Si las suegras son mamás sin poesía, los suegros, como la eñe, también somos gente. Con las suegras compartimos el desencanto de no tener fecha en el calendario que nos recuerde y agradezca los servicios prestados.
Uno es suegro de la misma forma que es peatón, usuario del tranvía o del ascensor, elector, contribuyente, conspirador, inspector de zócalos, vendedor de minutos de celular a todos los operadores. O sea, somos suegros por inercia.
Modestia, apártate, pero merecemos más bombo. Aportamos la materia prima de los matrimonios. En muchos casos pagamos la cuenta del casorio. O la pagábamos.
Esa costumbre está pasando al cuarto del reblujo porque la muchachada, en buena hora, decidió “empoderarse” de la situación y asumir los gastos. ¡Aleluya!
Durante el noviazgo, los suegros y las suegras, somos males necesarios. Casada la pareja, somos prescindibles. (De imprescindibles está lleno el infierno, dizque decía Napoleón).
Aclaro que no estoy respirando por ninguna herida ni hablando pestes del gremio suegril. (A don Eleázar, taita de mi esposa, lo apreciaba tanto que le ahorré la fiesta del matrimonio).
Me entendí de maravilla con los suegros que me deparó el azar. Varios cargaban gladiolos en el cementerio cuando les piqué arrastre a las niñas de sus ojos.
En estos casos, a las madres viudas les tocaba hacer las veces de suegra y suegro. También con las suegras hice buenas migas. Muchas veces fui víctima del síndrome de Estocolmo que se da cuando uno termina encaprichado del enemigo.
Admito que en la sonrisa escéptica de mis suegros se podía leer: ¿Es este gil el príncipe azul que soñaba mi hija? Imaginaban que tendrían que mercar para las dos casas como le pasó al suegro de Belisario Betancur cuando se casó con doña Rosa Elena.
Un suegro de avanzada respeta el libre desarrollo de la personalidad del yerno, pero indaga con el rabillo del ojo si está haciendo bien la tarea. En caso contrario, le endosa a la suegra el trabajo sucio de apretarle clavijas.
Un pariente llegó al virtuosismo de emborrachar a su yerno para rastrear sus reales intenciones. Utilizaba el trago como detector de mentiras casero.
Solo cuando salió de dudas autorizó el enlace, un sustantivo que desapareció de las páginas sociales del periódico. La noticia se daba así: Enlace Echavarría Piraquive- Restrepo Pataquiva.
Don Jaime Osorio, un festivo ansermeño que ya no es de la partida, un lujo de suegro, decía que hay tres formas de arruinarse: Con caballos de carrera despaciosos, mujeres de vida ligera y yernos con ideas…
Y Lufthansa, la aerolínea alemana de la grulla, utilizaba este anzuelo para llenar sillas: Si no viaja en primera, su yerno lo hará por usted.
Para ahorrarles malos pensamientos a mis herederos terminé convertido en rico sin plata. Algún día contaré cómo lo hice. De pronto me lleno de oro.