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Marihuana: ¿nos va a dejar el bus?
Todavía podríamos rescatar parte de lo perdido si se admite y se fomenta que las universidades exploren esas posibilidades y aumente el cultivo para fines terapéuticos.
Sábado, 22 de Septiembre de 2018

Mientras en este país estamos pensando en acabar con la dosis mínima personal de marihuana y en cómo fumigar los cultivos de coca, desestimando las consecuencias ambientales, sociales y de salud pública de esas acciones, Coca Cola anuncia que explora la posibilidad de incorporar bebidas derivadas de la marihuana a su portafolio de productos. 

Esta yerba está incursionando como insumo en la producción de bebidas que contienen canabidiol, un ingrediente de la marihuana que no es psicoactivo y se utiliza en el manejo del dolor. 

Este ingrediente se ha venido propagando en bebidas que hacen sentir bien a los que las consumen (wellness drinks), y Coca Cola está observando con mucha atención la evolución de esas bebidas, viendo a ver si participa en ese mercado, posiblemente con el propósito de hacerlo evolucionar y potencialmente de “apropiarse” de él. (Financial Times, septiembre 18, 2018). 

La película “Pájaros de Verano” de Ciro Guerra que todavía se exhibe en los teatros colombianos muestra lo que dejó la marihuana en la Guajira. 

Una sociedad que tenía instituciones ancestrales para resolver sus conflictos, para escoger pareja y reglas muy claras de comportamiento, sucumbe a la codicia, es infiltrada por extraños que no tienen limitaciones para acudir a la violencia y encara la destrucción. 

Llegó la marihuana y acabó con todo. La película es un fresco sobre lo que le pasó a Colombia., primero con la marihuana y luego con la coca y la amapola.  

Los países consumidores están beneficiándose comercialmente ahora. 

En Estados Unidos, muchos estados han legalizado el uso de la marihuana, por lo menos con fines medicinales, y la producción que tiene ese mismo propósito. 

En áreas rurales aisladas se produce ilegalmente en extensiones de terreno relativamente grandes, y en las ciudades en galpones que consumen cantidades industriales de energía, con la complicidad o tolerancia de las autoridades. 

La investigación sobre la planta, su cultivo y sus derivados medicinales ha avanzado tanto que ya no es mucha la que exportan los países originalmente productores. 

El anuncio de que Coca Cola está interesada en el negocio augura un futuro brillante para su uso dentro de la ley. 

Es una lección que tiene que dejar algo. 

Todavía podríamos rescatar parte de lo perdido si se admite y se fomenta que las universidades exploren esas posibilidades y aumente el cultivo para fines terapéuticos. Y respecto a la coca, no podemos ignorar la posibilidad de que en unos años decida Coca Cola regresar a sus orígenes y comercialice un té de coca azucarado y gasificado o chicles de hoja de coca con sabor a menta. No debemos emprender la erradicación indiscriminada sin haber conservado las mejores selecciones genéticas de esa planta y haber preservado y aumentado con investigación científica el inmenso conocimiento que tienen las comunidades indígenas sobre las propiedades alimenticias y medicinales de la coca y sobre sus derivados, y asegurar las patentes y la propiedad intelectual correspondientes. También es necesario que se respeten los derechos que tienen esas comunidades indígenas a utilizar la planta, y a que se protejan sus valores y prácticas culturales.

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