en un parqueadero pero no podíamos quitarnos la ropa porque nos tocaba salir corriendo si llegaba el patrón, para que no lo regañara”, explica Ascanio.
Su compañera de habitación, María Trinidad Arévalo, 74 años también vivió esta misma situación.
El último integrante del hogar de paso y el más joves es Alex, 38 años.
“He estado en la calle desde los 13, hace poco estuve en mi casa de nuevo pero me volví a salir para la calle”, dice.
-¿Se salió o lo salieron...?-, interrumpe Chávez, todos ríen a carcajadas y se alistan para ver otra película. Ahora las mujeres eligen.
Una labor voluntaria
Animados por demostrarle a la sociedad que los indigentes no son más que personas que han caído en desgracia y pueden volver a tener una vida digna, los voluntarios de la Fundación Villadiegos y sus Paticas crearon su hogar de paso en Juan Pablo 2.
Con colchonetas y camas regaladas les brindaron un lugar propicio para dormir a sus cuatro huéspedes y un plato de comida.
Jackeline Blanco, Angie Sanguino y Sofía Mejía, son las voluntarias que lideran el refugio, A diario dividen su tiempo entre sus ocupaciones, sus estudios y su trabajo para ayudar a sus huéspedes.
Blanco asegura que gracias al buen corazón de sus amigos y conocidos han logrado dotar la casa, aunque aún falta la cocina, una nevera, mercado, entre otras cosas.
Por su parte, Sanguino es una de las encargadas de llenar la alacena. Cada día, a las 4:30 a.m., sale a Cenabastos a pedir víveres para hacerles la comida.
Los personas que están en rehabilitación accederán a servicios sicológicos y médicos.
La Opinión