La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Columnistas
¿Médicos rurales, ‘al garete’?
Hay varios municipios sin médicos rurales, porque el maltrato y la desprotección, obligan a las renuncias constantes.
Martes, 19 de Julio de 2016

Como  si  no  fuera suficiente trabajar por  debajo de las  normas contempladas en  la  Resolución 1058 del 2010, expedida  por  el  Ministerio  de  Salud y Protección  Social,  a  los  médicos rurales,  o  que  cumplen con  su  servicio social obligatorio en los  diferentes hospitales  o  centros  de  salud de la  antigua  provincia  de  Ocaña,  o  en toda  la  zona  del  Catatumbo, están  expuestos a los  graves  riesgos que  se  derivan  del conflicto  armado que  todavía azota  a  nuestro  país.

Los  casos  ocurridos recientemente en  los  municipios de  La  Playa  de  Belén y  Hacarí,  deberían   prender  las  alarmas  del  gobierno  nacional,  para  ofrecer  las  garantías  a  tiempo y  no  esperar que los  inexpertos galenos sean  blanco de  los  actores  armados.

Los lugares donde  atienden  los neófitos facultativos,  durante  el  día  o  la  noche,  escasamente   cuentan  con  la vigilancia de  personas inexpertas,  de  manera que en  momentos críticos, cuando  aparezcan familiares dolidos,  o  ebrios,  de pacientes heridos en  riñas, no  solo entorpecen   su  vital  labor,  sino  que proceden  a  agredirlos,  tanto  verbal  como físicamente.

No obstante  el  desamparo,  que  puede ser  mortal, la  policía no  puede auxiliarlos,  porque  en  varios  municipios  de  nuestra  convulsionada  región, los  uniformados son  víctimas  de  francotiradores  de  la  extrema  izquierda,  y  así  se  presenten situaciones graves  como la  que  aconteció  en  La  Playa,  los  agentes deben quedarse “encuartelados”.

Otra de  las  amenazas   que  se  ciernen  sobre los  rurales es la  manera como deben presidir las  remisiones hasta un segundo  nivel  en  esta  ciudad,  lo  hacen sin  ninguna  protección,  y expuestos  a  ser  detenidos en  las  carreteras por guerrilleros,  paramilitares o los  enemigos de  los pacientes ,  que  hayan  resultado afectados  por  atentados o  por  peleas,  con  la  intención  de  tomar  venganza.

Como  si  no  bastara con las  difíciles pruebas que  tienen  que afrontar,  las  condiciones laborales son inhumanas,  muchos  de  ellos trabajan 60 horas  semanales y con  disponibilidad las  24  horas,  de  manera  que después  de  largos  y  duros  trasnochos,  no  pueden  conciliar  el  sueño,  porque  están  pendientes de  cuando los  llame al  celular  el  gerente,  o cuando  toque   la  puerta el  conductor  de  la  ambulancia para una  remisión.

Para  completar el  drama de los  noveles médicos, les  corresponde adelantar  las necropsias de las  personas  que  mueren  violentamente, y tener  las  presiones de la  policía y,  léase bien, de  los  propietarios de funerarias, que como verdaderos “chulos” acuden a  los  lugares donde  mueren  seres  humanos en  accidentes  de  tránsito, por  intolerancia, o en  medio  de  la confrontación armada,  así  los  hechos  hayan  ocurrido  fuera  de  la  jurisdicción municipal,  y  cuando el  pobre  rural  aduzca  algún impedimento, le  mandan  a  los  familiares del  muerto.

No son  pocos los  casos en  que los  gerentes de los  hospitales o centros  de  salud terminan  con  demandas por  acoso  laboral,  porque la  explotación  es  inmisericorde,  y  porque  casi  siempre   lo que  pactan  no  aparece  en  el  contrato ,  o  si queda establecido,  aducen que  se  equivocaron,  pero  nunca  en  contra de  la  parte  patronal.

Por  las  razones  anteriores, hay varios municipios sin médicos rurales,  porque  el  maltrato y la  desprotección ,  obligan  a  las  renuncias constantes. Y si alguno  de  ellos, de  manera involuntaria acude  a cualquier  vereda a atender heridos “ilegales”,  víctimas  del conflicto,  se  les  vendrá encima la  Fiscalía.¿ Qué  diría el  sabio griego,  Hipócrates,  sobre todo  esto? 

Temas del Día