“Los ladrillos en esa época los sacaban al hombro, no había carreteras ni calles, solo caminos angostos y hacían la carga en la carretera hacia los pueblos de occidente”, contó Archila.
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El colegio, que hoy en día cuenta con aulas hasta el grado noveno, empezó con solo dos salones construidos por uniformados del Ejército y la comunidad, y se levantó en los lotes donados por el señor Adonánimo Palencia.
“Después de hacer los dos salones, construyeron el tercero junto con estudiantes del SENA, eso fue una labor muy bonita para destacar. A don José Ochoa le tocó muy duro en esa época, para poder traer el agua se hizo un punto desde el barrio Antonia Santos, les costó mucho, fueron trabajos de día y de noche, pero se logró”, agregó el líder comunal.
Los tubos para completar el servicio de agua fueron donados, la misma comunidad los instaló, con el alumbrado tampoco la tuvieron fácil, pero Ochoa y la comunidad nunca se rindieron. Un diputado gestionó y finalmente, se hizo la luz en El Progreso.
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Pese a que desde 1982 el asentamiento tiene Personería Jurídica, aún no está legalizado, por lo que piden que desde la administración municipal se adelante ese proceso para mejorar las necesidades que tienen.