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No puedo dejar de lamentar que los principios de aldea que nutrían el corazón de sensibilidad e inspiraban a los niños simples.
Domingo, 18 de Septiembre de 2016

La historia de la vida moderna será cada vez más complicada y triste, sin la añeja  emoción de disfrutarla con alegría, ni la protección de las virtudes y los alientos de la ética, porque no son apropiadas para estos tiempos.  Es el precio a pagar por aquél dejar pasar que fue anulando, poco a poco, los valores, empezando por los jóvenes, con sus areticos, sus tatuajes y su música, su irrespeto, su desfachatez y libertinaje, continuando con los adultos, con la tolerancia a la irresponsabilidad, la comodidad  y la violencia e, incluso, con los viejos, porque se  dejaron arrumar, en medio de un incomprensible letargo, por la indiferencia de unas familias poco comprometidas con la gratitud.

Es como si una bruja se hubiera escapado de la Caja de Pandora para condenar el orden básico y secuencial de la dignidad: la familia, la escuela, la religión y la política, que eran mores de las ciudades, puede que sin tanta ostentación pero, sí, con una tendencia a la bondad de lo sencillo. Y fueron desapareciendo los límites, las nociones comunitarias, que se integraron al modernismo de países “avanzados”. (Ejemplos como Woodstock, enseñaron -mal- que uno debía estar sucio y mechoso, y otros transformaron las impresiones bonitas y provincianas en imitaciones internacionales).

No puedo dejar de lamentar que los principios de aldea que nutrían el corazón de sensibilidad e inspiraban a los niños simples, curiosos, inventores e ilusos, eran el fundamento de los hogares, porque sembraban a su paso la ingenuidad y la ternura.

De manera que el paisaje exterior no es nada prometedor; sólo queda fortalecer el interior, donde sí se puede construir la felicidad. Pero hay otro precio a pagar, para mí nada difícil: soledad, silencio, estudio, naturaleza, en fin, cosas hermosas con apariencia de aburridas que se plantan en el alma y hacen que uno se sienta un humano con proyecciones eternas.

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