Desde hace décadas es incuestionable el enorme poder de influencia de los medios de comunicación ejercen sobre la población a la que llegan. Lo que emiten puede desde reforzar o debilitar tradiciones hasta generar nuevos hábitos. Esto no significa otra cosa que deben ser muy responsables con lo que emiten.
RCN televisión está retransmitiendo la novela más insigne en la historia de Colombia y del mundo, Betty la fea. En los capítulos de hace algunos días, la que hizo seis semestre en la San Marino, Patricia Fernández, les hizo creer a todos que estaba embarazada. Un recurso muy usado en las telenovelas, y todavía más en la vida real.
El susodicho partenaire es Mario Calderón o Daniel Valencia. Los padres de la criatura, con toda la tranquilidad del mundo, como si se tratara de votar uno de sus elegantes vestidos, le piden a la peli-teñida que aborte, que es lo mejor para ella, y por supuesto, para ellos. Ante el inesperado embarazo de su mejor amiga, Marcela Valencia, dice que no le pedirá que lo tenga o que no lo tenga. Que no se meterá en ese asunto, que es solo de Patricia.
Mientras duró el corto embarazo, nadie, absolutamente nadie dijo a Patricia que no estaba bien que abortara. Nadie invocó el derecho a la vida; o argumentó que lo que llevaba en su vientre (sabemos que todo era un engaño, pero nadie lo sabía) era un ser viviente y sintiente, no algo inerte e insensible. El derecho a la vida quedó como algo insignificante, que no merece siquiera ser citado.
Esta pobre defensa de la vida ante un embarazo consentido es una muy pésima enseñanza para la teleaudiencia, sobre todo para los niños y adolescentes. Así no se esté planeando un embarazo, los hijos surgidos de relaciones sin protección, son hijos consentidos. Esta ausencia de protección de la vida, y la más inocente, solo puede interpretarse con tácita aprobación del aborto en los casos que se da el embarazo por una innegable y descarada irresponsabilidad de un hombre y una mujer.
No sé si Fernando Gaitán, el creador de la historia, o RCN, pensaron en poner en alguno de los personajes el discurso del respeto de la vida. Si no lo pensaron, esto demuestra que les importa un pepino la responsabilidad social a la que están sujetos. Si lo contemplaron y sin embargo desistieron, queda claro que mantener el rating es más importante que defender lo más sagrado de este mundo, la vida.
El tema de la responsabilidad social hace rato desapareció de las reuniones que se adelantan en las oficinas de los grandes grupos dueños de los medios de comunicación. Novelas de traquetos, narcotraficantes, mafiosos, prepagos, realitis shows son los que dominan la parrilla de programación de cualquier canal de televisión del país. Prefieren llevar a la pantalla chica la historia de personas que no le aportaron nada bueno a Colombia que mostrar la vida de grandes personajes que dejaron el nombre de Colombia bien alto y que sirven como ejemplo de vida para las nuevas generaciones.