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Penitencias electorales
Miércoles, 1 de Abril de 2015

Como  ha  sido  tradición   en  nuestra querida y  sufrida  ciudad, desde el  sábado  pasado comenzaron a  arribar a su  tierra  natal millares  de paisanos ,  con  el  propósito  de reencontrarse con  sus familiares  y amigos,  para  compartir la  semana  de reflexión y  descanso.

A ellos  se  les  suma una  considerable cantidad  de  visitantes,  en  el mayor  de  los  casos, seducidos por los ocañeros que  trabajan  o  estudian en  distintas  ciudades  del  país. Los  atractivos  utilizados  para  convencerlos:  el  paisaje, lo  poco  que  permanece  de  la  arquitectura  colonial, la  belleza  de  las  mujeres,  el  clima-todavía  agradable-, los  rezagos  de  tranquilidad y la  buena  condición  de  anfitriones.

La gran  demanda  de  pasajes en las  agencias  de transporte terrestre intermunicipal, la  capacidad  hotelera copada, los pocos  centros  comerciales,  atiborrados  de compradores, las  limitadas  vías  céntricas,  repletas  de  carros  y  motos,  los  andenes  y  parques llenos  de transeúntes.

Los  abrazos  de  bienvenida abundan  por  doquier, y  no  faltan los  sancochos, las  sopas  de  fríjol, los  asados  de  carne, los  guisos  de  pescado y  la  arepas  con  queso  y  aguacate,  para  ofrecerlos,  como  señal  de agrado  por volver  al  terruño  o por  la  visita.

Lo anterior,  es  un resumen de  lo  que  ocurre en  todas  las  temporadas de confesiones  y de  propósitos,  pero  en  la  actual, los  actos  de  contrición, de  compromiso  espiritual, deberían  en causarse hacia  el  proceso  electoral que  se  llevará  a  cabo en  Colombia  a  finales  del  mes  de  octubre.

Ojalá que  los  católicos  y  conservadores,  que  son  mayoría, en la  ciudad y  el  resto  de municipios  de la  antigua  provincia, se  comprometieran   a  hallar  el  perdón de  sus  pecados,  con una  penitencia  en  especial: votar,  elegir  a  los  mejores, por  encima  de  colores  políticos, de dádivas y de promesas engañosas.

Que el  próximo  gobernador  del  departamento,   como el  actual y  sus  antecesores  inmediatos no sigan  alimentando el  sueño  independentista, por el  desconocimiento y  marginamiento a  las  poblaciones relacionadas históricamente  con  la cuna  de José  Eusebio  Caro.

Que los  nuevos diputados por  esta  región,  no  sigan pasando inadvertidos en  la  asamblea  de Norte  de  Santander y  debiéndoles    a  sus  conciudadanos por  el  respaldo  electoral.

Que el  próximo  alcalde,  no  se  preocupe simplemente por “cazar” premios  nacionales, de  los que  no  se sepan el  por qué y  para  qué,  y que se  dedique  a  conjugar  un  verbo,  que  hace  muchos  años  está  en  desuso, ¡gobernar!.

Que  los futuros  concejales firmen un documento público, autenticado  en cualquiera  de  las  dos  notarias, en  las  que prometan que  no  condicionarán  sus  votos para escoger  personero,  y que nunca le  jalarán a  la  feria  de  contratos.

En  virtud  de  que las  solicitudes o  requisitos para ejercer  el  derecho  al  sufragio son  muy  drásticas o ilusas, es  probable  que  muchos feligreses se  abstengan de cumplir  semejantes sacrificios,  y  lo  peor,  que  luego  de  la  jornada “democrática”,  de  octubre  venidero,  nos  quedemos  sin  gobernador,  diputados,  alcalde  y concejales.

Y no  faltarán los  pecadores  que  soliciten a  sus  confesores   el  cambio  de  las  penitencias electorales,  por otras que  impliquen castigos  físicos  o hasta el  desprenderse  de  placeres  mundanos.

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