Para nadie es un secreto que en el país, así como existen castas, sociedades de altos estratos, apellidos de “sangre azul”, también hay periodistas de clases especiales.
Para hacer honor al nombre de mi columna, y para cumplir la palabra empeñada con este medio, siempre escribo sobre temas inherentes a la ciudad y la región, y aunque me voy a referir a una persona extraña a nuestra comarca, lo que hizo o dejó de hacer, está muy ligado a la antigua provincia de Ocaña, y en general al Catatumbo.
Sin más rodeos, quiero referirme a la polémica, arrogante e imprudente periodista española, Salud Hernández Mora, quien de manera inconsciente o calculada, se convirtió en el personaje más importante de Colombia, cuando decidió adentrarse en la convulsionada selva del nordeste del Departamento, para que posteriormente fuera secuestrada o retenida por el Eln.
Para que alguien tome una decisión tan arriesgada o peligrosa, debe estar desequilibrado, emocional y mentalmente, y sobre todo, cuando ataca a la insurgencia, a través de la columna que publica en el periódico nacional El Tiempo, o en su corresponsalía en el medio impreso ibérico El Mundo.
Como se dice en el argot popular, la comunicadora europea, se metió en la “boca del lobo”, conociendo ella el poder que tienen en esa apartada y olvidada región los grupos de extrema izquierda y hasta de derecha.
Como nunca habíamos notado, el cubrimiento periodístico fue escandaloso, lo mismo que los operativos militares, los que fueron dirigidos por los comandantes del ejército y la policía desde el municipio de El Tarra.
Para quienes ejercimos el periodismo en el plano local o que oficiamos como corresponsales de medios escritos, radiofónicos o televisivos, del país, nunca, o en situaciones muy especiales, nos atrevimos a cubrir hechos en municipios de la antigua provincia, y con menos razón, en territorios más profundos del Catatumbo, por los altos riesgos que implicaba.
Solo cuando contábamos con el respaldo de los alcaldes, autoridades militares o de líderes sociales, decidimos hacer reportería, no obstante que nuestros nombres eran reconocidos en la mayoría de ellos.
Mientras que para nosotros era muy difícil ejercer el periodismo, a finales de la década de los ochenta , del siglo pasado, cuando los alzados en armas nos obligaban a leer comunicados o recibir secuestrados, enseguida debíamos responder los interrogatorios de agentes del B-2 o del F-2, del ejército nacional y de la policía, respectivamente, a una periodista extranjera, así tenga la doble nacionalidad, ponen a su disposición todos los esquemas de seguridad del Estado.
Con tan solo cinco años de estar radicada en Colombia, y de obtener la nacionalidad por adopción, ella se atreve a cuestionar decisiones internas del gobierno, a darle “palo” a los presuntos corruptos que no son sus amigos.
Con la libertad o permisividad con que ella hace periodismo en Colombia, podríamos pensar que siente que todavía es una conquistadora y que nosotros somos los pobrecitos indígenas que fuimos “pacificados” a punta de espadas y cruces.
Es necesario recordar lo que le ocurrió al prestigioso periodista Antonio Caballero, cuando se desempeñaba como columnista de El País, de España, lo desvincularon cuando escribió un texto para cuestionar al expresidente Aznar.
En Colombia no hay secuestrados de primera y tercera clase, como ella lo manifestó, pero si hay periodistas del montón y unos pocos privilegiados, como Salud Hernández Mora.