Como ha sido tradición en nuestra querida y sufrida ciudad, desde el sábado pasado comenzaron a arribar a su tierra natal millares de paisanos , con el propósito de reencontrarse con sus familiares y amigos, para compartir la semana de reflexión y descanso.
A ellos se les suma una considerable cantidad de visitantes, en el mayor de los casos, seducidos por los ocañeros que trabajan o estudian en distintas ciudades del país. Los atractivos utilizados para convencerlos: el paisaje, lo poco que permanece de la arquitectura colonial, la belleza de las mujeres, el clima-todavía agradable-, los rezagos de tranquilidad y la buena condición de anfitriones.
La gran demanda de pasajes en las agencias de transporte terrestre intermunicipal, la capacidad hotelera copada, los pocos centros comerciales, atiborrados de compradores, las limitadas vías céntricas, repletas de carros y motos, los andenes y parques llenos de transeúntes.
Los abrazos de bienvenida abundan por doquier, y no faltan los sancochos, las sopas de fríjol, los asados de carne, los guisos de pescado y la arepas con queso y aguacate, para ofrecerlos, como señal de agrado por volver al terruño o por la visita.
Lo anterior, es un resumen de lo que ocurre en todas las temporadas de confesiones y de propósitos, pero en la actual, los actos de contrición, de compromiso espiritual, deberían en causarse hacia el proceso electoral que se llevará a cabo en Colombia a finales del mes de octubre.
Ojalá que los católicos y conservadores, que son mayoría, en la ciudad y el resto de municipios de la antigua provincia, se comprometieran a hallar el perdón de sus pecados, con una penitencia en especial: votar, elegir a los mejores, por encima de colores políticos, de dádivas y de promesas engañosas.
Que el próximo gobernador del departamento, como el actual y sus antecesores inmediatos no sigan alimentando el sueño independentista, por el desconocimiento y marginamiento a las poblaciones relacionadas históricamente con la cuna de José Eusebio Caro.
Que los nuevos diputados por esta región, no sigan pasando inadvertidos en la asamblea de Norte de Santander y debiéndoles a sus conciudadanos por el respaldo electoral.
Que el próximo alcalde, no se preocupe simplemente por “cazar” premios nacionales, de los que no se sepan el por qué y para qué, y que se dedique a conjugar un verbo, que hace muchos años está en desuso, ¡gobernar!.
Que los futuros concejales firmen un documento público, autenticado en cualquiera de las dos notarias, en las que prometan que no condicionarán sus votos para escoger personero, y que nunca le jalarán a la feria de contratos.
En virtud de que las solicitudes o requisitos para ejercer el derecho al sufragio son muy drásticas o ilusas, es probable que muchos feligreses se abstengan de cumplir semejantes sacrificios, y lo peor, que luego de la jornada “democrática”, de octubre venidero, nos quedemos sin gobernador, diputados, alcalde y concejales.
Y no faltarán los pecadores que soliciten a sus confesores el cambio de las penitencias electorales, por otras que impliquen castigos físicos o hasta el desprenderse de placeres mundanos.