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Que venga el diablo y escoja
Se hace política con el estómago, porque los candidatos van, como perros hambrientos, detrás de la concesión del alumbrado público.  
Jueves, 30 de Julio de 2015

Se reúnen esta noche los candidatos a la alcaldía de Cúcuta para debatir sus propuestas frente a un público reducido, pero amarrado. Reducido, porque en el salón Champagne del Casino Internacional no cabe toda la ciudad. Y amarrado, porque cada candidato llevará su gente para que aplauda, para que vitoree -como en las funciones de circo-, cada vez que el payaso de turno haga una maroma. 

Esas maromas a las que estamos acostumbrados a verle a los políticos de la ciudad: que 20 mil casas, que veinte mil aires acondicionados, que 40 canchas sintéticas, en fin. 

De la vagabundería de la recolección de firmas – que le permite al candidato hacer campaña antes de tiempo- hasta la otra vagabundería de pasarse de partido en partido mendigando un aval (en un acto que tiene más de prostitución que de democracia), la mayoría de los candidatos presentes esta noche no merecen nuestro respeto, y menos nuestro voto.

Pero estarán ahí: impostores, mentirosos, es decir,  candidatos (porque hoy en día ser candidato es sinónimo de tramposo) siniestros y sinuosos, que compran votos  bajo el camuflaje de la rifa de motocicletas o por medio del amedrentamiento, o la promesa de prolongarle el contrato a sus empleados. 

Hace poco La Luciérnaga denunció que el personal administrativo que hace falta en los colegios de Cúcuta y la zona rural lo van a contratar (ahora sí, y va en serio) si apoyan la campaña de David Castillo.

Juegan con las necesidades de la gente. 

Y la gente pobre los sigue porque aquí se vota con el estómago. También se hace política con el estómago, porque los candidatos van, como perros hambrientos, detrás de la concesión del alumbrado público.  

Y en esa avaricia todos vomitan sobre sus propios principios (si es que alguna vez tuvieron principios) y hacen alianzas inverosímiles: ¿qué hace Carlos Luna con Carlos Barriga?: ahí uno no sabe quién desprestigia a quién. ¿Qué hace Víctor Carillo comprándole zapatos a Jorge Acevedo? Ninguno es serio. ¿Qué hace Charles Torres con el aval del Polo? Que investiguen esa falta de escrúpulos en las campañas. 

De modo que esta noche nos van a prometer más educación, más progreso, aires acondicionados, canchas sintéticas, empleo para todo el mundo, gas gratis para las familias más necesitadas, becas, subsidios, familias en acción, gestión transparente. Basta ver quién está apoyando a cada candidato para que uno se estremezca de pavor.

Que cada quién vote como le venga en gana. En eso consiste la democracia. Pero como nuestra democracia fue diseñada en el infierno apretado de la politiquería más abyecta, que venga entonces el diablo y escoja candidato.

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