Confieso, que frecuento poco los templos católicos, en desacato con la herencia religiosa de mis progenitores, y de tener en la familia a una misionera de la Hermana Laura.
Escasamente voy a las misas exequiales para despedir a seres queridos o amigos muy cercanos. Precisamente en ese tipo de eventos sacros, me aburren los sermones de los curas, cuando afirman que lo que más le interesa al Creador son las oraciones exclamadas en su honor y el cumplimiento del primer Mandamiento, como si no les importara la pureza , bondad y el buen comportamiento de los feligreses.
Hastiado de las exhortaciones para el pago de los diezmos y el ofrecimiento de boletas de rifas pro mejoramiento locativo de las capillas, recientemente, en una de las misas celebradas por el descanso eterno del hermano de un amigo y colega, reaccioné con sorpresa e incredulidad por el tema tratado por el presbítero en la homilía correspondiente.
Hizo eco, o amplificó la esencia de la primera encíclica del Papa Francisco, “Alabado Seas”, la que le ganó la animadversión de los republicanos gringos, por atreverse a cuestionar algunas de las fuentes del capitalismo, como son las devastadoras actividades mineras, que no solo arrasan con la naturaleza sino que atentan contra los propios seres humanos.
El cura local, se refirió concretamente al mayor problema que afrontará, ésta, la segunda ciudad de Norte de Santander: la hasta ahora inevitable escasez de agua que sufrirán nuestras generaciones venideras en un plazo no mayor a los cincuenta años.
El clérigo, coincidió con el director ejecutivo de la Asociación de Municipios de la Provincia de Ocaña y el sur del Cesar y Bolívar, ingeniero Emiro Cañizares Plata, en lo referente a la crisis que soportará dicha región debido al secamiento de las fuentes hídricas.
Dentro de la fiebre minera que invade a las multinacionales que llegan al país para repetir la nefasta hazaña de los conquistadores españoles, pronosticó que en un tiempo breve retumbarán las retroexcavadoras y otro tipo de maquinaria pesada en las alturas del Cerro La María, donde nace el Río Algodonal, el que surte en un 90% a los acueductos de Ocaña y Ábrego.
De las entrañas de la enorme montaña, que al parecer hace parte del polémico páramo de Santurbán, se extraerían minerales como el radioactivo uranio, plomo, carbón, y hasta oro.
Como ha sido costumbre, a los alcaldes elegidos popularmente, o a los candidatos, poco o nada les ha interesado la amenaza ambiental que se cierne sobre esta zona del nororiente colombiano.
Aprovechando el impacto que ocasionó la encíclica “Laudato Si”, del Papa argentino, qué bueno sería que el obispo de la Diócesis de Ocaña, monseñor Gabriel Ángel Villa Vahos, hiciera pronunciamientos sobre ella, no solo en el púlpito, sino a través de las ondas hertzianas de su emisora Radio Catatumbo, con una gran audiencia rural, y que los sacerdotes siguieran la línea del sucesor de San Pedro en la tierra, que en cambio de invitar a las adulaciones al Dios de todos, y de insistir en las limosnas de los pobres, que escasamente tienen para comer.