Una de las grandes odiseas de toda democracia es permitir el influjo y convivencia de las ideologías de los distintos sectores políticos, sociales, económicos de una sociedad sin que se rompa el anclaje o bisagra constitucional.

Me explico, si partimos de la base que la Constitución de Colombia establece un equilibrio o postura definida en lo que respecta a las garantías que deben tener todas las vertientes ideológicas existentes en un momento dado en el panorama político ello nos lleva a la siguiente pregunta: ¿queremos en realidad seguir modificando o postergando los objetivos y metas contempladas en dicha Carta Política?

La pregunta no es de poca importancia por cuanto muchas de las opciones que se están perfilando en el escenario de las próximas elecciones presidenciales en Colombia coinciden en la necesidad de hacer diversas revisiones o incluso “sustituciones” a la Constitución. Por ejemplo en el caso de Petro este ha afirmado en diversos medios que si llegase al poder convocaría a los ciudadanos a un plebiscito o referendo para que se modificasen algunas cuestiones “fundamentales” de la Carta Política que se requerirían para lograr las grandes reformas sociales pendientes en el país. Lo que no ha explicado este candidato es si dichas reformas se harían o no dentro de los cauces jurídicos que contempla la Constitución vigente.

Ello por supuesto genera zozobra en muchos sectores de la sociedad, y no sin razón por cuanto no sabemos con certeza si lo que quiere este movimiento político representado por Petro es una nueva Constitución o un nuevo pacto político que lleve a otro proceso constituyente ilimitado cuyas consecuencias podrían ser impredecibles en muchos aspectos como son la estabilidad de las reglas jurídicas para cualquier proyección política, económica y social del Estado.

Y como Petro muchos otros candidatos hablan de hacer reformas “fundamentales” a la Carta Política. Por ejemplo el precandidato Duque habla de hacer modificaciones al Acuerdo de Paz con las Farc para según él “mejorar lo negociado” lo cual podría también implicar enmiendas constitucionales de gran envergadura que podrían llevar a procesos constituyentes sin limitación poniendo en jaque los logros en materia de seguridad y desmovilización de dicho Acuerdo, así como también la estabilidad política y jurídica del país.

Esos son algunos casos de propuestas que podrían generar más polarizaciones en el ámbito político colombiano. ¿En realidad es eso lo que quiere la sociedad?, ¿no sería mejor que los candidatos a la presidencia en una especie de “pléyade” intentasen hacer un pacto político sobre lo “fundamental” para darle tranquilidad y previsibilidad a la ciudadanía sobre qué esperar en caso de que cualquiera de las opciones llegase al poder?

Esa sería una forma trascendental de despolitizar las cuestiones “fundamentales” del país y sacar del panorama el elemento perturbador de mitos como el “castro-chavismo”, “la derecha confesional recalcitrante a los cambios sociales”, “las dinastías de siempre en el poder”, etc. 

Con ello surgirían entonces los diálogos para saber que debería incluir lo “fundamental”: ¿cambiar el modelo económico y político?, ¿cómo aproximarse a la situación de la concentración de la tierra en Colombia?, ¿condenas sin tapujos a cualquier dictadura del hemisferio o del mundo manteniendo una postura de respeto al Derecho Internacional?, ¿cómo abordar las problemáticas de siempre en sectores como educación, salud y seguridad?, ¿cómo generar conectividad entre regiones, desarrollo y protección ambiental para cumplir los tratados internacionales?, ¿garantías a la inversión privada y la determinación de no incentivar el parasitismo burocrático que genera el crecimiento desbordado del sector público?, ¿cómo mejorar las condiciones de empleo e informalidad en el país?, etc.