Quienes gozamos de la dicha de llegar a la época dorada de nuestra vidas, podemos darnos el lujo de “revolcar” el pasado, y por tanto de reírnos o lamentarnos de las picardías amorosas, o también de los fracasos sentimentales.
Mientras que en el tiempo de la adolescencia y juventud, cuando éramos colegiales, nos reuníamos en las cafeterías y heladerías a compartir las penas por los amores incomprendidos y hasta no correspondidos, en la actualidad, quizás, los mismos protagonistas, nos encontramos en establecimientos distintos, a hablar de los logros o dificultades de nuestros hijos.
En la memoria y el corazón sobreviven los recuerdos sobre las charlas que sosteníamos en “Candiles” y en la “Fontana”, los amigos más antiguos, no de La Piñuela, sino del Palomar, Nando y Emiro, y otros que se agregaron como Pedro y Luis.
Con la atención del gordo Raúl y de la negra Gudelia, los sorbos de los tintos eran el marco ideal para exponer los problemas del corazón y para provocar los juicios de cada uno de los participantes: si había necesidad de cancelar los proyectos amorosos o de mejorar los comportamientos, o de las estrategias seductoras, o del mismo romance.
Luego me acompañaron, en los mismos sitios, Hugo Alfredo, Luis Eduardo, Jesús Alonso, Hernando y Óscar Emilio. Para los mismos menesteres y para resolver tareas y trabajos de la añorada Escuela Normal “Francisco Fernández de Contreras”.
Para fortuna propia, los coprotagonistas de las faenas románticas y escolares están vivos, pero compartiendo sus vidas con mujeres muy distintas a las que provocaron las dichas o “tragedias” pasadas.
Esas cafeterías o heladerías, igual que las ilusiones jóvenes desaparecieron y solo se consideran como los escenarios de los años mozos.
Muchos calendarios después, las memorables experiencias de compartir los tintos se mantienen, pero con muy pocos de los actores originales, y en lugares también céntricos pero muy distintos: en “Rinaro” y “Café Centro”, especialmente, por supuesto que con temas abordados sobre los quehaceres de nuestro hogares.
Mientras que en los años idos predominaban las emociones fuertes y los impulsos, además de la escasez de pesos, ahora reina la tranquilidad, abundan los conocimientos y la mesura, para tratar temas del acontecer local, nacional o mundial, donde se impone la tolerancia y el respeto, así se traten, de manera esporádica, asuntos políticos.
De aquellos mozuelos soñadores, la mayoría se apartaron , unos porque viven fuera de la ciudad, otros, porque los compromisos laborales o familiares los alejaron, entre tantos “sobreviven” Pedro del primer bando (amigos de barrio) y Hugo Alfredo (normalista), pero se han sumados algunos, por lazos familiares, como el primo Wilfredo y el concuñado Geovanny.
Casi que de manera sagrada, las citas se cumplen , de lunes a sábado, después de las 10:00 de la mañana, o después de las 4:00 de la tarde, con resultados muy saludables, porque nos posibilita la compañía, que es tan importante para evitar la soledad, y para alimentar las nostalgias por los años que se fueron.
A punta de sorbos de café, en la etapa dorada y en nuestra condición de pensionados, hay tiempo y ánimo para volver a vivir las experiencias, así solo sea a través de los recuerdos.