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Nuestra hora más delicada
Los pueblos que son sabios llegan hasta el borde del precipicio pero no se lanzan.
Sábado, 18 de Junio de 2022

Abril de 1940. Gran Bretaña tiene de primer ministro a un apaciguador con muy buena prensa, apoyo internacional y respetado por un rey al que le cayó la corona sin pedirla, Jorge V. Pero el agresor, Hitler no se contentó, como no lo hace ningún autócrata con una Checoslovaquia regalada sino que quería más, en realidad quería todo. Ya la cofradía apaciguadora buscaba como llegar a Hitler para lograr un acuerdo encabezados por el tristemente célebre Lord Halifax. 

Los pueblos que son sabios llegan hasta el borde del precipicio pero no se lanzan y reciben como recompensa que surja el líder que necesitan para ese momento, así el estuche en el que venga no dé muchas esperanzas. Gran Bretaña se la jugó por un político viejo, conservador pero que había cambiado de partido varias veces, retirado de la conducción de la marina real en la primera guerra por el fracaso de Galípoli, bebedor consumado, con una lengua afilada como buen irlandés, y en resumen, políticamente incorrecto. Se llamaba Winston Churchill y la historia lo reseñaría como uno de los británicos más grandes. Churchill guio el barco británico y lo llevo a puerto en ese mar tumultuoso de la guerra. En 1945, en el cenit de su popularidad Churchill perdió las elecciones: un pueblo sabio lo eligió para que los condujera en la guerra pero también sabía que no era el hombre para reconstruir el país.

Ejemplos como este, de estadistas políticamente incorrectos, hay varios: Franklin Roosevelt, parapléjico, Pedro el Grande, gigante violento, Luis XIV, desconfiado de la nobleza, Lee Huan Yew el creador de la actual Singapur, Deng Xiao Ping quien introdujo en China la economía de mercado después del desastre maoísta, George Washington exoficial inglés y algunos más. Lo contrario también es cierto, cuando los pueblos deciden dar el salto al vacío y caer en Mesías se hunden por varias generaciones: Lenin-Stalin en Rusia, Hitler en Alemania, Mussolini en Italia, Franco en España, Castro en Cuba, Chávez en Venezuela y un largo etcétera.

Parafraseando a Churchill, Colombia vive hoy su “hora más delicada” con la posibilidad real de dar el salto al vacío por esa alianza antidemocrática del petrismo, el santismo, el samperismo y la guerrilla, que ya vimos será corrupción total, destrucción institucional, dar ciudadanía al narcotráfico, aliarnos con lo peorcito del planeta hoy, incluyendo al criminal de guerra Vladimir Putin y condenarnos a ese sistema por muchos años una vez las fuerzas militares sean transformadas de defensa de la democracia a controladoras de la ciudadanía para perpetuar el regimen. Y hay Nicolás Padrino en el generalato colombiano; eso se vio en el gobierno del Nobel.

Si Colombia actúa sabiamente solo queda la alternativa de Rodolfo Hernández. No podía venir el líder del momento en un peor empaque: viejo y grosero como Churchill, pero sin su oratoria, políticamente incorrecto. Obsesionado por recuperar el país, tiene claro que necesitamos más mercado y menos estado. Estos son líderes monoidea: Churchill tenía una solo idea, ganar la guerra, Pedro el Grande europeizar Rusia, Roosevelt defender la democracia, Luis XVI modernizar la monarquía, Xiao Ping la necesidad de la economía de mercado y Washington en crear un verdadero modelo estatal de libertad. Rodolfo, guardadas las proporciones, las mismas que hay entre Colombia y Gran Bretaña o China o Estados Unidos, tiene la idea obsesiva de derrotar la corrupción y ese mantra que repiten todos los corruptos de Colombia que hoy rodean a Petro, sí lo tiene claro Rodolfo: vencer la corrupción es cambiar el régimen, la corrupción es un sistema, pero no para condenarlo a cien años de soledad y miseria, sino para sacarlo de ese concepto feudalista que tiene el régimen y encauzarlo en una verdadera economía de mercado. Rodolfo es el cambio, Petro la profundización del modelo.

Colombia votará sabiamente por el cambio que representa Rodolfo y no por un “cambio” de estado extractivo a mafia estatal, la oferta del petrismo-santismo-samperismo-narcoguerrilla.

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