En 6 meses tendremos nuevo Congreso con 295 miembros, 108 senadores y 187 representantes. En el Senado, 100 curules son de circunscripción nacional, una del candidato presidencial derrotado, 5 de los acuerdos de paz y 2 de los pueblos indígenas. En Cámara, 161 asientos vienen de los 32 departamentos y Bogotá, uno de los colombianos en el exterior, uno de los indígenas, 2 de los afros, uno del vicepresidente derrotado y la novedad serán las 16 curules de víctimas, en buena hora declaradas exequibles por la Corte.
Dentro de 9 meses, habrá nuevo jefe del estado en primera vuelta, o tres semanas más en segunda. Las inscripciones cierran al final del año y aunque la campaña arranca formalmente en enero, ya estamos en campaña.
A las elecciones parlamentarias se les da menos importancia que a las presidenciales; sin embargo, los retos obligan a que esta vez tengamos presentes a senadores y representantes, tanto como al Presidente de la República. Entre 22 y 26, habrá que reconstruir la estabilidad, tan descaecida en estos tiempos de virus y polarización. Habrá que estabilizar la política para que cesen los odios; el cumplimiento de los acuerdos de paz para honrar la palabra del estado ante la nación y ante la comunidad internacional; la política exterior para recuperar una relación bipartidista con los EE. UU. y reabrir contactos sin alabar, con Cuba y Venezuela; estabilizar la economía para cumplir con la deuda, la más abultada de la historia y construir un horizonte fiscal sostenible; estabilizar el crecimiento con empleo especialmente para las mujeres y los jóvenes; estabilizar el descontento social sin impedir la protesta pacífica; recuperar en el alma nacional el prestigio de nuestras Fuerzas Militares y de Policía y retomar el
sendero de la seguridad; terminar con celeridad la mitigación de la COVID-19 y dotar de liquidez al sistema de salud. Dependiendo de la campaña de estabilización del nuevo gobierno durante el primer año, se podrá medir si las reformas pendientes en materia tributaria, pensional y de justicia tienen espacio político.
Nada de eso podrá hacer el nuevo presidente, sin un Congreso informado, honrado y eficiente en sus mayorías y que esas mayorías acompañen al ejecutivo en la estabilización y modernización. En nuestras regiones el debate para elección de congresistas debe evaluar el comportamiento y los logros de los actuales y si el balance es negativo, buscar nuevos nombres que apalanquen la ardua labor de recuperación que se nos viene.
Los extremos buscan exacerbar la división nacional para su propio beneficio electoral a través de miedo, odio y caos de las redes sociales; pero empiezan a aparecer lenguajes y posiciones de candidatos que llaman a vencer el miedo, a tolerar las opiniones distintas a la propia, a construir sociedad con diversidad. Son voces jóvenes, intelectualmente muy sólidas, unas más que otras, que deben dar confianza a los colombianos. Esas voces nuevas se atreven a hablar de libertades reproductivas, de eutanasia, de matrimonio igualitario, de cannabis y también de virtudes republicanas, de respeto, de cambio social en democracia, del papel insustituible de la libertad de empresa, de la Paz, de la seguridad ciudadana con respeto de los derechos y del desmantelamiento del crimen organizado. También están trayendo a la política nuevas ideas sobre cambio climático, fortalecimiento de la educación, del desarrollo rural y de la lucha contra la corrupción.
Por ejemplo, Alejandro Gaviria, Sergio Fajardo, Mauricio Cárdenas, son prototipos de ese nuevo lenguaje de la política colombiana. Y otras voces aparecerán en la misma dirección. Bienvenidas sean; dejemos atrás el adamismo del espejo retrovisor; pongamos metas nacionales que nos lleven al pleno desarrollo; veamos a Colombia como la mejor opción de viaje por el incierto cosmos en este planeta tan inestable. Nimiedades, intereses personales y odios heredados, a la caneca de la basura!