Iván Duque definitivamente no tuvo la luna de miel de la que disfrutan todos los Presidentes al comenzar su mandato. Más bien fue una luna de hiel desde el propio momento de su elección. Basta recordar que las primeras encuestas de opinión, apenas pasó la segunda vuelta, nunca mostraron números superiores a la votación que obtuvo para llegar a la jefatura de estado. Es un fenómeno inédito en la política colombiana y la razón se puede resumir en el adagio popular “ siembra vientos y recogerás tempestades” o en otro que reza “ víctimas de su propio invento “.
El uribismo se dedicó en los últimos 6 años con tanto esmero y eficacia a dividir a los colombianos, a polarizar el país con una oposición obsesiva contra Santos, que logró su propósito de elegir a Duque, pero también el de dividir como nunca antes. Debilitaron al expresidente, convencieron a la mitad de los colombianos que el oligarca Santos era Castro chavista y el país se había entregado a las Farc. Con esa campaña derrotaron los acuerdos de paz y triunfaron en las elecciones. Para ello utilizaron sin reparo ético todas las armas a su alcance: calumnias personales, verdades a medias y mentiras descaradas con las que engañaron a los ciudadanos.
Esa polarización lamentablemente continuó idéntica después de la elección presidencial y la primera señal clara, que el nuevo gobierno no advirtió, fue que inmediatamente después de su elección no se presentó el aumento habitual de la imagen positiva del presidente electo que siempre se da para los presidentes recién electos. Es claro que con la elección no se superó la polarización, sino por el contrario se profundizó. Y a pesar de los esfuerzos de Duque, de su lenguaje conciliador y convocante y de su permanente llamado a un Pacto por Colombia, la sociedad colombiana sigue dividida.
Al cumplirse entonces los 100 días del nuevo gobierno contrastan los balances generosos de El Tiempo, Semana o Caracol, con las movilizaciones en las calles, la dureza de las redes y la opinión ciudadana que se conoció en sendas encuestas en las que por primera vez desde que existe este instrumento de medición, un Presidente con escasos 100 días en el poder tiene una imagen negativa de más del doble que la positiva. Los números de arranque de Duque son incluso peores a los de Santos al finalizar ocho años de mandato. Eso no había ocurrido con ningún mandatario en Colombia. Gaviria, Samper, Uribe, Santos e incluso Pastrana a estas alturas, superaban todos el 60% de apoyo en la opinión. Por ello el desconcierto de partidarios que los lleva además a la absurda y risible tesis que este desastre se debe a la herencia de los 8 años de Santos.
No señores!. El bajo respaldo de la opinión tiene otras explicaciones que si no se comprenden va a ser muy difícil que puedan superarlas en lo que resta de un mandato que ahora es de 4 y no de 8 años. En primer lugar la torpeza de designar un Ministro de Hacienda cuestionado para liderar la más dura e injusta reforma tributaria en muchos años. La pretensión de imponer IVA a la canasta familiar con un golpe fuerte a los pobres y la clase media ha generado un rechazo justificado de las mayorías nacionales que se expresa con claridad en las encuestas y en las calles. En segundo término la ausencia de liderazgo del gobierno es evidente en su relación con los partidos, el congreso, las cortes y la ciudadanía. No hay un equipo sólido que marque una línea clara a los colombianos. Y finalmente, el más grave, es que no han encontrado un gran propósito que lo identifique. La gente no tiene claro hoy para que se eligió a Duque, más allá de que lo hicieron en oposición a Santos y para frenar a Petro.
Los gobiernos anteriores tuvieron un gran objetivo y giraban en torno a esa idea. Con Betancur fue la consecución fallida de la Paz; con Barco la supervivencia de la democracia en medio de los más sangrientos ataques del narcoterrorismo; con Gaviria la nueva constitución del 91; el sello de Samper fue la igualdad social; con Pastrana regresó nuevamente la esperanza en una paz que fracasó; con Uribe la seguridad de los colombianos y el aniquilamiento militar de las Farc y con Santos fue el logro de la Paz después de 50 años de conflicto armado y varios intentos frustrados. Cual es el gran propósito de Duque para los próximos 3 años y 9 meses? Aún no lo sabemos. Ojalá se conozca pronto y que no vaya a ser la economía naranja que todavía no entendemos de que se trata. Si Duque despejara ese interrogante seguramente los colombianos calificarían mejor su gestión. Mientras tanto, seguirán perdiendo el tiempo echándole la culpa a Santos de todos su males. Se nota que les hace mucha falta.
Domingo, 18 de Noviembre de 2018